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martes, 29 de julio de 2014

¿Y Albert Rivera? ¿Y Santi Abascal?



   Resulta más que chocante el escandaloso vacío simbólico y escénico que los partidos nuevos, y sus jóvenes líderes, no contaminados por tanto con el chapapote corruto que la funesta sombra de la Casta arroja sobre los partidos tradicionales, guardan tras las elecciones europeas. Ese clamoroso “silencio” aún más chirría por contraste con la omnipresente logorrea de los Líderes Sumos de los Filochavistas en sus cadenas favoritas de televisión, siempre a la mínima dispuestos, Iglesias y Monedero, Monedero e Iglesias, a encasquetarte el furioso mitin de campaña, que para eso de corrido se lo saben.
   
   Es como sí, Rivera, Abascal, Toni Cantó, la misma Rosa Díez, decepcionados con la pasada electoral que los Podemos les arrearon a la hora de recoger el descontento ciudadano, permaneciesen aletargados, patidifusos, hechizados ante el fantasma hiperlocuaz de Pablo Iglesias. Sólo que esa ausencia puede serles fatal, habida cuenta de la inmediata cercanía de los próximos comicios.
     
   Esa incomparecencia en el escenario público implica, por decirlo en términos futbolísticos, no sólo concederles el centro del campo para que a sus anchas campen los demagogos del indignado discurso facilongo, sino regalarles el balón –todos los balones de la actualidad- para que sean ellos sólos quienes uno tras otro se apunten todos los goles ante la parroquia indecisa. Pablo Iglesias no es que marque goles, es que a menudo recuerda al goleador uruguayo fichado por el Barsa, Luis Suárez, el mismo que en el lance es que muerde.
      
   Si precisamente una de las claves del éxito de los Podemos reside en su destreza a la hora de explotar el medio televisivo –que misteriosamente les ha mimado-, no se comprende bien como Rivera o Abascal  apenas aparecen en las decisivas pantallas, medio y canal crucial hoy en día, defendiendo con coraje sus propuestas y su limpia trayectoria. El propio Iglesias, experto en comunicación política, se ha hartado a explicar mil veces la formidable multiplicación que la influencia del discurso experimenta cuando a través de la televisión y con continuidad es transmitido.  

    
   Es en las pantallas, y en las redes sociales anexas a las mismas, que aseguran grandes audiencias en esta Era Icónica en que vivimos, donde sobre todo se libra la principal batalla ideológica, donde se obtienen el respaldo y la aprobación de los tele-espectadores. ¡Si el propio Albert Rivera así lo había demostrado en los primeros tiempos de su original irrupción en la escena política! Se me dirá, es que las teles no les llaman. ¡Tienen que saber cómo reclamar sobre sí la atención de los medios! Entonces, ¿a qué viene esta estruendosa desaparición de los jóvenes líderes, de la esperanza que también ellos representan, ante el debate político? ¡Lo que no sale en la tele, lamentablemente, no existe!  




LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)

1 comentario:

Campurriana dijo...

También llevaba preguntándome un tiempo lo mismo. Sin duda, lo que no cuentan no existe. El poder de los medios de desinformación da pavor...