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lunes, 7 de octubre de 2013

Catástrofes: Rajoy, Villalobos y el Emperador del Japón

 



    Sostiene la Teoría de Catástrofes que el vuelo en fuga de una mariposa acosada en Rawalpindi puede ocasionar un terremoto en Los Ángeles. Veamos ahora: Rajoy olvidó la inclinación ante el Emperador del Japón. Aleteó en el viento un rumor de descortesía. Creció luego el rumor más allá… hasta dar con el imperial trasero de Celia Villalobos por los suelos… que se inclinó ante un triste bolardo. Historia de una catástrofe anunciada, entonces.
     A ver si en haikús también esto nos sale:

No hay cortesía
al Emperador del Japón
gime el viento

Risa de Celia
bolardo en el tiempo
allí el morrón




Un “profe” (Eugenio Alfonso García de Paredes) escribe un blog (ideasculturassensaciones.blogspot.com.es) que es todo él un muy delicado Templo de la sabiduría y el humanismo. La música, la pintura, la filosofía, la literatura encuentran allí brillante acomodo, enjundioso comentario y magistral análisis, los que le permiten sus amplios conocimientos y su temperamento sensible. Cayó mi pobre libro (LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS) en sus manos. Temblé. Se ocupó de él, con generosidad, siendo yo nadie, le dedicó su sabio tiempo. Me caló. Y esto, lector, del mío libro el profesor tan bien escribió:
  




   Cumplir 40 años produce una inflexión en la vida. La juventud queda totalmente atrás, pero tampoco eres, o tienes sensación de ser, “mayor”, ni “maduro”. Es la edad más rara. La década anterior es la de formación, en la que diseñas y haces tu vida, consigues tus primeros logros personales y profesionales. Te das forma definitiva tras la locura de la veintena. A partir de los 50, te asientas, sabes quién eres, la vida ha dado sus frutos… La mayor parte de los cincuentañeros que conozco tienen esa placidez de conocer la vida. En los 40 son las renuncias y las equivocaciones. Si no funciona tu pareja o el desgaste acaba con ella, es a los 40 (aunque yo sea una rara avis, que fundé mi familia justo a esa edad). El ímpetu profesional disminuye  y vienen los problemas y las renuncias. La soledad pesa más.

   Te das cuenta, si vas a una discoteca o cualquier lugar de reunión social, que para mucha gente dejas de existir: no es que no te miren, es que no te ven. Te vuelves transparente. Aún no tienes el atractivo de los maduritos, y has perdido la frescura de la juventud. Tus hijos dejan de ser niños y empiezan a ser insoportables adolescentes, o más allá. Cambia tu relación con ellos. En fin, es un periodo de transición en el que cuesta mucho saber qué pasa, quién eres, o a dónde vas. Te lo planteas todo, te da la sensación de que aún tienes tiempo de cambiar. Te angustias o te mata la ansiedad. Y si no has sido un gran deportista ni te has dedicado a la vida sana, el cuerpo empieza a pasarte factura: el dolorcillo en el cuello al levantarte, los comienzos de algunas enfermedades de “viejo” (artrosis, vista cansada…). Prueba a ir al médico, empezarás a escuchar la expresión “normal a su edad”, que te dejará ganas de reventarle la cabeza al galeno. Da un poco de rabia sentirte pleno mentalmente y que el cuerpo no responda a esa plenitud. El cansancio por cualquier esfuerzo que antes hacías sin importarte. Finalmente, te aggiornas. Es una edad de pérdida de rumbo. Quizás esté exagerando un poco, pero más o menos es así: los cuarenta queman mucho.
          
   ¿Por qué esta introducción tan negra? Porque es, desde mi punto de vista, una de las claves del libro que quiero reseñarte: Las Historias de un bobo con ínfulas”, de José Antonio del Pozo, sobresaliente escritor y amigo virtual –no nos hemos visto nunca– que presenta con este libro de relatos una hilarante colección de vivencias de su alter ego, Armando, que bucea en las procelosas aguas de la cuarentena después de la ruptura de su matrimonio. Historias divertidas, historias tristes, historias surrealistas que desgranan las vivencias de un personaje que podemos ser muchos de los que vivimos nuestra adolescencia y primera juventud en los ochenta y encaramos ya la madurez en una sociedad tan cambiada como perdida.
         
   Harto de intentarlo por las vías habituales, José Antonio del Pozo se lió la manta a la cabeza y ha decidido autoeditar su propio libro, a través de la Editorial Círculo Rojo. Él mismo lo distribuye y vende, más abajo te dejaré el contacto por si te animas, que espero que lo hagas. Es una pena que autores que merecen la pena, escriben bien, y tienen cosas que decir no entren en el circuito de las editoriales, en un país en el que hasta el concejal de festejos del pueblo más recóndito de la meseta consigue que le publiquen y distribuyan un libro. No sé si me explico. Pero las cosas están así, y sospecho que manuscritos de calidad que muchos querríamos leer están durmiendo en los cajones o los discos duros de sus anónimos autores.
            
   Por eso me llamó la atención la propuesta de José Antonio del Pozo, y decidí comprarle un ejemplar y leerlo con fruición. La verdad es que he disfrutado mucho. Una redacción clara, sin ínfulas, pese al título, que desgrana historias en las que muchos nos veremos identificados. A mí me gustaron especialmente varias historias. La primera, titulada “Triste de mí” en la que el protagonista, presa de un ataque de celos y despecho, ingiere litros de agua del grifo en Egipto con el consiguiente resultado intestinal. Fueron mis primeras carcajadas, y me dieron a entender que el libro que tenía entre las manos merecía la pena. O la aventura en Mari Gloria peluquería Unisex, que, como reza el autor “Ya empezamos mal”. O la locura adolescente de la Chica Rubia de Celeste Diadema, que como siempre prefiere al deportista malote antes que al insignificante empollón. Historias de sexo escondido, con la tía política insatisfecha, con la china que pide dinero en el metro mientras interpreta música, con la gordita que resulta ser deficiente y te cuesta una soberana paliza, o con la vecina de dulce olor, con la camarera... La graciosísima historia de Justus, que se embarca en una cruzada evangelizadora por puro deseo. Al final se queda con la chica y aparcan ambos la fe. En fin, historias con las que sentirse identificado, en un Madrid de todos, con paisajes variables pero no cambiantes, y que se van graduando con maestría: cada vez un poco menos hilarantes, cada vez un poco más oscuras, cada vez más reflexivas. Pero sin perder el sentido del humor, del pobre triunfador del karaoke que se ve perseguido por dos polacos calle abajo hasta terminar desplumado, literalmente, y con el culo al aire en una mañana gélida.
          
   Es un libro que hay que leer. Si tienes cuarenta, si los has tenido, y si pretendes tenerlos. Vas a disfrutar mucho con las historias porque debajo del surrealismo subyacen realidades con las que te vas a sentir muy identificado. Altamente recomendable, no debes dejar de leer “Las Historias de un bobo con ínfulas, que no son más que las vivencias ocurridas o no de un tío muy inteligente. Ponte en contacto con él en su correo, josemp1961@yahoo.es. O en su cuenta de twitter, @joseantoniodelp. También te recomiendo encarecidamente su bloghttp://elblogdejoseantoniodelpozo.blogspot.com.es/ en el que trata de diversidad de temas, como reza su subtítulo: “Política, literatura, cine, sociedad”. Esperemos que haya más entregas, y que las veamos en las librerías.


1 comentario:

Napo dijo...

¡Vayaaaaaaaaa! Si alguien dijera algo así de un libro mío me iría por los bares a enseñar la copia e invitar a todo el que se mueve. ¡Enhorabuena!
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Hay 3 clases de tontos: El tonto dócil, que es ese que sabe que no sabe. El tonto con criterio, que es al tonto que más le temo (Ej.: Zp) Y después tenemos al listo despistado que mete la pata como si fuera tonto. Este último es Zajoy.

Delante de un Emperador y… ¿Qué pasa tío, nos hacemos unos traguitos de arroz?
Las formas y ritos son importantes en todas las facetas de la vida y muy, muy importantes en las relaciones internacionales.
Zajoy, tonto, y aún mucho más en las relaciones con según que países.

Espero que lleve avanzado su segundo libro.