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sábado, 26 de mayo de 2012

Almodóvar, el Perfume, la Spanish Revolution



    
   Ver plantarse a Pedro Almodóvar, con sus madoffs, su sicav, su Oscar y su inmensa fortuna a cuestas, en la Puerta del Sol alrededor de las Indignadas gentes de la Spanish Revolution y trasladarte de golpe a las espeluznantes páginas finales de “El Perfume” fue todo uno:
  
    “En el primer momento retrocedieron con profundo respeto y pura estupefacción… Se sintieron atraídos hacia aquel ángel humano del cual brotaba un remolino furioso, un reflujo avasallador contra el que nadie podía resistirse… Habían formado un círculo a su alrededor, unas veinte o treinta personas, y ahora este círculo se fue cerrando. Pronto no cupieron todos en él y empezaron a apretar, a empujar, a apiñarse; todos querían estar cerca del centro.
   Y de improviso desapareció en ellos la última inhibición y el círculo se deshizo. Se abalanzaron sobre el ángel, cayeron encima de él, lo derribaron. Todos querían tocarlo, todos querían tener algo de él, una plumita, un ala, una chispa de su fuego maravilloso. Le rasgaron las ropas, le arrancaron cabellos, la piel del cuerpo, lo desplumaron, clavaron sus garras y dientes en su carne, cayeron sobre él como hienas.
   …En un tiempo muy breve el ángel quedó partido en treinta pedazos y cada miembro de la chusma se apoderó de un trozo, se apartó, e impulsado por una avidez voluptuosa, lo devoró. Media hora más tarde, hasta la última fibra de él había desaparecido de la faz de la tierra.
… Y se extrañaron de que les hubiera resultado tan fácil y de que, a pesar de su turbación, no sintieran la menor punzada de remordimiento. ¡Al contrario! Aparte de una ligera pesadez de estómago, tenían en ánimo tranquilo. En sus almas tenebrosas se insinuó de repente una alegría muy agradable. Y en sus rostros brillaba un resplandor de felicidad suave y virginal… Estaban extraordinariamente orgullosos. Por primera vez habían hecho algo por amor.”
           
    Si acaso añadirle al tétrico cuadro un último y estremecedor grito… ¡Peeedrooo! , brotando en la desgarrada garganta de Penélope, que por allí también andaba, como cuando el Oscar y la legión de santos protectores que entonces blandiera el  muy pesado crack.


Post/post: gracias a Fernando, a el Burladero, a José Antonio, a Winnie0, a CSPeinado por dejarme sus comentarios, por bloggear a mi lado, además de atender a los suyos, que son magníficos, -se lo agradezco un montón-, a los anónimos les pediría sus argumentos, no su insulto, y su respeto al blog, a todos quienes me leen GRACIAS.

martes, 8 de marzo de 2011

Lady Gaga, Semen y Sangre, L´air du temps

    
    
     Tiene de suyo esta época, el Reinado de la Mugre, la cínica jactancia de no cortarse un pelo en restregarnos bien a las claras y por toda la cara su genuina y pringosa seña de identidad: la Mugre sobre mil sedas revestida. Es decir, el llevar continuamente a cabo una síntesis brutal entre un extraordinario acicalamiento formal, diríamos, y la rufianesca rudeza de sus contenidos. ¿Qué más implacablemente lógico en ese sentido que el penúltimo epifenómeno triunfante en las pantallas de todo el mundo, su dudosa contenedora, Lady Gaga, anuncie ahora el lanzamiento de su propio perfume, hecho de extractos de SANGRE y SEMEN, verdaderos fluidos nutricios y lubricantes estos de los engranajes de estos tiempos putrefactos?  Sangre y semen, he ahí los elementos que los presocráticos señalarían como las fundamentales sustancias de esta era aciaga, la inconfundible fragancia que la misma destila, l´air du temps, como rezaba antes la célebre colonia de Nina Ricci, que ahora su más triunfante sacerdotisa se apresura a embotellar para derramárnosla encima luego a todo quisque que se precie de saber de qué va la movida y tal.
     
     ¿No resulta tal vez elocuente el propio nombre adoptado por la estrafalaria oficiante, Lady Gaga, que significa nada, puro balbuceo dadaísta con antetítulo de nobleza, es decir, la nada revestida de elitistas sedas? Pero lo propio de este reinado es que, a diferencia de las apuestas vanguardistas de inicios del XX, que buscaban la provocación y el cuestionamiento de la ética y de la estética dominantes, y que acarreaban casi siempre exclusión y locura, pobreza y marginación para sus promotores, como son esa moral y esa estética dudosas las triunfantes ahora, no necesitan sus hábiles cultivadores cortarse ninguna oreja o ser carne de presidio, sino que su a la vez estrafalaria y cansina provocación les asegura casi el éxito multitudinario, con la condición, eso sí, de poseer una mercadotecnia milimétrica. Lo más transgresor es hoy escribir un sencillo poema de amor que se entienda: eso a ninguna editorial le interesa. No tiene salida, dicen.
    
     Por eso dice Gaga querer atrapar con su perfume “la esencia del semen que queda después de practicar sexo” (y qué reveladora la expresión practicar sexo, como un simple ejercicio, de vuelta pues de cualquier ilusión romántica arrebatadora) y que “fuera la sangre fundamental componente de su nueva creación”, como para simbólicamente embadurnarnos a todos de su esencia vampírica, dadora y aniquiladora al tiempo de vida virtual. Ha detallado Gaga, de nuevo transparente en su designio, que su perfume “huele como una puta bien cara”, tan evidente en sí que casi ni necesita demostración.
     Es decir que si Freud, Nietzsche, Marx, habíanse partido el alma en desvelar lo que se escondía de perverso tras la aparente autocontención de la moral burguesa, dicha perversión, triunfante y piafante, no necesita ni pensadores siquiera, porque se difunde en su estricto cinismo elemental, eso sí, envuelto en celofán de marrón glassé.
     “Será como llevarme a mí en la piel”, insiste Lady Gaga, con calculado ademán de publicista principiante, como si sus seguidores también un poco cortitos fueran, en patente y bruto contraste con la sofistidicasímas elucubraciones conceptuales y estilísticas llevadas a cabo por las colonias tradicionales, siempre indirectísimamente alusivas.
    
     Recuerda, claro, esta batallita de Lady Gaga, emblema y epítome de este Reinado de la Mugre, al inolvidable Greounille de la extraordinaria novela de Suskind, El Perfume, quien oliéndolo todo carecía él de olor propio. “Él, Jean Baptiste-Greounille, nacido sin olor en el lugar más nauseabundo de la tierra, en medio de la basura, excrementos y putrefacción, criado sin amor, sobreviviendo sin el calor del alma humana, y sólo por la obstinación y la fuerza de la repugnancia. Bajo, encorvado, cojo, feo, despreciado, un monstruo por dentro y por fuera… había conseguido ser estimado por el mundo, ¿cómo estimado?, ¡AMADO! ¡VENERADO!¡IDOLATRADO!... Y una vez en su interior el perfume iba directamente al corazón y allí decidía de modo categórico entre inclinación y desprecio, aversión y atracción, amor y odio. Quien dominaba los olores, dominaba el corazón de los hombres”.
     Hágase, pues: semen y sangre per tutti. El resto es… ruido; sobre pulidísimas pantallas, eso sí.