Cuando el Juez árbitro pitaba anoche el final de la Final del balompié contra los ingleses, oh, Dios, si no era la ocasión más grande que los cielos vieran, mucho se le parecía, don Miguel, Grande entre los Grandes. Ser, sí, ser, esa era la cuestión en ese sagrado momento, ser, estar en y hacer lo más alto. La española consiguió lo que ninguna otra: la Cuarta Eurocopa, ahí queda eso. Y con qué brillantez. Que no importa tanto el ganar como el buen hacer, claro, y con qué arte y poderío lo hicieron nuestros seleccionados. Tiralíneas y coraje, arrojo y temple, quijotismo y realismo. Siete fenomenales victorias consecutivas, siete. Tumbar sobre la hierba con esplendor a Croacia, a Italia, a Alemania, a Francia, a Inglaterra, campeones mundiales de esto, remontándoles la partida, se dice pronto. Un Torneo descomunal, epopéyico, inolvidable para España y para los españoles. Felices. Gracias, muchachos.
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