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viernes, 31 de octubre de 2014

Malditos bastardos etarrras

  


   
      (Termina este octubre, ¿lector? ¿Te gustó el blog? ¿Lo aprecias? Necesito vender algún ejemplar más de mi libro, que es además muy bueno -creo-, para seguir escribiendo. Precio por correo normal: 10 euros)

   
   Al muy etarra Antxo Guinea Lasartegui, encarcelado durante una década por pertenencia a banda armada y tenencia de explosivos, nada mejor se le ocurrió que enviarle un sms con el asqueroso anagrama del hacha y la serpiente… a una víctima del terrorismo, a una mujer, hermana de Ignacio Uría, empresario asesinado por la banda etarra en 2008.
   
   ¿Podemos, sí, podemos representarnos el horrible revoltijo de imágenes, de angustias y de odios, de tristezas y de asco, que en las entrañas se le removerían a esa pobre mujer al abrir el sms y darse de bruces con el santo y seña de los mismos criminales que de forma tan despiadada como cobarde liquidaron a su hermano?

      
   Si decía ayer el Carnicero de Mondragón que, de arrepentirse él de sus bestialadas, naranjas de Euskalherría, parecería que este Guinea Lasurtegui se complace en recrear ahora en la hermana del asesinado la carnicería etarra. ¿Se ganan o no a pulso la completa repulsa estos auténticos etarrones? Válgame Dios que no me gustó un pelo la estúpida Malditos bastardos del -a mi juicio- cretino Tarantino, pero con el espanto de la noticia se me vino a las mientes esa tremenda escena en la que los héroes tarantinos a punta de navaja le grababan a los nazis su odiosa cruz gamada en toda la extensión de la frente. Y eso mismo entonces les deseé, yo confieso, a esos malditos bastardos etarras, que llevaran su hacha y su serpiente, el símbolo de tanto Mal, en el frontispicio de su jeta inscrita así  para siempre, para siempre. 




LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
154 pgs, formato de 210x150 mm, cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)

jueves, 30 de octubre de 2014

La doble vara mediática: Casos y sacos

     


   Busca, lector, compara, y si encuentras un ejemplo más clamoroso de cómo de manera opuesta “reflejan” los medios y las redes sociales muy asimilables “casos” reales y contemporáneos, dímelo:

    -Ébola-Consejero de sanidad madrileño-Bankia-Rato: rayos, truenos y degüellos.
  -Legionella-Consejero de sanidad catalán-Caixa Cataluña-Narcís Serra: silencio, silencio y silencio.

    Resulta decisivo luego ese desigual reflejo de los casos y las cosas de la Política en los medios de comunicación social, en la medida en que contribuyen a sedimentar de manera inconsciente, y por tanto de manera mucho más efectiva que cien mil vallas electorales o mil sesudos artículos, en el fondo de las conciencias de todos –especialmente en las de los apolíticos e indecisos, que son quienes deciden las elecciones- una determinada predisposición psicológica a sentir una orientación negativa hacia unos y positiva hacia los otros.
   
   Por eso mismo ante alguien que se define como progresista espontáneamente experimentamos una confiada simpatía, un haz de resonancias cálidas de buena persona bullendo alrededor de él, mientras que ante un liberal-conservador al punto se nos activan los jugos gástricos de la ceñuda antipatía, con una niebla de enemigo del Pueblo nimbándole de antemano ya la jeta al susodicho. Así día a día se fabrica la Opinión Pública, es decir, así se conquista la hegemonía ideológica, es decir, así se asegura la victoria en la mayoría de las elecciones.
     
     De los escritores ya ni hablamos: es de ver lo que adorna la biografía, y lo que contribuye al éxito terreno y al futuro el caracterizarse uno como un creador comprometido con las causas de los desheradados y bla-bla-blá, por contraposición al rechinar automático de dientes que levanta una cartela como escritor liberal, decidido partidario de la responsabilidad individual de los individuos y tal y tal. No hay color: es… la doble vara; de un lado, la que te regalan, de otro, la vara que te dan.  




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miércoles, 29 de octubre de 2014

Papa Francisco, ¿utilitario o Porsche?



   
   ¡Si cosa así hubiera hecho Ratzinger! ¡La de esperpentos que no habría mediáticamente fabricado en ese caso la incansable Orden del Progreso! Se presta la movida, desde luego, a los más irreverentes e imaginativos denuestos: por vez primera en la Historia un Papa, el Papa Francisco, ha alquilado, acaso la más sagrada estancia vaticana, la Capilla Sixtina, a la multinacional Porsche, a la disposición de cuarenta miembros de su más selecto staff.
      
   Hasta el número de esos privilegiados inclina hacia el sarcasmo. Tras el concierto en la Sixtina –cuentan las crónicas-, desarrollóse exquisita una cena en uno de los gloriosos salones de los Museos Vaticanos. Por supuesto, se enmarca la Cosa corporativa en un Proyecto de Arte para la Caridad que el propio Papa impulsa... y que a otras multinacionales invita. Según CNN Expansión (21-10-14) el Vaticano rechaza el término “alquilar”, y prefiere describirlo como hacer “visible” la Sixtina para grandes empresas únicamente para eventos artísticos.
          
   ¿Es preciso recordarle al Papa Francisco su absoluta condena y abominación del Capitalismo? “Quiero una Iglesia pobre para los pobres”, el actual sistema económico no es sólo “injusto en su raíz, sino que mata”, escribió nada menos ya Papa en La alegría del Evangelio. “Un sistema que para sobrevivir debe hacer la guerra… que se fabrican y se venden armas, y con esto los balances de las economías idolátricas, las grandes economías mundiales que sacrifican los hombres a los pies del ídolo del dinero, se sanean”. ¿Recordamos ahora lo que hubo entre Jesús y los mercaderes en el Templo? ¿Aquellas alforjas, Santidad, en usted, que nunca fue de derechas, para estos Porsches de ahora?


(Comprende uno, en fin, que no llegará así uno mismo nunca a nada. Debería quizás mirar para otro lado. A cada artículo crítico mío con el Papa –no es que yo, que soy nada, crea que el capitalismo no merece crítica y mejora, por supuesto; es sólo que no comparto la radical satanización del mismo, y menos aún las diatribas de quienes aspiran a destruirlo; me parece, el sistema de la iniciativa privada y de la sociedad abierta, el menos malo de los conocidos, y el que mayor prosperidad para más personas ha logrado-  me abandonan seguidores en el TW, en el blog por tanto también. ¿De dónde entonces van a salir quienes lo mantengan vivo pidiéndome el mío libro? ¿Debería callarme lo que pienso? En fin.)

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martes, 28 de octubre de 2014

Y Pablo Iglesias llamó a la violencia

   

    Les bastaría a los Líderes Sumos de Podemos de aquí a las elecciones con no hablar para, sólo con el diario desgranarse de los Telediarios, y las toneladas de estructurales corrutos que los mismos traen, -la mejor campaña electoral imaginable- apropiarse de ese cielo del Poder que tanto ansían. Ya se comprende que pedirle eso a los verborreicos radicales izquierdistas, para quienes la administración de las Palabras es la clave y la llave de su negocio, resulta un imposible contradiós. Así les pasa, que se explican, se les ven las ideas… y pueden palmar así.
     
      “El cielo no se toma por consenso, se toma por asalto”
     
   Decía Pablo Iglesias desde el estrado que querían “abrirse a la centralidad”, se esmeró en que no hubieran a la vista banderas rojas, ni hoces trabadas con martillos, ni el cante de la Internacional, ni Chés, ni Chávez en pósters, y aunque a la salida vendían a la parroquia las Obras Completas de Lenin, sobre todo concluyó con esa tronante y anti-democrática andanada –palabras de Marx a estas harturas- la triunfal Asamblea de Podemos. Ahí está, como la Puerta de Alcalá, bien explícita la genuina amenaza totalitaria: la clamorosa impugnación del acuerdo y de la conciliación –esencia de la democracia- y la furiosa reivindicación de la embestida, es decir, de la violencia. Yo creo que ni siquiera el batasuno Otegui ha usado alguna vez un expreso vocabulario tan virulento referido al Poder, nada menos que llamar a tomarlo al asalto.
       
   Asomó ahí de golpe otro síntoma inequívoco de lo totalitario: lo suyo no es una mejora parcial, un pequeño avance sobre lo que hay, un mínimo progresar, no, es lo suyo instituir el Cielo en la Tierra. Y ello por más que inexorablemente la Historia nos haya enseñado hasta la saciedad que todos los que prometen el Cielo, acaban por traer muy real un infierno… a menudo con cartilla de racionamiento incluida. Y puertas adentro, al rechazar el consenso, por lo que Iglesias a las claras abogaba era por la imposición de su propio núcleo duro, en torno a él como solitario Gran Timonel.
    
   Pero es que la llamada a la toma del Poder por asalto resulta particularmente tenebrosa e inquietante si la ponemos en relación con un partido que alardea en su Círculo Podemos de Miembros de las Fuerzas Armadas de contar con 3600 seguidores en Facebook y sobre todo con las afirmaciones del número 2 Monedero, quien, explicándose hace poco ante sus fieles, les anunció: “Se van a llevar un susto. No sabéis cuánta gente de las Fuerzas Armadas está con nosotros… Si ganamos, una parte importante del Ejército va a garantizar el triunfo de Podemos, y una parte de la Policía va a garantizar el triunfo de Podemos. Ahí no somos ingenuos”. ¿De qué asalto, de qué susto hablan Iglesias&Monedero?
      
   A modo de eco y de redoble de la andanada con que acababa Iglesias su solemne Discurso, añadió después -y han pasado para los afamados analistas desapercibidas, creo- las consabidas consignas imperativas, las murgas propias de la batukada chavista-comunista: ¡LUCHAR! ¡CREAR! ¡PODER POPULAR!  Alzó por unos instantes el puño cerrado en alto ante el enfervorizado auditorio… y luego lo bajó. Se aplaudieron entonces mucho todos a todos, como si casi tocasen ya el cielo con las manos. Ese cielo que quieren al asalto, sí. 
      

    


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lunes, 27 de octubre de 2014

Frank Gehry, Príncipe de la Mugre y la Peineta




   Ante una pregunta levísimamente incómoda en la oficial rueda de prensa, -¿qué opina de aquellos que piensan que sus obras son arquitectura espectáculo?- el flamante Premio Príncipe de Asturias Frank Gehry, como toda respuesta dedicó al respetable una colosal PEINETA, enhiesta como ninguna de sus chuchurrias “creaciones”. Si los Grandes Triunfadores, en el esplendor de su éxito, se despachan con esa vulgar chulería prostibularia, qué no habríamos entonces de hacer los anónimos fracasatis. Si las élites triunfantes son tan maleducadas, si procuran esos ejemplos tan chungos, qué modales, qué gustos y orientaciones esperar luego del común: la proliferación del homo gañanis, lo que más se lleva hoy.
      
   Quieren los triunfadores hoy, además de arramplarse los Premios más oficiales  -y el Pastizal a los mismos anejo- los privilegios simbólicos también de los perdedores: ahí lo tenemos, a sus 85 años, menudo autodominio, exhibiendo las muecas tabernarias de un rockero malencarado y perdedor, de una prostituta en noche aciaga, de un hooligan con la derrota de sus colores a cuestas. Sólo que en todos estos hay además ramalazos de ternura –el aura que añade siempre el fracaso- del que este Gehry anda del todo ausente.
        
   Cuentan las crónicas que el afamado Gehry primero se marcó un bailecito cara a las cámaras, al son de las oficiales gaitas que en el Hotel le recibieron, que conviene al caso hacer siempre un poco el chorras, quizás a juego con alguna de sus millonarias “obras”. Y luego de la peineta, más abundó el artista en su desmadre padre: “el 98% de los edificios que se hacen son pura mierda, malditos edificios sin sensación ni sentido del diseño ni respeto por la humanidad”.  Pues es que ahora, si cada tres por dos no sueltas por la boca el más inmediato nombre de los excrementos, es que no eres nada. Eso, más ese meticuloso porcentaje, que es la simbólica extensión de la peineta al 98% de sus colegas, y que encima –ful sobre la ful- hable el tío precisamente de falta de respeto.

      
   Se disculpó luego a medias Gehry de su peineta, aunque no pudo borrar ya, claro, una prueba más de lo que en este mísero blog -sin ningún éxito, desde luego, ¡incluso entre las escasas almas apiadadas  que se animan a comentarlo!- analizamos, caracterizamos y denominamos regresión cultural-sociedades de la telebasura-reinado de la Mugre-homo gañanis. Pues nada, muchas felicidades, Frank Gehry.



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domingo, 26 de octubre de 2014

Lo que escondía el carro de Manolo Escobar

   
   
   Casi la única ventaja que tiene el hacer un blog propio estriba, claro, en que, al no tener que rendir, salvo a tu particular sentido de la autoexigencia, cuentas a nadie, puedes escribir con plena libertad sobre lo que de veras tu inspiración te dicte, y aprender y disfrutar en esa pesquisa, pues ni mucho menos imaginas al ponerte a escribir lo que en el periplo escritor hallarás dentro de ti. Puedes atentar incluso contra la ley de hierro del Internet, que expulsa a la gente de todo texto que supere la extensión de un golpe de mirada. Siempre está el escritor un poco sólo, qué más da. Ese es el puro gozo de la escritura y como tal resulta impagable, por supuesto. Lo chungo es que quizás luego todo tu esfuerzo e inspiración, puestos gratis et amore  al albur de los vientos cibernéticos, sirva al cabo para que algún tertuliano renombrado te copietee sin compasión, y que así él de lo tuyo se lucre, pero esa… esa es otra penosa historia de injusticia que conviene mejor ni pensar.
    
   Y así, sin complejo alguno, le place mucho hoy al muá el ponerse a desentrañar, cumplido un año de la pérdida del grande Manolo Escobar,  lo mucho que de valiosa enjundia pueda haber en una de sus más afamadas canciones, “Mi carro”,  esa en apariencia banalísima rumba, que data de 1969, y que, por mucho que disimulen, no ha de haber español desde entonces hasta hoy –y presumiblemente por muchos años más- que no la conozca e incluso –en el colmo de las vergüenzas a veces- que no se haya sorprendido a sí mismo, en broma o en serio, tarareándola.
    
   Una canción que de forma tan masiva triunfa y perdura en las conciencias colectivas, en sus existencias por tanto, desde hace ya 45 años, como dicen del vino, algo habrá de tener. De alguna manera esa canción debe acertar a expresar a su través una parte del inconsciente colectivo latente en esa colectividad, de ese sustrato común simbólico más allá de la estricta razón –y atención, permanente en el Tiempo- que palpita en un grupo humano, por decirlo a lo Jung. Y si el éxito interpretativo cabe atribuírselo todo a Manolo Escobar, de justicia será reseñar aquí, en esta nada, el nombre del responsable primordial del meollo, el autor de la letra, es decir, del mensaje: un señor llamado Alejandro Cintas, y a quien quizás la Historia no reconoce como debiera. Vamos ya a intentar explicarnos esta rosa:
  
  Mi carro me lo robaron
  estando de romería.
  Mi carro me lo robaron
  anoche cuando dormía.

El carro, ahí tenemos, desde el principio, la imago prima y esencial que nos ocupa: ese vehículo de transporte propio de las sociedades agrarias. He ahí ya expuesto el filón del trasfondo sociológico que la canción sondea: en 1969 España viene conociendo un proceso de industrialización aceleradísimo que se manifiesta sobre todo en un gigantesco éxodo rural, en la atropellada urbanización de la población subsiguiente, en cuya conciencia bulle el dolor lógico a ese desarraigo. Telúrico trasfondo rural que, a través de los años y manifestado en el desmedido apego al terruño propio tan característico de los españoles, pervive hasta hoy, y que el carro muy bien simboliza.
   Pero, ojo, que antes que el propio carro figura el pronombre posesivo en su primera persona del singular: no cualquier genérico, común o indeterminado carro, sino MI carro, esa plena y rotunda expresión de la propiedad privada, de lo que sólo a mí me pertenece y de lo que, por tanto, en esa manera me hace simbólicamente autónomo, es decir, libre, que el mismo John Locke diría. Y el drama que inmediatamente  acentúa –y que se repite- ese sentido: me lo robaron. Es decir, me lo han quitado, he sido despojado de lo que era mío y nada más que mío, y por eso protesto. No, no sólo la propiedad no es un robo, señor Proudhon,  es que es justamente la condición de mi persona misma como veremos, y por causa de esa injusticia me indigno.  Me lo robaron “estando en romería”, curiosa la alusión religiosa, como si se quisiera contrastar el desfase entre la supuesta bondad y desprendimiento que se predica y la sucia realidad del robo, además “de noche cuando dormía”, vale decir, con nocturnidad y alevosía.  Es sobre todo Mi carro, por debajo de la sonrisa olímpica de Manolo Escobar, canción-protesta, protesta por un robo.
  
   ¿Dónde estará mi carro?
   ¿Dónde estará mi carro?
   ¿Dónde estará mi carro?
   ¿Dónde estará mi carro?
Vale, es el estribillo, y como tal se repite y se repite en la canción, es esa elegía por lo ausente que resume la inmensa mayoría de cualquier experiencia poética, pero no deja de asombrar la reiterada, casi maniática, medio sonámbula, repetición del lamento, como si el autor adrede quisiera subrayar el dolor por esa pérdida, es decir, como si el carro fuese, significase, más que un carro, mucho que un mero objeto, un plus que evidentemente ya percibimos que así es. Diríamos que la pérdida del carro, en parte por la vinculación que con el diario modo de ganarse el pan tiene, sobre todo revela la pérdida de la estabilidad personal, el menoscabo en la personalidad, la zozobra existencial a que la misma aboca a su dueño, que clama inconsolable por su carro, que clama por él mismo.
   
   Me dicen que le quitaron
   los clavos que relucían
   creyendo que eran de oro
   de limpios que los tenía.
Ya vemos muy claro que mi carro era mucho más que un carro, que no era sino la simbólica extensión de la propia personalidad; entendemos mejor ya el lamento por ese robo, y el autor lo transmite a través de esa maravillosa imagen que transforma los tristes clavos nada menos que en el más precioso de los metales, “eran de oro”, y lo eran así “de limpios que los tenía”, es decir por medio del trabajo propio, que transfigura las cosas hasta hacerlas vivas partes nuestras. ¿Dónde se ha visto que el dueño de un carro, un carretero, hasta tal punto se afane en el brillo de su vehículo de trabajo, si no es que trasfunde en él una parte capital de su propia valía, de su propia autoestima? Aparte de la insólita reivindicación de la cualidad de la “limpieza” que vemos aquí atribuida a un hombre, lo que más refuerza aún la naturaleza metafórica del “carro”.
  
   Dónde quiera que esté
   mi carro es mío
   porque en él me crié
   allá en el río.
   Si lo llego a encontrar
   vendrás conmigo
   en mi carro de amor
   por el camino.

 Pueden habérmelo robado, puede que no lo tenga ahora conmigo, pero el carro es sólo mío, me pertenece, fue también mi hogar (en él me crié, allá en el río) , junto al río y en el carro, las cifras de la humilde condición de su protagonista, pues son los humildes quienes precisamente mejor y más valoran lo que sólo con su esfuerzo consiguieron, lo que nadie les regaló. Y en la segunda estrofa, de manera en apariencia inexplicable, se amplia y redondea la significación del carro, que es ahora carro de amor, imbricado además en una misteriosa interpelación de deseo a un “tú”, que sólo puede ser el de la Amada. ¿Adónde nos aboca ya de bruces la pérdida del carro?
   Pues a que en términos psicoanalíticos -para los que es el Eros, esa energía vivificante es la instancia primordial de la existencia, de la que luego todo lo demás sublimado mana-  la pérdida del carro “significa” también la pérdida del pene, de la potencia sexual al menos. Si en buena parte de las películas y de la cultura norteamericanas reinantes los psicoanalistas han “leído” la relevancia allí otorgada al propio “coche” como trasunto y símbolo del propio órgano sexual (de ahí que en muchos spots esculturales modelos icónicamente lo adoren al anunciarlo), algo así puede entenderse, asociado a la memoria de una sociedad rural, sobre nuestro carro. ¿Qué le pasó en realidad a Manolo Escobar “anoche cuando dormía”? Ahh, si lo llega a encontrar, si recobra esa chispa, recuperaría a la amada. ¿No entendemos un poco mejor ahora esa desazón, ese atormentado extravío, esa angustia existencial del dónde estará mi carro, dónde estará mi carro.
   
   Les digo por el camino
   hablando con los romeros
   que lleva sobre sus varas
   mi nombre grabado a fuego
Una vez más, por si quedaba alguna duda, aparece recalcada la trascendencia simbólica del objeto sagrado, la fusión y confusión del mismo con la más íntima y verdadera identidad, ese nombre grabado a fuego, con esa contundencia marcado y asimilado a la misma persona.
    En mi carro gasté
   una fortuna
   y en mis noches de amor
   llevé la luna.
   Preguntando busqué
   por todas partes
   y por fin lo encontré
  sin atalaje.
  Volvemos sin solución de continuidad a la naturaleza erótica que el laberinto del carro adquiere, muy hermosamente sublimado además, con indudables ecos románticos y lorquianos: en mis noches de amor llevé la luna, casi nada, ésa es la Fortuna que el carro de veras transportaba. Y como en el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz (Adónde te escondiste amado, y me dejaste con gemido… buscando mis amores, iré por esos montes y riberas) por todas partes la búsqueda, el anhelo ardiente por llenar esa ausencia. ¿Qué decir de ese tan sorprendente como abrupto final? Que sorpresivamente es un amargo happy end, pues, Manolo encontró el carro, es decir, se re-encontró, pero sin atalaje, es decir, sin arreos, sin adornos, sin pertenencias, o lo que es lo mismo, indistinto, sin personalidad, con la herida por la pérdida esencial aún abierta y por restaurar, por realzar.
   Y este es el tesoro, lector, que supe yo encontrarle al carro de Manolo Escobar. ¡Ahí queda eso!

sábado, 25 de octubre de 2014

Canción de Otoño



   Una mañana cualquiera de la estación ardiente, de improviso un viento suave se abre paso. Y en el cielo azulísimo, unas nubes, hasta hace un momento invisibles, parecen huir, como ciervas alarmadas por un algo más presentido que real. Se anuncia así el primer compás del Otoño. Tiene el Otoño inicial mucho de Emperador declinante y melancólico, que quisiera contarnos al oido la memoria de sus gestas, sin poder evitar del todo al tiempo una tristeza cierta por la decadencia que le acoge, que quizás un poco le mengüe hoy. ¿Y por qué no atender su convocatoria? ¿Por qué no escuchar su confidencia? ¿Por qué no abrir bien los ojos a su luz claudicante?
     
   Acaso sea el susurro el lenguaje propio del Otoño, el mismo susurro de las hojas al caer, el susurro de la mansa lluvia amarillenta de hojas, que recubren los senderos de los parques, que ciegan en ocre tapiz los caminos rurales, el que inviste las aldeas de una melancolía indecible, que sólo un viejo acordeón pueda quizás evocar. Es también a veces la propia lluvia real, la lluvia dócil, el otro dialecto del Otoño, esa agua del cielo en el que empaparnos sin temor, como cuando niños. Respirar bajo esa lluvia apacible, aproximarnos así al latido mismo de la Tierra mojada. Es también Otoño el susurro del viento, real mensajero del frescor. La Naturaleza entera, esa reina de la abundancia plantada por una mano divina , nos susurra en Otoño el oro envejecido de su pátina, sus rojos exhaustos de luz.
     
   Huele el Otoño a leña quemada, a humo de rastrojos agostados, al perfume de las flores entregadas, al olor húmedo y selvático de las zarzas de moras cuando la lluvia las remueve. Y es Otoño, cómo no, la estación de las nubes, el tiempo propicio de admirar el capricho de sus mil formas, de aspirar la promesa de ingravidez que toda nube encierra. Está en una nube, decimos de alguien que se rompe de dicha. Vivamos en las nubes, claro.
      
   Penetremos, pues, en los dominios únicos del Otoño, abramos de par en par el alma, lector amigo, a sus estandartes y a sus parábolas. Tiempo de la Vendimia, claro. Y son los colores primorosos del Otoño, los mismos de esos racimos sobredorados y amoratados, su sinfonía incomparable. Tiempo de colegiales, que vuelven a la escuela. Ah, la desazón sin igual del primer día de colegio en la vida de un niño, del festivo reencuentro con los amigos para los niños más mayores. Registrar también la grata sorpresa de la primera mañana tibia en la ciudad, cuando las gentes, desprevenidas de ropa de abrigo, se abrazan con gusto a sí mismas contra el viento, que atiranta un poco  las mejillas. O la dignidad con que esa viejita barre la hojarasca para dejar reluciente el trozo de acera de su casa. Otoño para pasear los parques sin prisa, para espiar sin tregua sus crepúsculos vertiginosos.
    
    Es Otoño un niño con jersey, que juega ávido en los columpios a la vez que merienda, ansioso por robarle al día, a su laboral horario escolar, al menos unas monedas de recreo. Y el cónclave, algo tenso, de las aves sobre los hilos de la luz, antes de volar hacia hemisferios de calor, como si les doliera en el alma abandonarnos. Sabemos que volverán, claro que volverán, cómo, si no se fueran, podrían dejarnos luego, volcados sobre sus trinos, los inauditos colores de allende los mares. Es Otoño todo, la estación de los pintores, un cuadro en tonos sepia, con esos rebordes amarillentos que se les ponen a los libros viejos, como si en sus láminas se posara el destilado de una añoranza incalculable. Mansedumbre de una miel que gotea, pues, el Otoño.
     
   Hay más belleza en lo que nos rodea de cuanto somos capaces de soportar. Y si el Poeta esperaba un milagro de la primavera, nosotros, lector amigo, que no llegamos a tanto, por qué no hemos de alentar al menos, un milagro del Otoño. Que colme el otoño de sosiego el retumbar de nuestros corazones primaverales.





LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
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viernes, 24 de octubre de 2014

Si lo hizo todo un Rey de España, Rato...

   


   Qué menos entonces, siendo lo del Rey al lado de su zarabanda trincona distracción mucho menor, señor Rato, que compareciera usted ante los medios, y puesto que al parecer ha devuelto el íntegro que correspondía a la ambrosía suya derramada a cargo de las Tarjetas B, de verdad arrepentido, pronunciara usted también, a su manera si quiere, aquellas inspiradas palabras Reales que el otro día el graciosillo Piqué, el futbolero, con chufla se apropió sólo para camuflar su estúpida chulería:
     
      “Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir”.
    
   ¿No comprende, sr Rato, de no hacerlo, el daño incalculable que a las ideas que dice usted defender asesta? Denos más tarde su versión del ruinoso Desastre sin paliativos de Caja Madrid, de Bankia y del resto de Cajas, en el que todos, unos más y otros menos, están implicados y hasta pringados, que quien calla otorga, pero por de pronto, nítidamente avergonzado, pida a los ciudadanos perdón por lo que hizo y por lo que permitió.
   
   Aunque le sea imposible recuperar el prestigio que sin duda un día tuvo, aunque no pueda usted ya desempañar el cristal impoluto de su honestidad, aunque nada podrá volver a ser como antes, recupere al menos ese mínimo de dignidad que solía llamarse hombría: pida perdón. En algo nos sentiremos muchos aliviados.
     
   Si se lo vimos hacer a todo un Rey de España, Rato, ¿va a ser usted acaso menos que él? Tan imperial soberbia sólo está al alcance de Jordi Pujol, ciertamente, que incluso a quienes le censuran abronca y amenaza, y al que mucho menos encono la tropa de Indignados dedica, es verdad, pero…  y qué más nos da Pujol.





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jueves, 23 de octubre de 2014

El gañote vil de Almodóvar (Nuevo capítulo de La Izquierda Ultra)

  


   Al siniestro Carnicero de Mondragón, lo decía él mismo ayer, lo empujaron a matar el Pueblo y el Estado Terrorista. A un  analfabeto engañado en lo de las preferentes quien le empuja hoy a matar es… Almodóvar, ese humanista tan pobre como pacifista. Si yo hubiera sido un hombre analfabeto, gallego… y me entero del asunto de las tarjetas opacas, de verdad, me voy y espero al señor Blesa o al señor Rato y le corto el gañote” ha dicho en la SER con su abultado y proverbial papo el sanchopancesco cineasta.
   
   Ahí lo tenemos, una vez más, -una prueba más, de las muchas recogidas en este blog, para ese libro “La Izquierda Ultra” que por falta total de apoyo jamás podré yo escribir- dándole una vuelta de tuerca más al pensar, que es odiar, de una Izquierda objetivamente Ultra: se trata ahora, ya no sólo de suponer un ánimo criminal en el PP, sino de azuzar a la pobre gente –no se iba a manchar las ensortijadas manos él, no,- a la más terrible violencia. Y qué imagen, tan atroz como actual, ha ido a elegir el muy noble creador: la del degollador de la Yihad. Esa bárbara incitación al asesinato –“espero que este no sea el titular”, con cinismo de hipócrita marquesón añadió- en boca de un multimillonario, creso producto mimado del podrido Sistema que dice aborrecer, titular de una opípara SICAV y cuyo fenomenal pescuezo apareció también en la prensa entre los partícipes en el ilegal chiringuito financiero de Madoff  y cía.
       
   Y yaque, sostuvo además Almodóvar en la SER, que lo que caracteriza al PP es… la crueldad, amartillando una vez más el  estereotipo odiable de la Derecha española, pues de Pujol o de los Eres el del Oscar dijo nada. Ya ve usted, poco avisada Vice Soraya, para lo que sirven los brindis con Cebrián. Para que Almodóvar, criatura en perpetua joint-venture con PRISA, anime a alguien a rebanarle el pescuezo a Rato. ¡A Rato, el en otra hora defensor de PRISA en el PP, oh, tiempos! ¿O es que en eso, en ponerle la cabeza de Rato en bandeja a la Vice, consistió el macabro brindis con Cebrián? Crueldad, crueldad… y más inocencia que la de una niña boba.
    
   ¿Y recado almodovariano para Pedro Sánchez PSOE en la SER? Faltaría plus: celosísimo de Jorge Javier T5, como reclamándole que también a él – a ellos, los de la Ceja, se entiende- le llame, anunció que “de momento” no le votaría. Ah, sí, y que es “guapo, pero con un problema de cutis”. Ja, ja, já, de Pedro a Pedro, cuánta crueldad. Y Almodóvar, qué ayatollah.




LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
154 pgs, formato de 210x150 mm, cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)

     

miércoles, 22 de octubre de 2014

El Carnicero de Mondragón, ese tron

     


   Gasta, incluso a los 70, un espeluznante aspecto patibulario, -patillotas de bandolero bajo la calva, estrafalarios colgantes sobre ambas orejas ensartados, espesote mostacho mediocanoso en herradura-  redundante todo en él, pues es un tipo en verdad patibulario: 17 crímenes sobre las espaldas adornan sobre todo a este Carnicero. Icónicamente es el Abuelo ideal de los filobatasunos ejemplares de las CUP, con quienes ahora el aseadito mayordomo que parece Artur Mas políticamente se amanceba. Ha tenido a bien el matarife etarra conceder una sonada entrevista a Ángeles Escrivá en EL MUNDO 20-10-2014, por lo demás muy ilustrativa del horrible presente que atravesamos.
        
   Sin duda los años en prisión han servido al carnicero etarra para aprender, también él, como los populistas extremistas tan exitosos hoy, a hacer sus jueguecitos con las palabras, es decir, a definir la Realidad a su conveniencia. Así destaca, brutal, su principal speech: “Yo no he asesinado a nadie, yo he ejecutado”. Viene a ser él, vamos, como el degollador de la Yihad, que el bestiajo etarra no quiere quedarse atrás, y muestra también pujos teóricos tras los que “burocratizar” sus cobardes gatillazos. Hacía años que no escuchábamos esta prototípica justificación terrorista: sólo soy el marchoso administrador de una sentencia que la Suprema Organización a la que pertenezco en justicia estableció, viene a decirle a sus víctimas el verdugo etarra. “Cuando ejecutas es cuando lejos de obtener un lucro personal, encima, vas a tener que pagar con la cárcel o con lo que sea. Por tanto, yo no he asesinado a nadie”, “razona” el  anti-sistema y exterminador etarra, cartesiano a su psicópata manera.
   
    “No creo en el arrepentimientoNada, nada, volvería a hacerlo, como una Alaska de los etarroides en aquella Movida. ¿Has pensado alguna vez en tus víctimas? “No”. ¿Cuántos hijos tienes? “Ellas tienen ¿eh? Yo no. Uno en Méjico, otro en Hendaya y otro en Capbreton”, pormenoriza el prolífico etarrón. “No tengo ningún inconveniente en reconocer el daño causado pero que el Estado me reconozca sus hechos porque el que me ha empujado es él… para mí es el Estado el terrorista, el que obligó a esa Organización a tomar una serie de decisiones”, tan ancho el asesino, en libertad por Estrasburgo, teoriza, calcando la canónica justificación etarra. Quién osa decir ahora que ha reconocido el mundo etarra su derrota.
      
    Y, oh, dudosa novedad, ha internalizado la mar de bien el Carnicero de Mondragón los populistas argumentos Indignados tan en boga hoy: “los que roban 60 euros sí, esos van a la cárcel y pagan ocho años, pero los que roban miles de millones qué… eso de ponerse a pegar tiros lo ve la Organización que toma la decisión, o el Pueblo… Yo no soy quién para decirle a los escoceses qué tienen que  hacer (¿a quién nos recuerda esto último, lector?) ¿Para qué han servido tantas muertes? “Para lo que ves hoy. Vete a Álava. Hay más Pueblo, más consciente, más politizado”. ¿Pudo ser contraproducente la política de asesinatos? “En los últimos tiempos sí porque no eran acciones asumidas por el Pueblo. Y tú si estás en la lucha es porque el Pueblo, más o menos, te está empujando, no porque seas el Mesías.
   
     ¿Cómo ves la situación? “Digamos que esperanzadora… Voto a Bildu, aunque no soy de los partidos que lo forman. Ellos rechazan la lucha armada. Yo no, yo rechazo cierto tipo de lucha armada. Yo no puedo cerrar el futuro a generaciones venideras. Es su decisión, no la mía… Somos el movimiento de liberación y la comunidad internacional lo sabe… Lo único real es que, mientras el resto construía, aun con defectos, vosotros matabais a inocentes. “Esa es tu opinión”.
      
     Con ese airoso relativismo remata el angelical Carnicero de Mondragón la interviú, de quien para más inri sabemos que ya otra vez, al inicio de la democracia, se benefició de una amnistía concedida por ese Estado tan terrorista que, a medias con el Pueblo Vasco Indignado, le empujó a al menos diecisiete veces matar, y a miles de veces darle vivas a las muertes que ejecutaban sus colegas. Que él, inocente total, querer, lo que se dice querer matar, él no quería, oiga.
    

         

martes, 21 de octubre de 2014

Qué hacer con Pablo Iglesias

     


   El hitchcockiano Vértigo de los Prohombres de la socialdemocracia española ante el fantasma a lo Kim Novak de Pablo Iglesias, -de idéntico nombre al fundador de la Cosa, tiene misterio la cosa- más y más se acentúa, casi hasta el desvanecimiento preysleriano ya. Viven ellos sin vivir en sí, de tan alta vida (el cielo, el cielo) que Iglesias al oído cómplice les ronronea. Algo parecido ocurre, no creas, entre las nobles bases del Pueblo socialdemócrata español, que sentimentalmente no dejan de simpatizar con la melodía de tópicos antiliberales que de fondo despliega ante ellos el virtuoso Iglesias.
     
   Así en su videoblog el gran Gabilondo –el Hombre que susurrábale crispación, crispación al penco Zp-  denuncia “el ninguneo y el pitorreo” con los que “en la sociedad más instalada, en el mundo al que pertenezco, en el que habitualmente me muevo” se acoge a los Podemos. ¿No resulta entrañable la confesión del pecado original, el de ser Casta, progre, lo que quieras, mas Casta, del que Gabilondo parecería ante Iglesias ahora de rodillas avergonzarse?
   
   No se ve desde luego por ningún lado, entronizados y con el viento a favor esos Líderes Sumos por todas las televisiones, el menosprecio aludido, debe entonces referirse a sus próximos más próximos, y el caso es que eso a Gabilondo le parece “un error y una injusticia” que, atención atención, “no tiene mucho sentido”. ¿No parece sugerir así ladinamente Gabilondo una plausible entente cordiale con los nobles brutos de Podemos, en el supuesto de que quizás más tarde los podamos necesitar? Casualidad o no, al día siguiente, mientras en paralelo Cebrián brindaba con la Vice-Soraya a mayor gloria de la tremenda Institución que EL PAÍS es, a todo lujo le publicaban a Monedero el oportunísimo artículo publicitario sobre Podemos que aquí glosamos ayer.

    Pero a la vez también ese día, en las antípodas del guiño Gabilondo, expresando sin duda el desatado frenesí que les azota, en presencia de Felipe González y de Pedro Sánchez, Alfonso Guerra venía a tildar a los Podemos, tócate los gabilondos, de nazis. “Hay televisiones que incuban el huevo de la serpiente, porque si alguna vez tuvieran algún poder, cerrarían esas televisiones siguiendo las enseñanzas de sus maestros”. Palabra de Guerra. De la directa asimilación de Guerra a los Podemos con los nazis, sólo puede derivarse una completa oposición e incluso un duro enfrentamiento hacia esas líneas programáticas dictatoriales. Dónde, pues, el pitorreo y el ninguneo de los que habla Gabilondo.

     
     Y de ese frenético vértigo ante Iglesias, entre hipnotizados y aterrados, no salen los Jamesstewarts de la socialdemocracia española, de quienes depende nada menos que la decisiva orientación que ante la amenaza totalitaria adopte media España.  




LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)