Le ví la otra noche de refilón en el Sálvame
del lujo. Como un pequeño buda caído, tirado sobre el sofá, cariacontecido
rumiaba Kiko Rivera su desdicha, más
que eso, su horror, su horror. Ostras, se acariciaba el mondo cráneo igual que Marlon Brando en Apocalipsis now. Bueno,
exactamente igual no, parecido digamos. De extra en Torrente a vago remedo de
Brando coppoliano, la carrera
artística del Little Ecce Homo desde luego va, me dije. Por más que esa alusión icónica al mítico Coronel Kurtz fuese sobre todo
nítida demostración de la sucesiva degeneración de las puras Formas Ideales que
decía Platón, no dejó de
maravillarme aquel acariciarse la chola lironda del hijo de Paquirri y Pantoja.
Hum, el Coronel Kurtz,
aquel ex - boina verde en el Mekong, que como Lope de Aguirre en el Amazonas, sumido en el furor y en la locura
totales de la guerra, había organizado su propio ejército, dejándose incluso
adorar por los indígenas. Sus frases medio nietzschianas en la espesura de la
jungla, potentísimas: “No creo que existan palabras para describir
todo lo que significa, a aquellos que no saben qué es, el horror. El horror. El
horror tiene rostro. Tienes que hacerte amigo del horror. El horror y el terror
moral deben ser amigos… Se necesitan hombres con principios que al mismo tiempo
sean capaces de utilizar sus instintos, sus instintos primarios para matar. Sin
sentimientos, sin pasión, sin prejuicios, sin juzgarse a sí mismos. Porque
juzgar es lo que nos derrota”.
Bueno, Kiko Rivera dolíase de
su personal horror entre los manglares de Jéssica
Bueno, ese otro vietnam. No ha pasado poco el hombre, pensémoslo bien: Jéssica, tras mucho meter y sacar con
el apolíneo tenista Feliciano López, entre
otros, prendada quedó al parecer del mondo Kiko.
Tener el pobre que convencerse de que así fue así pasó eso, bueno.
Apalancarse al cabo Kiko contra el
cuerpo flemático de Jéssica, que así
debió ella ordenarle para proveer el consiguiente embarazo. Soportar luego
ambos dos la pena por el aborto del niño que llevaba ella ya en el vientre, con
lo que hubiera debido ese dolor unirles. Sobreponerse y volver a acoplarse de
nuevo a ella, a su cuerpo de mírame-y-no-me-toques, para de nuevo embarazarla,
que seguro que así ella se lo dictó. Y luego, tras la felicidad indecible que
consigo le trajo la criatura, la alegría sin nombre por tener entre los brazos
la viva carne de su carne, de golpe, a los muy pocos meses, la traidora fuga de
Jéssica con su hijo tras los rizos
de un futbolero con posibles. Oh, Kiko
Rivera, cómo no comprender tu aflicción.
Contaba Kiko que a los tres
meses de su amancebamiento con la Bueno,
dictaminó ella que no quería ya nunca más yacer junto a él, directamente
enviándolo al destierro de un sofá,
justo en esas horas de la noche en que más se ansía y se supira por el
abrazo y el latigazo del cuerpo de la amada. ¡Habráse visto ostracismo más
cruel para un hombre ardiente!
Ya digo, repachingado en un sofá de falso luxe, acariciándose el pelado
cerebelo con lejanas reminiscencias de Brando,
declamaba Kiko algo acerca del asco.
De tener alguna luz más simplemente hubiera dicho: el horror, el horror… y
de sobra hubiéramos comprendido todos la cruz sin luz de tu infortunio, Kiko.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
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154 pgs, formato de 210x150 mm,
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
1 comentario:
No me da penal. Gana dinero contando sus desgracias mientras hay gente que no tiene ni a quién contárselas.
Es sólo un fruto podrido del arbol gris de la modernidad flourescente de esta España nuestra incolora, insabora y insípida.
Es un humano, sí; pero es sólo un hombre de usar y tirar, tanto para sus parejas como para los directores de programas de tv. Su biografía está en la basura para quien quiera buscarla.
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