(Hum, huele ya a Navidades. ¿Valoras este blog? Si lo lees, si reflexionas, si sonríes o te cabreas conmigo, si interactúas conmigo... cuando pienses en regalos, cuando pienses en libros, acuérdate del mío. Sé que te gustará. Vale 10 euros. Feliz Navidad.)
(Los que gritan que sólo ellos y nada más que ellos son el Pueblo… seguirán gritándolo, inmunes, en la eterna melopea de su superioridad moral, a los estrictos datos de la
realidad)
Con taciturno y mohíno deje en la voz, con pose de amargo augur en la
estampa, en vísperas de las elecciones el mítico y experimentado Alfonso Guerra sentenció… “pronto los españoles añorarán el
bipartidismo”. Y le voilá, el Pueblo
español, con la salida de la Ruina
zetapeica aún dudosa y convaleciente, habló y dijo… inintelegibilidad,
ingobernabilidad, inestabilidad extrema…
y que salga el sol por Antequera, por el cantón de Cartagena, mejor dicho,
o sea, un cacao nada maravillao y ponzoñoso, habida
cuenta, además de las distancias ideológicas,
del envenenamiento de las propias relaciones personales entre los
líderes partidarios.
Todos anoche, absolutamente todos (liberal-conservadores, socialistas,
leninistas, nuevos reformistas, nacionalistas) juraban y perjuraban haber ganado, cuando TODOS han perdido, y qué
cosas más grotescas, y que eslóganes más bobos, en alucinada rivalidad de
necedades creciente, iban uno tras otros ante las pantallas profiriendo, qué
estrambótica y estúpida concatenación de gansadas a lo largo de la noche.
En literatura, decía Pound,
el caos es sagrado. En política, lo digo yo, el caos es un pésimo cacao, un río
revuelto en el que los más peligrosos oportunistas se frotan las manos. Sí, las
mareas separatistas (emboscadas en su nuevo delegado en Madrid, pues parece P Ig haberse rendido ante las funestas
hadas Colau&Oltra) le han
asestado ayer un buen puñetazo a la nación española. España, como el equilibrista este que se cruza el alto de los
rascacielos de un extremo a otro, titubea
sobre una estrecha cinta resbaladiza, con el abismo de negro asfalto allá abajo
acechándolo.
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Pedirle su libro a un escritor sin Nombre ni Contactos al que sigues es sobre todo un acto de sensibilidad y de nobleza incontestables.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
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