Ni de lejos dice lo mismo un libro sobre una pantalla que entre las manos. Un libro DELICADO, íntimo, que parece hablarte al oído, exige el libro/libro, porque sin querer deseas acercártelo al corazón, porque necesitas tocarlo, acariciar esas hojas, apresar ese inspirado sentir. Decía, y con razón Juan Ramón Jiménez, siempre persiguiendo con inteligencia sensible el nombre exacto de las cosas, que un libro en ediciones distintas DICE cosas distintas. Qué distancia -de comunicación, de reverberación emocional, de intensidad y densidad de la experiencia lectora- no habrá entonces entre un libro y un mundo sutiles, hecho de hojas y de rosas, que ese mismo texto sobre una fría pantalla expuesto. A un ordenador, a un smartphone es imposible abrazarse; a un libro de verdad sin darte cuenta lo abarcas entre las manos, lo acunas en tu pecho, te resistes a soltarlo. Es incomparable.
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