Siguiendo con lo que escribíamos ayer… Que las redes y las pantallitas generan adicción parece indudable. Los propios inventores de las redes sociales han llegado a reconocer que idearon el ME GUSTA y similares a modo e imagen de los azucarillos que le mostraban al célebre perro de Pavlov para condicionar sus reflejos y que el pobre animal entonces salivara. Los ME GUSTA desencadenan esos mismos euforizantes neurotransmisores, creo, en los cerebros de las personas, de manera que, cuando nos faltan, nos ponemos entre tristones y gruñones, como perritos sin terrón. Eso explica en parte el fenómeno contemporáneo de los INFLUENCERS –picaresca añadida-, con legiones de seguidores de… la NADA en imágenes. ¡Por eso el Poder, todos los poderes, no escupen ahora sino imágenes! En esas condiciones, claro, el querer hablar de tus libros en las redes es una batalla perdida… salvo entre personas muy especiales, especiales por su sensiblidad y generosidad. El círculo de la maldición para el escritor sin Nombre se cierra cuando este constata… sin CONTACTOS, sin PADRINO, sin ENCHUFE… que precisamente son las REDES cuanto tiene, dicho mejor, ese racimo de muy especiales personas que a uno, contra Todo, de verdad lo impulsan.
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