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sábado, 26 de octubre de 2013

Que viva Manolo Escobar



   Debería quizás un bloguero con ínfulas gongorinas despreciar la obra y la figura de Manolo Escobar. Mirar para otro lado  en el momento de su muerte. Al fin y al cabo, a descaradamente burlarse de su hacer es a lo que nos han empujado siempre, desde hace cuarenta años, las cultísimas élites bienpensantes aquí. Era bien extraño lo que en mi infancia yo  experimentaba: salías a la calle y de todos sitios la melodía de las canciones, popularísimas, de Manolo Escobar, la limpia alegría que muchas de ellas contenían, te asaltaba.  Las ponían una y otra vez las emisoras en peticiones del oyente, los cines en las pantallas, las tarareaban las mujeres tendiendo la ropa, los obreros en las construcciones, los taxistas en los coches, los dependientes en las tiendas, las familias en las celebraciones, los serenos en sus rondas, los peluqueros en las barberías, todo Cristo canturreaba las canciones de Manolo Escobar y más y más a la vez se renegaba de ellas, más y más las despreciaban y nos las hacían despreciar los entendidos. Lo cool era lo anglosajón, claro, y escuchar a Manolo Escobar era un vicio oculto.
     
   Insólita y milagrosa, inexplicable, pues, la enorme pervivencia de las mismas a través de incontables años, como incrustadas a contrapelo en “los sentires mismos del corazón del Pueblo”, que diría un Lauren Postigo venido arriba. Por eso mismo, como una prueba de fuego de su increíble huella perenne, a menudo del todo perplejo –y en secreto reconfortado- lo tengo bien observado: cómo en las verbenas de los más alejados pueblajos y villas de la contrastada geografía española, en los más variados convites de los banquetes populares, a pesar del alud de años transcurridos, casi todos los allí reunidos se reconocen joviales copartícipes en algo más hondo que lo que la propia letra dice desde el mismo momento en que arrancan los acordes iniciales del “Que viva España”.
     
   Y ya del todo me resultó a la vez anonadante y demoledor el palmario hecho de que, con motivo de la celebración de los bárbaros éxitos futboleros de nuestra selección, aquellos jovencísimos y postmodernos futbolistas de la play station, delante de un inmenso gentío aún más joven, a años luz generacionales todos ellos de Manolo Escobar, en su presencia y con él precisamente  en los compases del Que viva España se confundieran.

   
   No es obligatorio tampoco ser un especial seguidor de lo suyo, pero yo sí siento que negar a Manolo Escobar es negar toda una parte de mi vida muy real, y de la de millones de españoles que casi avergonzados y clandestinos cantaban y cantan sus canciones, y mantener esa impostura ahora, aunque a uno no le adorne de prestigio cultural la figura, aunque incluso como carroza le plante, francamente, lector, como decía el otro, me importa un comino. Ha muerto Manolo Escobar, que viva Manolo Escobar.



LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
154 pgs, formato de 210x150 mm, cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es

“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)


2 comentarios:

Trecce dijo...

Un tipo discreto a pesar de la fama. DEP.

Unknown dijo...

Magnifico texto.Que viva Manolo Escobsr