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martes, 27 de marzo de 2012

Descomprensión, Incomprensión


   
    Después de haber transitado los elevados territorios –todo lo discretos que se quieran- de la Creación y del Ideal, en cuyo paseo de antemano aparto de mi visión cuanta deformidad y vicio pueda contaminar de su negrura esos parajes,  qué pereza luego, cuando pretende uno retomar su otra vocación, la de severísimo censor según mi humilde y faccioso entender, claro, de estos tiempos malhadados, qué pereza da, digo, arremangarse de nuevo para hacerle el adecuado vituperio a esos barros.
   
    Dudo a veces incluso si hacerlo, pues sabido es que moverse en los etéreos y olímpicos vericuetos de las abstracciones del gran Arte, sin descender al compromiso con lo real,  jamás te granjea el encono y la antipatía de nadie. Hablar y enjaretar el presente, las costumbres, la Politicorra, las ideas que respiramos en suma, hacerlo de acuerdo a tus principios, resulta incómodo, pues se pisan terrenos resbaladizos plagados de muy íntimas vivencias para cada uno de los lectores que casi sin quererlo atropella uno, con los inevitables resquemores e incomprensiones. ¿Es mucho pedirles que me escuchen, que me discutan lo que les parezca mal de lo mío?
    
   Ya lo he dicho otra veces: el que escribe de Política –que es hacerlo de la historia de las Ideas-, si es de izquierdas, tiene todo que ganar: al escribir de camino abraza él con su “compromiso” la causa del Pueblo, de los que sufren, de los de abajo, todo ese ramillete de espléndidas autoconciencias que de matute ellos cuelan. Si escribe desde principios liberales –de Derechas, si así nos aclaramos- nada excepto la incomprensión de la mayoría lo espera, habituadas las muchedumbres desde tiempo inmemorial a los cánones del mester de Progresía, que hacen de ese compromiso servidumbre solo del Poder, de los que más tienen, de los enemigos mismos del género humano.
   
   Me digo al cabo: es tu vocación, tratas de ejercitarla con rigor y honestidad, a nadie has de pedir disculpa por ello, por querer discutir esos grimosos dogmas del Canon progre. También la crítica, si aporta enjundia, si permite el intercambio de pareceres, puede ser creación. Me consuelo a la postre y hago mi particular armisticio con los inmaculados dominios de la gran literatura: en Quevedo, en Cervantes, en Unamuno se da tanta creación pura como pura censura del mundo y de las gentes con las que se toparon. Y creo que a fuerza de intentarlo algún reflejo, por pálido que sea, de aquellos gigantes a mí ha de alcanzarme. Y olé.
    Lo único que necesito, lector, es un artículo como este que, como a los astronautas del Soyuz después de darles vueltas y vueltas a los andurriales de las estrellas, me sirva de descomprensión. Compréndeme tú ahora.   

3 comentarios:

José Antonio del Pozo dijo...

Marina,Juan Carlos,Hada,Winnie,Hyperion,CS Peinado,Kayla,David: gracias infinitas por las palabras tan generosas que me dejais
un abrazo a cada uno

Monica dijo...

Te comprendemos, te respetamos y te leemos. Gracias por lo buenos ratos que nos haces pasar con tus magníficos textos literarios (y los políticos).Saludos

Winnie dijo...

Será por eso que te dejo a ti lo de escribir de política (que poco me atrae) y de lo demás...que sí me haces disfrutar. un beso