Se teme para otoño una segunda oleada
del coronavirus. De otras nuevas epidemias, si no. El apocalipsis climático de
Greta Thurnberg –esa extraña niña de la curva ecologista- pasa de momento a
mejor vida. Siempre podrá decir airada, y podrá quedarse tan pancha, que la
pandemia es la venganza de la Madre Tierra y de la Pacha Mama por la rapacidad
capitalista. Parece que las mascarillas, los guantes, las gafas protectoras,
los equipos de protección integral (EPIS) -una suerte de universales burkas
blancos impuestos por el mal de la pandemia-, en fin, los
confinamientos recurrentes, han venido para quedarse... con nosotros en la vida diaria. Poco más o menos es bien posible que así ataviados nos hagan ir por la rue. Más los desastres que a
la estructura económica sobrevendrán, que tanto costará volver a enderezar.
Frente a los felices años 20 del siglo pasado, diríanse los que encima se nos vienen los
tristes años 20. Parece así dibujarse una suerte de nueva Edad Media Posmoderna, ese mix informe
de lo antiguo y lo reciente con que la Historia a menudo resuelve, un poco como
la China actual, una sociedad que,
por mor de la supervivencia, de forma drástica reduzca los contactos reales,
piel con piel, para sustituirlos -más aún- por contactos virtuales o plastificados. Tocarse, besarse, con un
desconocido/a, más que cuando el SIDA, volverá a ser arriesgado, volverá a ser
verdaderamente transgresor. Como esa leyenda que sobre cartelitos amarillos,
bajo la imagen de una silueta humana derrumbada por un rayo colosal, o la de
una calavera, rezaba en las casetas de los transformadores en los barrios de
nuestra infancia: PELIGRO. NO TOCAR. PELIGRO DE MUERTE.
viernes, 10 de abril de 2020
HACIA UNA NUEVA EDAD MEDIA 5G 5.0 (DÍA 27)
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