La tenía ahí, en un rincón, medio
olvidada, bah, como cosa ya vista y amortizada. Confinada ella también sobre un
dvd polvoriento. Como ahora, por mor de la reclusión obligada por la pandemia,
sobra y falta el tiempo, se estira y se encoge, se estanca y se apalanca, me
puse de nuevo a ver “Sabrina”, el clásico de Billy Wilder. Y qué gozada. De
nuevo el prodigioso manejo de Wilder con la comedia, ese género maestro para
expresar el haz y el envés, la máscara y la verdad envueltas y revueltas de que
la vida en sociedad está hecha. Ya tú sabes: Hepburn en plan Cenicienta entre
dos hermanos riquísimos, a cual más manipulador –un calavera seductor, el uno,
el otro, un maquiavélico industrial- a
los que enamora y de los que se enamora, y el choque de los estatus sociales,
del qué dirán, y el ingenio de las situaciones, divertidísimas, y el
cuestionamiento de los valores, y el cambio de las personas, el instinto de
libertad y el peso de los sentimientos… Todo un festín para el espíritu. Y
Audrey, que resplandece en cada plano, tanto, que los mismísimos Bogart y Holden,
mayorcísimos a su lado, ni patrás
cuelan en esos papeles. Claro, que a Hepburn le pones, qué sé yo, a Brad Pitt y
a Di Caprio ahí, y da lo mismo. A su lado, al menos pur muá, todos palidecen. Hepburn
vive, la distinción sigue.
viernes, 24 de abril de 2020
SABRINA OTRA VEZ (CONFINADOS, DÍA 41)
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