Vivimos tiempos tan espantosos y cochambrosos para la Cultura y el cultivo de la sensibilidad y del espíritu que, en cuanto alguien escribe una palabra que se sale de las 300 básicas con que la gente ahora se basta y sobre todo se sobra, pffff, empiezan los espantones: que si vaya lenguaje rebuscado, que si hay que hablar clarito, que si el Pueblo Llano, que si qué pedantes. La regresión cultural dominante, esa gañanía de las élites ahora que en ellos se copia, les empuja a sentenciarte ¡Lo estupendos que se ponen con sus regüeldos BÁSICOS, hay que verlos! Orgullosos de su bruto piafar, diríase. ¿Y de aquella bendita inclinación a aprender, es decir, a mejorarse por dentro, de aquel respeto hacia los contenidos culturales y hacia las personas instruidas que no hace tanto animaba a las más humildes gentes qué fue, qué se hizo de todo ello? ¿A qué estos fatuos rebuznos con que te despachan? Les subleva, claro, el que les pongan delante el espejo de su molicie, el testigo de su burricie.
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