La Progresía está indignada. ¿Qué tendrá la Progresía? No se encuentra. No se halla. Se forran con el Capitalismo pero tienen mala conciencia. Viven como reyes –y hasta como reinonas-, mas anhelan ellos disfrazarse de hombres justos y humildes. Nos dan órdenes ahora. ¡Indignaos! Tiran de imperativos militares. Nos lanzan a las hormiguitas a las barricadas mientras continúan ellos llevándoselo crudo.
Decía Kant en su imperativo categórico: obra de tal modo que la máxima de tu acción pueda servir de ley universal de comportamiento. Imperativos, los progres lo son un rato, que no dejan un instante ellos de decretarnos todo lo que por nuestro bien debemos hacer, ahora, en eso de acompañar a las palabras con los actos, hermano mío, eso ya es harina de otro costal menos categórico. ¿No posee acaso sus bienes, Almodóvar, un poco el Papa de todo ellos, bajo el cielo protector de una SICAV?
Hacen circular los pósters, eso sí: al del Ché, al de Ho-Chi-Minh, al de Marx, al de Gadaffi, al del subcomandante Marcos, al del gran Saramago, añaden ahora uno nuevo para la cole: el de Stéphane Hessel. ¡Indignaos!, nos sermonea colérico ya desde la montaña del título el anciano –un saramago parisién, oh-la-lá- y nuevo gurú. Diríase que la izquierda prueba ahora con su Jomeini particular. Le bastan a Hessel apenas treinta páginas de airadísimo “panfleto” –desvergonzadamente reivindicada con esa palabra su propaganda, alejada pues ya desde la misma entrada la compleja deliberación en pro de la directa agitación- para “arrasar”, –así lo jalean las mismas editoriales que por todas partes lo mercadean- en el Top de los Best-Sellers: más de UN MILLÓN Y MEDIO de ejemplares vendidos en Francia en sólo tres meses, mundial y millonario lanzamiento de la “obra”, en fin, planetario acontecimiento que a unos cuantos hará de oro, claro. Arrasa, pues, Hessel, como un Ken Follet más, qué digo Follet, como si fuese él la Lady Gaga de la Izquierda gagá.
¡Hombre, para tratarse de un panfleto de severísima denuncia sobre cómo “ahora TODO está dominado por medios de comunicación que proponen a nuestra juventud el horizonte del CONSUMO MASIVO, el desprecio a los débiles y a la cultura, la amnesia generalizada y la competición a ultranza” no puede decirse que no esté bien explotada la sahumada promoción que de tanto gozo ha colmado los prístinos corazones de las más bellas almas del mundo, sedientas, claro, de justicia.
Y sin embargo, algo chirría en el merchandaising del panfleto. Necesita con urgencia la imagen de Hessel de algún exótico aditamento para el póster, aunque sea el archisobado foulard de un parisino clochard al cuello. Las juventudes progres del mundo no van a lanzarse a las sublevación tras un señor que gasta tan impecable terno. Mejor encajaría en el póster principal su prologuista español, Jose Luis Sampedro, de más sugerentes aires “ayatólicos”. Dice Sampedro en “Público” (chiringuito, junto a la Sexta, propiedad de ese pobre de solemnidad trotskista llamado Roures) que el del PSOE zetapeico “es un gobierno capitalista, y que el PP se regodeará encima apretando los tornillos de la explotación”. Esa sádica presuposición en el competidor sí que es una “fatwa” jomeinista en toda regla, que por sí misma legitimaría la inmediata ilegalización del PP. Claro que, hablando de amnesia generalizada y de justa memoria histórica, mejor será no recordarle al mullah Sampedro ni la guerra civil (ojalá que no fuera algún amigo suyo de entonces el que diera matarile al abuelo de Zetapé) ni sus principales puestos durante el franquismo criminal.
No hace tanto, por cierto, eran las señoronas franquistas las que bramaban todo el día “¡indignadas!” con el devenir desbocado que tomaban las cosas del mundo. Les gastaban muchas coñas a cuenta de esos arrechuchos apocalípticos los pequeños wyomings patrios, tan felices ellos con la Movida y con el País de la Alegría que iluminaría luego para su exlusivo boato Zetapé. Se ve que el rasgarse las vestiduras por barrios va, vista la inflamada cólera con que los santones progres nos exhortan ahora a la batalla.
¿Y cuál es para el exitoso panfletito de Hessel la más crucial de las batallas? “La dictadura de los mercados financieros que amenaza la paz y la democracia… Nunca el poder del dinero fue tan inmenso, tan insolente y tan egoísta”. Y aunque pueda uno estar en algún aspecto de acuerdo con los abusos de las grandes corporaciones y de la necesaria lucha ciudadana contra los mismos, y aunque conozca uno de sobra injusticias ante las que plantarse, no debe ese cebo hesseliano hacernos morder el anzuelo de lo que tras él nos quiere Hessel hacer tragar. La Culpa de lo que al mundo le pasa la tiene, para el Panfleto,… Bush, of course, y el Estado de Israel, por supuesto, es decir, acabáramos, el capitalismo criminal.
Entendámonos: se deben criticar los errores y las carencias de las sociedades liberales, es decir, de las sociedades abiertas, las únicas que admiten en su seno la crítica y la reforma (incluso, como se ve, hasta el punto de hacer de oro a quienes aspiran a enterrarlas). Pero hacer residir en ellas, en las únicas que precisamente son democráticas, la principal amenaza a la Paz y a la Democracia mundiales, mientras se ignoran cómo las tiranías más abyectas, los fundamentalismos más fanáticos y el peculiar modelo cuasi-esclavista chino campan a sus anchas por la mayoría del Planeta, sólo puede ser la inconfesada expresión de la profunda aversión que en la sedicente progresía anida y siempre anidará hacia las propias sociedades occidentales y democráticas.
El panfletito de Hessel rezuma ese secular aborrecimiento de la Progresía a las sociedades basadas en la iniciativa individual, gustosa encima de convertirse en banderín de enganche y boba compañera de viaje de las más implacables organizaciones de la extrema izquierda, como puede verse en los principales apoyos mediáticos que el libelo hasseliano ha encontrado. El propio Hessel aseguraba algo apesadumbrado en un Informe Semanal no muy lejano que “desde la caida del Muro de Berlín se descartó completamente un pensamiento social ambicioso como era el de los países del Este, pernicioso en muchos aspectos, pero ambicioso”. Y en ese último “pero”, que minimiza lo pernicioso para engradecer lo ambicioso (y no deja de resultar insólito que lo que más valore Hessel del pensamiento comunista sea precisamente la enorme medida de la AMBICIÓN que el mismo albergaba, qué poco kantiano de nuevo) no deja de traslucirse la impronunciable nostalgia que en él y en sus seguidores late por el Muro Comunista, hoy ya en el basurero de la Historia y necesitado por tanto de mutarse y de montarse sobre un nuevo soporte, sea el que sea, que haga posible destruir las sociedades que mayores cotas de prosperidad y de libertades de todas las conocidas históricamente han conseguido establecer.
La dictadura castrista (los Castrones), por sólo poner un ejemplo, lleva cincuenta y dos años aplastando bajo la miseria los derechos humanos más fundamentales, pero ni un miserable renglón merece a los indignados ojos hesselianos. Hasta tal punto se halla la Izquierda perdida y ayuna de un claro modelo alternativo, que tiene que utilizar todos y cada uno de los remiendos que al paso le van saliendo: ecologismos, animismos, femininismos, indigenismos, animalismos, pansexualismos… todo les vale para su convento anti-liberal. El propio Hessel apunta en unas muy elocuentes lineas de su panfleto este ciego leit-motiv: “Deseo que halléis un motivo de indignación (¡) Eso no tiene precio. Porque cuando algo nos indigna, nos convertimos en militantes, nos sentimos comprometidos y entonces nuestra fuerza es irresistible”.
Y como en una burlona añagaza del destino resultó que tras el panfleto los finlandeses se indignaron y mira tú en las últimas elecciones lo que salió. Pero incluso esa indignación finlandesa a Hessel, creo yo, en el fondo no le disgusta del todo. A mí, que soy nada, sí.