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domingo, 13 de octubre de 2013

Cara y cruz del Antro


   “Estás muy guapa”, les dicen a las Celebrities, o a las aspirantes a serlo en los programas de la Telebasura. La belleza como teologal virtud  suprema hoy. “¡Fea!”, le chillan a una guapa juez los toscos mamporreros sindicales, como insulto sumo. Guapura y fealdad, valores cenitales del ahora. ¿Y en el Antro?
     

   Hum, esa pareja de bellísimos especímenes, hombre y mujer, que sin conocerse de nada, en medio de grupos distintos, a distancia mutuamente ya se admiran.  Mira más él, aupado sobre la sonrisa lumínica que una buena estatura y unas facciones bien delimitadas regalan. Pero ella, un bombón glasé bellísimo, con toda una cascada de pelo sobre los hombros desnudos, de hito en hito también le devuelve la mirada, sosteniéndosela un instante, prolongándola con el medido atisbo de una sonrisa,  ese plácido coqueteo visual en el que, más allá de los respectivos círculos en que se hallan, por un momento ambos se balancean juntos. Esa deslumbrante guapura que abole allí las distancias sociales que entre ellos pudieran darse. Es también ese sutil rito la tácita contraseña de la mutua superioridad que los dos se pasan, el secreto –nada secreto- de lo que ambos así en sí reconocen y comparten, prototipos perfectos y triunfadores en medio de la tribu de los cuerpos vulgares, la moneda decisiva que ellos atesoran, su belleza. Se mueven, incluso sin conocerse, como peces en el agua, claro; es de verse esa sinfónica  armonía de movimientos –risas, roces, guiños, baile, manos, cuellos, labios, como otras tantas notas de una misma melodía cautivadora- que despliegan en la gigante pecera del Antro. Con qué fácil naturalidad transcurre todo para ellos allí, ese su majestuoso ritual de admiración y aproximación, su roneo de hermosos animales, reyes radiantes en esa Creación, haya o no luego acoplamiento, qué edén a su medida el Antro, qué horizonte tan mirífico ante ellos se abre.
        
   Vemos también a la otra pareja, los menos físicamente agraciados, un poco contrahechos, algo feúchos, sí. Ah, no aciertan a mirarse cómo y cuándo deben hacerlo para que resulte natural su aproximación, no dominan esas claves, no acordan como debieran los gestos del cuerpo, no se sonríen, no se tocan, ni se rozan, tienen los brazos contra el pecho,  tropiezan, parecen maniatados en su mediocre torpeza, en la gris timidez con que bucean allí, patosillos, como unos extraviados peces abisales. Intentan con el habla llenar su impericia, pero se trabucan, no fluyen entre ellos fáciles las palabras, se atoran: el estrépito de la música, el contraste con los otros, no es su hábitat. Qué cuesta arriba se les hace todo allí, qué rabia allí su escasa destreza, qué mal acabados sus rostros. Ha derramado él  parte de una copa sobre el vestido de ella sin pretenderlo, para más aún incrementar el mutuo sonrojo. Se producen pausas y vacíos entre ellos, no se encuadran con los ojos, miran mucho hacia todos lados, como a punto de salir huyendo el uno del otro.  

   
   Y sin embargo, lo verdaderamente emocionante es descubrir, por encima de su desastre ritual, lo verdadero, lo único verdadero en todo el Antro que está allí con trabajo entre ellos dos, sólo entre los dos, naciendo: la hermosísima flor del amor. El estar ellos, muy lentamente y contra todo, el uno del otro enamorándose.



LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
154 pgs, formato de 210x150 mm, cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)

1 comentario:

Napo dijo...

Como todos los finales felices entre hombre y mujer...ficción.

Que pena. Ni la pobreza da salud ni la fealdad felicidad. Por lo menos, no necesariamente.

Creo que esos dos feos son sólo dos naúfragos en un mar de moda y belleza y que nada más ven el otro ese tronco a la deriva a que abrazarse.