Antes, hace años, primero escribía y emborronaba los folios a mano –con los impagables bics cristal de vivísima tinta azul-, y luego los pasaba ya a máquina. Doble trabajo, claro. Me costó mucho, pero mucho, acostumbrarme a escribir directamente a máquina. Al principio es que no me venía así la INSPIRACIÓN, como si fuera ésta un exclusivo hilo directo que desde la sesera, por el cuello al hombro y de ahí a lo largo del brazo hasta la mano, sólo de entre mis dedos se fraguara en escritura, con los rasgos de mis propias letras como una suerte de SANGRE o de savia nada más que mía que sólo a ese ritual obedecía. Acabas, aunque sigo tomando notas y notas a mano, cuando escribes y escribes mucho, por acostumbrarte. Cuando ahora me siento a escribir, me gusta imaginar el teclado del "ordenata" como el de un piano, y a mí mismo un poco como un MÚSICO presto a crear, y a interpretar, una u otra melodía, según el humor que entonces me acompañe, convencido como estoy de la primacía expresiva de la música, y por ello mismo, imbuido también del sueño loco de que alguna de mis composiciones se quedará, como tantas canciones que nos gustan, para siempre en tu MEMORIA, para que además algún día me la recites tú frente a frente.
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