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jueves, 10 de julio de 2014

Las auditorías y la suerte del Capitalismo

     


   La pervivencia del sistema económico basado en la libre iniciativa de las personas –el que mayores cotas de prosperidad y de libertad para mayor número de personas ha logrado históricamente-, el evitar que se deslice categóricamente hacia los cenagosos contornos de una amenazadora jungla, que ésta es, no se olvide, el modus vivendi para la inmensa mayoría del resto de sociedades conocidas, se cifra ahora, en esta monstruosa mixtura de   Capitalismo y Estado Superintervencionista (45% de la economía) bajo la que vivimos, en establecer, exigir y asegurar desde el Poder Político, para las Corporaciones y para sí mismo, unas normas contables nítidas, públicas y ciertas que eviten por completo las “ingenierías financieras”, esa suerte de tramposos malabarismos contables que a menudo devienen en colosales estafas para accionistas minoritarios, clientes, trabajadores, resto de empresas íntegras … para la sociedad en su conjunto a la postre.   
   
   El desenvolvimiento de todo el potencial de prosperidad y autonomía de los ciudadanos que el libre mercado hace posible cuando las instancias reguladoras –mínimas pero inexorables- funcionan adecuadamente, necesita de manera vital la autoridad oficial de unas normas públicas que aseguren que las empresas auditoras, cuando dictaminan cara al público el valor y los balances económicos de las empresas, resultan incontestables, para que así las decisiones subsiguientes de los individuos –invertir, consumir, trabajar- respondan a una expectativa real y no falsa de las mismas. El daño asestado al capital de la confianza social en que sobre todo se basa el crecimiento económico con el colosal fraude de las empresas auditoras –cruciales instancias reguladoras- es una puñalada al corazón de la institución básica del sistema, que es la expectativa de un marco legal estable y cierto para todos. Si las empresas auditoras estafan –y el Poder Político global se lo permite-, más que de libre mercado hablamos ya de mafias y de castas, que son las categorías habituales para la inmensa mayoría de las sociedades.
    
   La terrible crisis que vivimos, aparte de en los traumáticos efectos deslocalizadores que a corto plazo la globalización económica impone, creando riqueza aquí y decadencia allá, estriba además en ese paulatino “golpe de estado” que los Altos Directivos de las Grandes Corporaciones, en su exclusivo beneficio y en perjuicio de los propietarios de las mismas -minutísimos accionistas a menudo impotentes- y del resto de la sociedad, han perpetrado contra las instituciones reguladoras básicas de la confianza social: las empresas auditoras entre otras.
   
   El que después de la horrible devastación creada, entre otras causas, por la escandalosa complicidad de Lehman Brothers y cía en la premeditada ocultación de la penosa realidad financiera de los bancos y empresas principales, sigan en España ocurriendo casos similares, como a propósito del laureado pelón estafador de Gowex ahora observamos, sólo añade oprobio a la grave constatación de que en España las instancias reguladoras no funcionan.

   
   O desde el Poder Político se envían con urgencia a la sociedad nítidas señales de severa ejemplaridad para sancionar a los responsables del desaguisado –pelón y auditora, dura cárcel y pérdida de todos sus bienes ha de esperarles-  y para afrontar y enmendar legalmente el yerro, o los enemigos de las sociedades abiertas continuarán, un poco más si cabe, frotándose las manos.   




LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)

5 comentarios:

Anónimo dijo...


Mientras la A€E€A€T paseándose por las empresas en plan matón de barrio pidiendo cantidades por arriba para luego negociar a la baja. Eso dejará a la empresa herida... algunas de ellas rematadas. Y que no me venga nadie de que si estando limpio no te dicen nada... falso... conozco casos de empresas limpias como una patena y han ido a por ellas porque al señor subinspector le dio la gana... que para eso es dios.

Más tarde, ese dinero será destinado a los de la kultur, a hacer trillones de kilómetros de aves, a financiar el aeropuerto de ciudad real o a taparle las vergüenzas al tal blesa rescatando a Bankia.

Thats's Spain. Really different.

misael.

César dijo...

He esperado tres años para estar completamente de acuerdo contigo. Pero mereció la pena. Añadiría matices, pero no se puede mejorar.

Es imposible que las agencias de calificación "califiquen" con ponderación sabiendo que de sus dictámenes se van a devengar beneficios o pérdidas para sus cuentas de resultados. Nos movemos en una maraña de intereses que dificultan sobremanera tener confianza alguna en casi nadie.
Saludos.

Bruno dijo...

Ha pinchado un buen hueso. Muy acertado y necesario.

José Antonio del Pozo dijo...

Gracias, amigos, por vuestra aportación. Siempre habrá intereses creados, siempre habrá corrupción, está en la naturaleza humana, pero si más que en pedir Utopías sinisestras el esfuerzo ciudadano consciente se centrara en exigir instituciones sanas y lo más independientes posibles, quizás mejor iría en general. Por eso, creo yo, prosperan los países: cuando los ciudadanos ven que su esfuerzo y talento puede obtener recompensa. A las auditorías se las puede meter en vereda, ingual que Madoff está en el trullo.

Bruno dijo...

Evidentemente que se puede. Falta que se quiera. Andersen se fué al traste. Otras, con parecido currículo, siguen.
Pero además falta un tipo de análisis que no sólo juzgue la verosimilitud de las cuentas. Que se pronuncie sobre la situación empresarial de la empresa. Ya sé que es muy difícil. Tan "difícil" como las empresas que califican el riesgo.