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domingo, 16 de marzo de 2014

¡Y mis Ínfulas llegaron hasta la China!


   Tuvo la bondad Euclides de escribirme al blog:
“… tu libro es una pasada, está bien escrito, bien trabajado, te ríes un montón con él y vale la pena. Por si te sirve de algo mi ejemplar debe de andar ahora siendo leído y seguramente traducido en China, pues allá que se fue de la mano de una sobrina que allí trabaja. ¿Se puede llegar más lejos?
   Saludos y un fuerte abrazo.”

   Hum, gracias, amigo Euclides, ya lo creo que de mucho me sirven tus líneas. Gracias de verdad por tus palabras. Cuánto celebro, de corazón, que mi libro te haya gustado. Me acordé al momento… de mi tuiteo con Leguina, acaso por lo reciente del mismo. No, mi libro no conocerá una 3ª edición en sólo diez días, ni con el tiempo, ni con la suerte, eso es fijo. Como fijo es también que de fracasati no saldrá uno, y qué se le va a hacer. Ahora que, detalles como éste, el que hace posible y aquí me deja escrito el buen Euclides, el escueto hecho de que un ejemplar de mi pobre libro ande ya dando tumbos por las milenarias tierras de la China, que hasta los lindes de la misma Conchinchina y a las riberas  del Río Amarillo pueda en volandas mi bobo asomarse, dios mío, me llena de una ensoñación y de una gratitud de esas que no existe moneda que las pueda comprar.

   
   No sé, como a un niño chico con los Magos de Oriente, del Extremo Oriente now, al leerlo cerré los ojos y se me acumularon de golpe entre la cabeza un sinfín de, aún consabidas, muy fantásticas imágenes… inmensos arrozales, interminables murallas, vastísimas manchurias, infinitas llanuras del mismo color del flan mandarín,  el sueño eterno de aquella ruta asedada por Marco Polo, niñas de caolín y de jade, la exquisita y milenaria ceremoniosidad oriental, ese último emperador niño con su gigantesco globo amarillo como un sol a cuestas que Bertolucci nos legara… hum, el fruto de mi desvelos, mis pobres ínfulas entre todas esas maravillas entremezclándose y dorándose. ¡Es que, como en una hermosa profecía que se autocumple, en uno de sus pasajes para mí más emotivos, en mi libro sale una pobre chica china, música peculiar ella, que en el Metro se compadece y ayuda a mi bobo. Ah, qué más todo lo demás –el desánimo, el desaliento, el continuo chasco que al bloguero sin nombre acogota- en ese momento nos daba. Con cosas así de pequeñas, pero a la vez tan grandes, casi que nos conformamos los de mi Orden. Gracias, amigo.

1 comentario:

Paula dijo...

El camino en la vida está compuesto de pequeñas cosas y hay que saborearlas cuando se cruzan en nuestrocaminar.Saludos