La veíamos una tarde de estas (antes de ser ella triste noticia por su reciente y fallido embarazo) en Tele 5. Esa luz bondadosísima que ella siempre irradia, el
chisporroteo libre que en sus ojos, a pesar del Tiempo, no cesa, su alegría
contagiosa, todo eso que los crueles terroristas no pudieron aquella vez en
ella tronchar. De forma espontánea, en el íntimo sentir de muchos españoles
entonces, 26 años ha ya, sin mayor
empeño oficial, pues, a diferencia de la intelligentsia izquierdista, ni idea
tiene la Derecha de promover y hacer
perdurar en las mentes esas multitudinarias palancas afectivas, se convirtió
entonces Irene en el más claro Símbolo compartido de una pureza viva
que los etarras habían pretendido despanzurrar. Pasó el tiempo, claro, el mismo
que algunas cosas cura y otras a medias sólo. Podría legítimamente Irene haberse consagrado en vida a
perpetuar su condición de Símbolo, a
enclaustrar su Ser en ese haz de emotivas referencias que en ella se condensaron,
podía haberse fosilizado alrededor de la memoria de su genuino dolor y de la
perenne justicia de su Causa. Nadie podría haberle reprochado nada. ¿Acaso no
le duelen a Irene aún las piernas
que ya no tiene?
Renunció a ser Símbolo.
Quizás por simple pálpito interior, optó por ser Persona, por abrazar la vida, por crecer como ser humano
radiante y específico, abierto a la corriente libre y en marcha de la
existencia. La mujer, en general, aprehende mejor la vida, quizás porque es
ella quien la trae. Así Irene.
Estudió con aprovechamiento un montón de disciplinas, se licenció en
Periodismo, en Psicología, colaboró con destreza en los medios de comunicación,
se ejercitó en numerosos deportes, se casó, se hizo escritora, tiene tres hijos.
Ni el menor reproche asoma en Irene
Villa desde entonces hacia la izquierda filoetarra en sus distintas
gradaciones. Ni siquiera, pudiendo decir tanto a tantos, de Política habla
desde hace mucho. ¿Es imaginable en la Izquierda
esa renuncia a tan acabado como hermoso Símbolo, tan movilizador y por sí mismo
convincente sobre la conciencia de todos como el que Irene Villa representa? Difícilmente, pues, en general, las buenas
gentes de izquierdas viven por/para/de/con/hacia la Política. Así, lo vemos a diario, ochenta años después siguen
con su raca-raca, así vemos a los
hijos heredar y hacer suyas las
batallas de sus padres y abuelos. Por eso mismo sus Causas y sus casos, en incansable ritornello, son de todos conocidos y
perennes. Por eso moldean la conciencia de esa mayoría que sigue la Política de
lejos. Por eso mismo la ejemplar vida de Irene
Villa, también la preciosa Causa que un día la movió, pronto se perderá como lágrimas en la lluvia, que dijo aquel. Por
eso tantas cosas.
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