La otra mañana me convocaron para astrazenecarme en el Wanda. El Wanda está pero que bien a las afueras de Madrid. Preferí irme en Metro, a esas horas poco concurrido. Puedes así ir a placer miroteándolo todo: la mañana radiante, la Casa de Campo en plena primavera, las personas que te cruzas, las historias que llevan en el rostro, que este mayo un poco endulza, los músicos de vagón, su valiente lucha, toda esa luz. Qué chulada el Estadio, no había ido antes. Es increíble: parece gigante y diminuto a la vez, colosal y recoleto a un tiempo. Llegar y, enfermera mediante, besar la astrazéneca, así fue. Mírala cara a cara que es la primera. La enfermera, atenta y guapa a la vez también. Un piquito que no duele. Ya. Bien organizado todo. Vuelta para casa. El cóndor pasa de Simon&Garfunkel me vino a la cabeza en el convoy. El covid pasa, quise decirme.
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