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sábado, 14 de septiembre de 2013

Redes sociales y libros con ínfulas




   Para los escribanos que somos nadie, para los que no tenemos contactos ni contamos con Padrino alguno que vele y afiance los pasos de nuestras literarias criaturas, con sus pros y sus contras es el Internete cuanto tenemos. A ese río revuelto acudimos ilusionados cada mañana, a echar a los vientos cibernéticos las noticias de lo nuestro, a proclamar bien alto en esa Plaza Mayor la candidatura de nuestro libro… para casi siempre volver cabizbajos y taciturnos, con la nada relajante  taza de un amargo café, esa purga que es el fracaso, encima. 
    
   Entonces, cuando leemos severas admoniciones contra el Internete un poco nos sentimos, por compensación, aliviados y resarcidos en nuestra libresca desdicha. Hay muy serios autores que sostienen que el vértigo del internet y de las redes sociales están modificando para mal la estructura del cerebro: ese picoteo incesante estaría detrás de la pérdida de la capacidad de concentración y de la extrema y burda simplificación del lenguaje que cada vez más se observa en las nuevas generaciones.
     
   Y la bomba: “millones de personas han perdido la capacidad y el interés por leer algo más que un pantallazo que vaya más allá de diez líneas”. Ese ininterrumpido y ávido escaneo, además altamente adictivo, que con la mirada lleva a cabo como estricto hábito el internetero puede causar el desinterés por los libros, esos mochos tochos, no digamos si hablamos de títulos y de autores que no conoce ni Perry, de los que qué y con quién comentar en esas mismas redes sociales después, si ni a la hora de cenar en su casa a esos escribanos les celebran.
   
   Por supuesto casi todos los bodriosos best-sellers de esa misma onda expansiva que las redes sociales procuran se benefician, como esas profecías que de tanto nombrarlas unos y otros se autocumplen, y más y más clientes, deseosos de comentar, signo éste de estar en la “onda”, lo que los Trending Topics difunden, en sus redes caen.
   
  Así es que, lector, leemos y rumiamos cosas así sobre las modernas redes sociales y quizás, como te digo, algo más reconfortados nos volvemos a nuestro fracaso… quién sabe si con ganas de asomarnos de nuevo mañana en la mañana a ese turbión de aguas bravas que es el  Internete nuestro de cada día, que es cuánto tenemos quienes nada somos, excepto un atisbo ilusionado de literarias ínfulas, apenas una vela encendida en medio del vendaval.





… La estricta realidad es que desde luego muchas personas observan, pero no valoran lo que hago. ¿Es mucho pedir a quien con regularidad todo el año lee tu blog que te solicite el libro? Mi libro además vale mucho más que quince euros, estoy seguro.

Encarni:
   “Jose, llevo el Bobo con Ínfulas por la mitad, y me tiene entusiasmada. A veces no sé si reírme o llorar… me encanta!”
Gaby:
    “Ya terminé tu libro, Jose. Lo leí dos veces al final. Me encantó. No dejes de escribir. Aunque, pobre prota, joer, qué vida.”
   Toñy:
        “Leyendo la realidad de un libro por 2ª vez para evadirme de la ficción de la realidad. (las Historias de un bobo con ínfulas)”.
   Mati:

         “Jose Antonio, estoy volviendo a leer tu libro. Cada vez le descubro cosas nuevas. Me sienta bien… Gracias”.

2 comentarios:

Bucan dijo...

Las redes sociales han sido una revolución social. Son sencillas de usar y millones de personas se han volcado en ellas. Poco texto y mucha imagen. De repente, millones de personas se sienten autores. Todos siguen a todos y nadie lee a nadie pero no importa. Cada uno se lee sobre todo a sí mismo siempre que no escriba mucho, porque si no, ni eso. En Twitter son 150 carácteres y ya empieza a parecer mucho. Nos guste o no, es lo que hay.



Anónimo dijo...

Se tагda basta&X6e;te en ver с&X6F;&X6E;tenidos coherente&X6d;ente redaсtados, рor lo quе tengo &X71;ue rеconoc&X65;rtelo.Si&X67;uan аs�!


Articulos re&X6c;acionados Carlos