(Hum, huele ya a Navidades. ¿Valoras este blog? Si lo lees, si reflexionas, sonríes o te cabreas conmigo, si interactúas conmigo... cuando pienses en regalos, cuando pienses en libros, acuérdate del mío, anda. Sé que te gustará. Vale 10 euros. Feliz Navidad.)
Siempre me pareció una muy sugestiva convención la de instaurar, justo
antes de la cita con las urnas, el Día
de Reflexión, ese sacro espacio, que por lógica debiera ser blindado en silencio
por todas partes, sobre todo si así fuera de verdad. El sólo imaginarlo ya es
en sí hoy toda una Utopía: tras la
berrea y el tam-tam horrísono de la campaña, tras el tigre histérico e
imparable de la actualidad que cada día, sin apenas digerirla, cabalgamos, tras
el vértigo instantáneo que propician las babélicas redes sociales en las que a la mínima con las vísceras nos
disparamos, cada ciudadano, apartados los media
y los mentideros todos, apartados prejuicios y mezquinos intereses propios, en
soledad recogido en un rincón propicio, deliberando a solas consigo mismo y en
conciencia durante unas horas los pros y contras del más recto y razonado sentido de su voto.
Silencio, pues: se reflexiona.
Mi reflexión, discutible, por supuesto: ¿Conoces, lector, alguna
sociedad en la que los ricos sean más numerosos que los pobres? Ergo, los sistemas políticos basados en el
principio “un hombre (y una mujer) un voto”, por fuerza llevan implícita en la
lógica automática que les mueve el triunfo de la socialdemocracia… mientras el
Sistema aguante. Sea con falsos ropajes liberal-conservadores o
socialistas, la fórmula “un hombre (y una mujer) un voto” en condiciones
normales da socialdemocracia, es decir, clientelismo, hiperburocracia y
omnipresencia estatal.
Jamás los liberales doctrinarios, que sitúan a la persona enfrentada a
su propia e individual responsabilidad podrán conseguir –y ya lo siento yo, que
tengo al liberalismo no fundamentalista, por prometer menos que ninguna otra
Ideología, como la menos mala de todas ellas- ganar unas elecciones. El instinto
colectivo alcanza la mayoría de las veces también a comprender que el socialismo duro en la práctica ahoga
las fuentes de riqueza y prosperidad, y bajo grandiosas proclamas demagógicas,
reparte sólo opresión y miseria. Por eso les vemos a ellos también
disfrazándose a toda prisa. Ergo,
socialdemócratas totus suum. Y como
ahora se dice, ahí lo dejo.
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