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martes, 28 de febrero de 2012

Proposición Segunda para salvar la Monarquía de Juan Carlos I


      
    Claro que también podría, llegado el caso, y quizás en mejor forma y soltura que su Señor padre, envuelto en el uniforme mismo que luciera con motivo de la gran Ocasión de la Barcelona del 92, estampa que con sólo representárnosla en las mientes tantas espontáneas evocaciones de superación y éxito entre la ciudadanía nos despierta, hacerse Príncipe Felipe ante los Tribunales Baleares presente, movido él desde luego en la más recta intención por Princesa Leticia, que de sobra es conocida entre el vulgo la ascendencia que sobre el heredero de la Corona de España guarda su muy progresista Señora esposa, y después de recriminar con tan cruda aspereza en el mirar al Duque de Palmarena y a la sombra de sus mangancias que palabras ya no hicieran falta,  a continuación, igual que en la gran Ocasión barcelonesa, ya digo, espléndida la sonrisa luminosa,  abanderado ahora de la Justicia, descubrirse del blanco sombrero de panamá y con el mismo en alto saludar a la concurrencia y después él mismo de su propio monedero aflojar y subvenir la cuenta de los desfalcos palmarenos, con los réditos de la mora acrecentados, claro, y aquí paz y después gloria, gloria y glorioso exiemplo para tantos corrutos cagarrutos como abundan sobre la faz de estos desdichados Reynos.
    
   Pues ha de saber, Príncipe Felipe, símbolo hecho carne en un mañana de la permanencia y unidad de la Nación española, pues así lo dice nuestra Ley de leyes, que es costumbre entre los españoles más humildes socorrerse los unos a los otros, sobre todo cuando laten por medio los hondos lazos y afectos que siguen al vínculo del parentesco. Y si mil veces se ha dicho que, en tiempos de pobreza acuciante como los que ahora nos afligen, es precisamente la Familia la más noble y notable institución que precisamente permite el sobrellevarla y suavizar la espuela de su rigor, y así a diario demuestran con los hechos los comunes ciudadanos en cuánto el valor de la familia estiman, no se comprendería entonces que entre la Principal Familia española no se cumpliera esa sagrada solidaridad entre HERMANOS, ejemplo que de moral cívica en esta crucial ocasión haría rebosar el alma alicaída de los españoles. Sea entonces, Señor.   

Post/post: reconocerás, lector, que la inacabable serpiente de una única frase como la que desenvuelve este primer párrafo, para bien o para mal, no está al alcance de cualquier escritor a la moda y su inusual envergadura y tostón por si mismos explican, además del mérito respiratorio y espiritual que a ti que me soportas te alcanza, el completo horror de cuanto editor se acerque a ella, a mayor gloria de mi fracaso, claro, en el que sólo mando yo, o sea, como tú y yo  sabemos, Nadie. Que no nos pase ná, fiel amigo.

8 comentarios:

Winnie dijo...

Anda que no están revolucionado ni poco....

MAMUMA dijo...

José Antonio, te noto un poco rancio.

Donaire Galante dijo...

Hl, Jose Antonio
Difícil empresa la q le toca al Felipe, visto cómo se le esetá poniendo el panorama, fuera y dentro de la Casa Real.
Saludos, amigo.

fus dijo...

¿Pudiera ser que la monarquìa española
tuviera que desprenderse de algùn miembro?.....¿me admitirìa la RAE decir miembra?...nu se.

un saludo

fus

Unknown dijo...

Todo en la vida tiene su recorrido y nada es inamovible. Si llegado el momento hay que prescidir de la Corona en favor de la dignidad del país, pues nada, sin problema, plumazo y se acabó. España está sobre su Rey y éste, si no puede poner orden ni en su propia casa... es que no vale como monarca.

Un saludazo.

Anónimo dijo...

Difícil panorama se les presenta, no sé como podría limpiar un poco todo esto...
Besines

Anónimo dijo...

Comentario al post/post:
De verdad te digo que el párrafo que has escrito es digno de guardarse e imprimirse y usarlo para mortificar las tiernas y jóvenes mentes que al Bachillerato se aventuran en un cruel ejercicio de análisis sintáctico. También te digo que emulas así al ilustre historiador Tácito y a la memoria me vienen aquellas tardes de infinita traducción latina en las que lo primero que debía desentrañar el estudiante-traductor era esa maraña sintáctica con la que torturaba a sus lectores.

José Antonio del Pozo dijo...

Yo torturador