En principio, en esta sociedad de imágenes, lo que no sale en televisión, lo que no es viral (de nuevo qué acierto la palabra para la cosa) en las pantallitas, no existe. El éxito, la relevancia, el Nombre, vendrían a ser eso, el salir mucho, como sea, en pantallas y pantallitas. Pero, obsérvalo, la sobredosis icónica acaba por tener efectos contraproducentes en la imagen del personaje, sea cual sea el ámbito en el que hasta la saciedad este aparezca Decía Umberto Eco que no salir hoy en televisión es ya un signo de elegancia. Ampliemos el eco de Eco: ocurre además que los que más salen en las televisiones, por la pura acción de la ley de la INGRAVEDAD que en las mismas manda, inexorablemente acaban por resultarnos ESTOMAGANTES. Tanto pixel glamouroso e hiperrealista termina, de manera paradójica -tal es la abrasión que la imagen repetida hasta la náusea produce- por tornarse espejo deformante, y así los más asiduos en las pantallas acaban en ellas por fuerza convertidos en grotescos muñecotes de feria neuróticos en una pira derritiéndose. ¡Cuánto mejor el derroche de imaginación y recreación que la radio o la lectura procuran en quienes las frecuentan a un lado y al otro de la fábrica de las mismas!
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