Lo alertaba el otro día no sé qué gremio de enseñantes: es ya pavorosa la pérdida de la capacidad de CONCENTRACIÓN observada entre los alumnos. Me temo que ese terrible daño por momentos se extiende A TODAS LAS EDADES, a cada uno de nosotros mismos. Se está a marchas forzadas perdiendo el dominio de ese estado mental de abstracción que en solitario nos permite fijar intensa la atención sobre algo, desplegando sobre ese algo la entera actividad cerebral y sensitiva que nos permita entenderlo o disfrutarlo en su plenitud. Si la LECTURA exige concentración, qué decir entonces de la LITERATURA. Cómo no entender así el soterrado desprecio social que a los libros cada vez más hoy alcanza. ¿No es otra prueba más todo esto de la regresión cultural que como sociedad experimentamos y aquí denunciamos? Los textos largos directamente se ignoran, las informaciones que en los telediarios duran más de minuto y medio… ¡se ZAPEAN! La pérdida de concentración, claro, lleva a la pérdida de criterio riguroso, a la pérdida de memoria… y a la ANSIEDAD permanente, mal de nuestros días. El vertiginoso PICOTEO visual que los teléfonos móviles y las redes sociales propician, añadido y fundido eso con la hegemonía de la voraz Telebasura en los media, anotémoslo una vez más, están detrás, creo, de este terrorífico extravío sin pausa. Es perentorio, como personas y como sociedad, recuperar el hábito de la concentración. Digo yo.
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