"... Lo que hay entre Bergman y Bogart es también físico, claro -con qué carnalidad se besan- pero pertenece, creo, a un orden que lo trasciende, el propio del sentimiento amoroso, el que con más hondura y ternura sobre todo anuda a la persona completa. Algo más que un “rollete”, vamos. Por eso resulta tan emocionante descubrir al talludito Bogart, duro y cínico al principio, vulnerado y perdidamente enamorado al reencontrar a Bergman, al compás de la abrumadora resonancia afectiva que la música y la canción compartida entre ellos –como entre tantas parejas enamoradas- condensa y aquilata para siempre. Sustancia inmaterial que también palpita en la apasionante escena de la despedida final, en la que... Son esos desaforados registros del romanticismo más genuino los que definitivamente nos cautivan del Bien, ese por el que, tanto como los cañones de los alemanes, expresamente retumban los corazones. Por eso siempre... (pg 156 de mi libro AMOR Y DESEO EN EL CINE)
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