Hombre, si eres tan proetarra como los de la CUP espetas que la culpa es
del Capitalismo Fascista y te quedas henchido de gozo encima. Pero si un poco
no soportas el despanzurramiento a ciegas de gente inocente y desprevenida “turisteando”,
entonces, consciente o inconscientemente, has de enhebrar el discurso en torno
a estos brumosos y pringosos contornos: condena de toda violencia, venga de donde
venga, expresión del dolor incontenible que te embarga, mucho dolor, reiterada
expresión del absurdo que la cosa supone pero sin entrar en consideraciones
derivadas, sin sacar consecuencias, por qué, letanías de por qués sin
respuesta, uso de un lenguaje de tono bajo, suasorio, sin aristas, que
busca un efecto sedante: cuánto dolor, no van a conseguir nada, la
vida seguirá, no tenemos miedo, no señalar
expresamente por su nombre a los asesinos, el grupo e ideología en la que se
encuadran, inscribir el crimen masivo en un enrevesado conflicto superior para
así diluirlo, es un problema de enorme magnitud que requiere soluciones consensuadas,
eso es, distanciar y poner frío, un pasar el brazo por el hombro, qué dolor,
ay, el
discurso-manzanilla.
Mejor se ve por contraposición al lenguaje incendiario destinado al
atentado que apuntala tus creencias, el
discurso-espuela. Todo lo contrario ahora: el lenguaje flamígero e
incitador aquí, que señala directamente y por su nombre criminales, aliados e
ideologías estrictamente responsables, que prescribe, ardiente y desgarrada, la
épica llamada a la lucha final contra los mismos, sin contextos explicativos ni
paliativos ahora, al contrario, inscripción de ese atentado en un más decisivo
y definitivo Conflicto aún, el del Bien
contra el Mal, el de la Dignidad contra el Crimen. Lenguaje visceral como
pedrada en las conciencias y en los estómagos que exhorta a la inmediata acción
indignada. Por eso vemos un lenguaje mucho más virulento
y apocalíptico contra cuestiones objetivamente menores a las que ese lenguaje
inviste como Drama Trascendental, que contra el despanzurramiento cobarde y
criminal de gentes con decenas de asesinados, centenares de heridos y miles de
secuelas. Por eso mismo de un lenguaje salen minutos de silencio, lacitos y
gatitos, y del otro, escraches intimidatorios, manifestaciones violentas que
exigen un plan urgente de medidas concretas, y militarización de las
conciencias.
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