(LA IZQUIERDA ANTE EL CORONAVIRUS,
CONFINADOS, DÍA 36)
La Vicepresidenta Cuarta, Ministra de Transición Ecológica en este
gobierno Faraónico, Teresa Ribera, ha adelantado -en vez de pedir, como han
hecho ya USA, Reino Unido y Francia, explicaciones a China por las fundadas
sospechas acerca del célebre laboratorio de Wuhan, auténtica pistola humeante en el caso- en
entrevista al diario.es la que a buen seguro será la línea de ofensiva
ideológica del Buen Progresismo frente al COVID-19 en cuanto se supere la
emergencia sanitaria: la culpa del coronavirus la tuvo en el fondo… el
capitalismo genocida, por supuesto, vamos, Donald Trump. Dice la Vice: “Al destruir ecosistemas,
incurrimos en riesgos que se materializan de forma dramática como este virus”.
El entrevistador, sin encomendarse a nadie, por su cuenta y sin riesgo, incluso
elimina la retórica primera persona del plural de la gobernanta: “La
destrucción ecológica es el origen de patógenos que saltan a los humanos, como
el COVID-19”.
Dada la ascendencia ideológica del Buen Progresismo sobre la mayoría de
las conciencias en-este-país, su consumada pericia en hegemonizar con sus
mandangas el consciente y el inconsciente de los españoles, cabe aventurar que
la “explicación ecologista” tendrá éxito entre la población, no en vano el
ecologismo fundamentalista (en difuso melting
pot con el ultrafeminismo, el oenegenismo, el indigenismo, los
identitarismos varios y la antiglobalización, siempre siempre con el más furibundo anti-capitalismo de común denominador movilizador en todos) goza de muy buena salud entre las
mieles de lo políticamente correctísimo. Vendría a ser en suma el COVID-19 una
especie de auto-defensa de la Madre Tierra, de la Pacha Mama, del Sursum Corda
(pues este Papa, oh my God, se apunta
encantado a la e-moción) contra la insaciable depredación capitalista. Bastaría
un manifiesto con doce o doscientos científicos de su onda progre –éxito asegurado, que dijera la otra, así
para buenos dineros públicos que les financien- para ganarse de calle una vez
más la batalla de la opinión publicada en los media y en las íntimas
cábalas de la mayoría.
Y es que el fundamentalismo ecologista (no el razonable) casa muy bien
con tradicionales “explicaciones” históricas que, desde la superstición o el
desconocimiento, se han dado sobre las pandemias:
así, las sociedades primitivas achacaban las mismas a la furia de los Dioses, y
ofrecían sacrificios humanos para aplacarla (la desindustrialización que exigen
ahora los ecologistas duros); más tarde la Iglesia vio en la soberbia humana y
en el consiguiente castigo divino el origen causal de las catástrofes, como la
Torre de Babel y el Diluvio Universal ejemplifican, contra los que se pedían
plegarias y más plegarias (las letanías buenrrollistas
de armonía con la Madre Naturaleza con que hoy nos sahúman los ultraverdes).
¿No escuchamos por doquier acaso la sandez de que esta catástrofe “va a venir
muy bien para darnos cuenta de los verdaderos valores”? ¿Quién -y con qué
influencia- recordará entonces la verdad histórica de las pandemias en la larga
Historia de la Humanidad, de cómo las infecciones han sido siempre la más
poderosa causa de mortalidad? Porque, ya te digo, de investigar el laboratorio
de Wuhan, y al Régimen que lo mantiene, ni hablamos.
3 comentarios:
No entiendo su blog. Ignorante que es uno.
Si no fuera patético, diría que incita a la risa floja.
Anónimo: ¿no lo entiende? ¿Por? Explíquese, please.
MAMUMA: Gracias. Un saludo, my friend
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