(Termina noviembre, ¿lector? ¿Agradeces el blog? ¿Lo valoras? Necesito vender algún ejemplar más de mi libro, que es además muy bueno -creo-, para seguir escribiendo. Precio por correo normal: 10 euros)
Somos muchos los que mucho echamos de menos a Enrique Urquijo y sus secretos, muchos los que mucho lo recordamos.
Yo llevo siempre en mi coche a Enrique
Urquijo, por si una amargura espesa, como una niebla súbita en mitad del
viaje, de pronto me asalta. Pongo entonces la música y la voz suyas, tan
únicas, cuajadas de tristeza, y de forma misteriosa, en mágica homeopatía, la
mía en esa tristeza superior –esa voz
densa que se diría arrastra consigo el barro y los cantos del penar de un niño
rico enfurruñado al que acabaran de castigar duro tras una trastada, que tan
bien se adecua a unas letras de desamor y derrota- poco a poco se disuelve,
y sumida en esa rara belleza que allí se destapa se eleva al cabo hacia un
consuelo que es ya casi alegría. Sí, una tristeza inspirada nos acuna, nos
arropa y abraza, nos contagia al fin un extraño contento de ojos humedecidos.
Quiero ahora revivir contigo, lector, una de sus últimas y más hermosas
canciones, “No digas que no”, en las que casi desnuda brilla en aquilatada
pureza el don artístico de Enrique
Urquijo. Al final del post está. Ya el punteado inicial, pausado, humilde, melódico, nos desliza
hacia un espacio doliente y muy íntimo, como en el preámbulo de una apenada
confidencia.
Por todo el camino/ de mi barrio a tu barrio/ cómo convencerte/ venía
pensando. Nunca se recibe/ sin dar nada a cambio/yo daría mi vida/ por dormir
en tus brazos.
Sí, el amante –esa voz tomada, engastada a medias de travesura y
pesadumbre- le confiesa desde el mismo principio a la chica amada el pobre
truco que para conseguirla ha tramado (cómo
convencerte) durante el itinerario, que puede entenderse también como el
entero trayecto vital. Se rinde y se desarma del todo enseguida ante ella. Y la
confesión se torna autocrítica y
sabia reflexión, casi el destilado
básico que de la atribulada existencia el propio protagonista hubiera recogido (nunca se recibe sin dar nada a cambio) –es
decir, es imposible el amor sin recíprocamente el uno al otro darse, el engaño
y las trampas le son incompatibles- … para
tornarse amorosa súplica (yo daría mi vida por dormir en tus brazos).
Es muy poética esa elipsis y ese desplazamiento simbólico que Urquijo, a diferencia de letristas más
concupiscientes, del amor hace, al cifrar el éxtasis del
mismo en algo no etéreo y platónico, bien real, sí, pero posterior al puro
desencadenarse físico del goce, ese precioso dormir en tus brazos,
como si en su visión le importaran mucho más el lírico y arrobado recogimiento
entre los amantes, las ternuras y el cúmulo de delicadezas y de doradas
sensaciones en rescoldo y en dichosa paz posteriores al coito en sí, que el
simple despendole épico y gimnástico de los cuerpos. Ese dormir en tus brazos revela asimismo una inversión de los
habituales roles sexuales, una suavidad en el afecto próxima a lo infantil, coherente
con el fraseo de esa voz lastimada, que ve también en la amada alguien fuerte
entre la que guarecerse, y que hace de ese desvalimiento quizás su mejor arma
de encantamiento.
No digas que no/ no soy un extraño/ no puedo volver/ y estoy tan cansado/
No soy el mejor/eso está muy claro/no digas que no/ estoy en tus manos.
O cómo a través de los noes intentar
obtener el sí de ella, y así volver de nuevo a estar juntos, pues ambos bien se
conocen, también la melancolía del acordeón así lo sugiere, no estamos ante una
conquista ocasional, se diría de vuelta él de otras experiencias
insatisfactorias con un precio pagado y la lección al fin aprendida, eres quien
quiero, y entregado ante la amada, expuesta con lúcida ironía la propia
vulnerabilidad (no soy el mejor) y el
propio dolor (ese no digas que no que
Enrique derrama como aullido de miedo) implorarle su amor, que es una rendición, ese tan sencillo como intenso
estoy en tus manos que él le deja al
final de la canción caer, manos que
nos remiten a los brazos anteriores,
pues en ningún momento el amor ha menoscabado su esencial carnalidad.
Y así, como nunca se recibe sin dar nada a cambio, si compartimos
tristezas y secretos en el universo creativo de Enrique Urquijo, salimos del mismo reconfortados, elevados en una tristeza dichosa, por así decir.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
154 pgs, formato de 210x150 mm,
cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en
España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)