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viernes, 13 de septiembre de 2013

Hamlet in blog

     



   Debe producirles uno muy grande lástima, eso debe ser. Me aseguran, con la mejor intención, gentes que parecen entender mucho de esto del internete que así, de esta manera penosa y tambaleante con que yo por la ciberesfera deambulo, nada salvo la más absoluta y obscura nada me espera.  Que si quiero que a mí y al mío libro de verdad nos cambie la suerte, en vez de reconocer que apenas me lo piden, todo lo contrario, es proclamar eufórico que he agotado ya la primera edición lo que he de hacer, que no doy abasto para despachar libros tantos, que ya les atenderé cuando pueda, y estrategias así.
   
   Y me aconsejan esto porque están convencidos ellos de que el personal corre hoy tras el libro de éxito, como si fuera éste un rutilante fetiche que, al adquirirlo, de refilón a uno se le pega, perfumándole un poco del mismo aroma de triunfo que consigo el adminículo transporta. Vendría entonces a ser la propia confesión del fracaso como una especie de cenizo añadido al maleficio, que más aún perjudicara de paso la ya desdichada obra, que quedaría así la pobre por todas partes perdida ya de un previo fracaso indumentario redundante, que encima malhuele a derrota
   
   ¿Quién hoy, cuando  se huye del fracaso como de la peste,  y mucho más en medio tan etéreo y fugitivo, tan falso y desmemoriado como el Internete, va a atreverse a pedirle el libro a un don nadie que encima admite a las claras lo mal que con el mismo le va? Eso es lo que vienen a cuestionarme.  
     
   Te da que pensar, desde luego,  si no estará uno, en efecto, haciendo las cosas rematadamente mal. Equivocándose de parte a parte al reconocer su desvalimiento y su descalabro. Si acaso no le resultará contraproducente a uno el ir por aquí con su escueta y modesta verdad por delante, como si a toda costa hubiera que  impostar, falsificar y embaucar hoy al personal.

   
   No lo sé, lector.  Yo no valgo para eso. Aunque quisiera, no me saldrían esos números pintureros y timadores. Para las exigencias de ese falso guión este protagonista no da ni el físico ni el psíquico requeridos, ni el haz ni el envés necesarios para esa fraudulenta kermesse. ¿Tan a la baja cotiza hoy en día la sencilla verdad de las personas? ¿Tan poco vale ya la palabra dada, no digamos la palabra escrita? Estoy bien seguro de lo que vale mi libro, de eso sí. Y de que a la mayoría de quienes me lo pidieron y lo han leído les ha gustado y lo aprecian, que no es el caso de estas estupendas gentes que con tan buena intención me aconsejan. Lector, ¿cómo tú lo ves? 



Encarni:
   “Jose, llevo el Bobo con Ínfulas por la mitad, y me tiene entusiasmada. A veces no sé si reírme o llorar… me encanta!”
Gaby:
    “Ya terminé tu libro, Jose. Lo leí dos veces al final. Me encantó. No dejes de escribir. Aunque, pobre prota, joer, qué vida.”
   Toñy:
        “Leyendo la realidad de un libro por 2ª vez para evadirme de la ficción de la realidad. (las Historias de un bobo con ínfulas)”.
   Mati:
         “Jose Antonio, estoy volviendo a leer tu libro. Cada vez le descubro cosas nuevas. Me sienta bien… Gracias”.

5 comentarios:

Bucan dijo...

Ja, ja, muy bueno. Ya veo que va por mis consejos. ¿Cómo crees que se fabrican la mayoría de los best-seller?. Vendiendo éxito. La gente compra éxito. Cuando aún no se ha vendido ni un ejemplar de un best-seller porque se está imprimiendo ya se anuncia como éxito.

Decía Francisco Umbral que cuando llegó a Madrid desde provincias se dió cuenta después de deambular de un lado a otro que en la capital todo el mundo vendía algo. Y que él decidió venderse a sí mismo. Se vendió como intelectual dandy.

Con su abrigo azul marino cruzado y su bufanda se dejaba caer por los lugares de moda donde artistas, editores y gente de poder copeaba. Con su gran altura y su voz grave, se hizo notar y le prestaron atención. Antes de vender libros y escribir artículos en prensa, se hizo personaje a sí mismo.

Es lo mismo que hizo Warhol, que acabó vendiendo por millones cuadros ridículos de dibujos de comic. Antes se había hecho famoso en los night club de Nueva York haciendo vida social.

Hacerse uno personaje para después vender su obra suele ser habitual y es lo que hacen los que tienen jeta. Quizás puedas conseguirlo con tu blog, no digo que no. Si te hicieras un bloguero famoso, muchos comprarían tu libro. Como compran los de presentadores de televisión conocidos o de cocineros televisivos.

Escribir tiene su técnica y cada cual tiene su estilo. Pero vender también tiene sus reglas.

De todos modos, a veces fallan los razonamientos. Como te dije, tengo publicado en Amazon un libro sobre Colón que se titula Oro y Lujuria en Fuerte Navidad. Y un extracto gratuito del mismo lo subí en PDF a Scrib, donde puedes poner textos gratuitos. Pues han descargado más personas el libro en Amazon pagando que el extracto gratuito en Scrib, que es muy breve pero va con fotos en colores y se lee comodamente. ¡Increíble!. Mi intención era al revés: que la gente leyera el extracto gratuito y se interesara después por el libro. Me parece que está siendo al revés. He de meditar sobre el asunto porque tiene miga.

Pero te aseguro que mis consejos van con la mejor intención.

Lectora dijo...

Pues yo creo que algo de razón hay en eso, a la gente no le gustan los lloricas. Si vendes poco no digas que eres un fracasado sino un escritor de culto.

José Antonio del Pozo dijo...

-Bucan: muy interesante lo que comentas, sí.
-Sonja: pues es una muy buena sugerencia, la tuya, aunq eso de "escritor de culto" dicho por uno mismo queda feo, y no sé cuantos ahora mismo comprenderían ya la expresión en sí. Muchas gracias, Sonja, por creer en y valorar mi libro y my person. Un abrazo

A dijo...

Lo que tengo muy claro es que no te puedes permitir estos “ bajones" que te dan. Llevabas una semana larga de “ depresión bloggera"
Menos mal que yo vengo del futuro, resulta que ya has publicado tu segundo libro. (¡ Qué majos los bloggers animando! )

A

José Antonio del Pozo dijo...

Mi idea, A, casi siete años ya, de los lectores de mi blog (nºs de visitas cantan) es que yo doy mucho a muchos, y he recibido nada de muchos y mucho de muy pocos. Demasiada ingratitud. (obviamente, no lo digo por tí, A)