Resulta más que chocante el
escandaloso vacío simbólico y escénico que los partidos nuevos, y sus jóvenes
líderes, no contaminados por tanto con el chapapote corruto que la funesta
sombra de la Casta arroja sobre los
partidos tradicionales, guardan tras las elecciones europeas. Ese clamoroso
“silencio” aún más chirría por contraste con la omnipresente logorrea de los
Líderes Sumos de los Filochavistas en sus cadenas favoritas de televisión,
siempre a la mínima dispuestos, Iglesias y Monedero, Monedero e Iglesias, a
encasquetarte el furioso mitin de campaña, que para eso de corrido se lo saben.
Es como sí, Rivera, Abascal, Toni Cantó, la misma Rosa Díez, decepcionados con la pasada electoral que los Podemos les arrearon a la hora de
recoger el descontento ciudadano, permaneciesen aletargados, patidifusos,
hechizados ante el fantasma hiperlocuaz de Pablo
Iglesias. Sólo que esa ausencia puede serles fatal, habida cuenta de la
inmediata cercanía de los próximos comicios.
Esa incomparecencia en el escenario público implica, por decirlo en
términos futbolísticos, no sólo concederles el centro del campo para que a sus
anchas campen los demagogos del indignado discurso facilongo, sino regalarles
el balón –todos los balones de la actualidad- para que sean ellos sólos quienes
uno tras otro se apunten todos los goles ante la parroquia indecisa. Pablo Iglesias no es que marque goles,
es que a menudo recuerda al goleador uruguayo fichado por el Barsa, Luis Suárez, el mismo que en el lance
es que muerde.
Si precisamente una de las claves del éxito de los Podemos reside en su destreza a la hora de explotar el medio
televisivo –que misteriosamente les ha mimado-, no se comprende bien como Rivera o Abascal apenas aparecen en
las decisivas pantallas, medio y canal crucial hoy en día, defendiendo con
coraje sus propuestas y su limpia trayectoria. El propio Iglesias, experto en comunicación política, se ha hartado a
explicar mil veces la formidable multiplicación que la influencia del discurso
experimenta cuando a través de la televisión y con continuidad es transmitido.
Es en las pantallas, y en las redes sociales anexas a las mismas, que aseguran grandes audiencias en esta Era Icónica en que vivimos, donde sobre todo se libra la
principal batalla ideológica, donde se obtienen el respaldo y la aprobación de
los tele-espectadores. ¡Si el propio Albert
Rivera así lo había demostrado en los primeros tiempos de su original
irrupción en la escena política! Se me dirá, es que las teles no les llaman.
¡Tienen que saber cómo reclamar sobre sí la atención de los medios! Entonces,
¿a qué viene esta estruendosa desaparición de los jóvenes líderes, de la
esperanza que también ellos representan, ante el debate político? ¡Lo que no
sale en la tele, lamentablemente, no existe!
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
154 pgs, formato de 210x150 mm,
cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
1 comentario:
También llevaba preguntándome un tiempo lo mismo. Sin duda, lo que no cuentan no existe. El poder de los medios de desinformación da pavor...
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