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jueves, 27 de agosto de 2015

Víctor y Ana, 60.000 euracos y las Mareas Indignadas

    


   Se auparon al Poder muncipal en La Coruña, con el PSOE de mamporrero, of course, las Mareas Indignadas. Hace un mes. Se inauguraba un mundo nuevo y ya de verdad fraterno, diríase. Los Ricos y los pobres, los niños sin comida, los ancianos agonizantes sin medicinas… Comenzaba la dulzura del vivir… Cuenta la yesca de la canallesca ahora que… ese ayuntamiento de hombres y mujeres buenos y humildes sacudieron 60.500 euracos a Víctor y Ana, tan entrañables, tan Cejas, por su gran actuación por y para el Pueblo. Surfearon como Reyes sobre las Mareas, ya te digo, qué destreza, a sus años, a sus millones, Victor y Ana. Nada sabe tan dulce como la Ceja, sí. ¿Y los niños con hambre? Calla, calla.
     
   Sólo que son ellos quienes nos acostumbraron a preguntas tan borrokas. ¿Y con ese pastizal, Señores de las Mareas, cuántos artistas sin Nombre habrían tenido una puta oportunidad en su vida? No, esas preguntas primitivistas con ellos no van, a ellos ni les rozan la epidermis. ¿Una miserable crítica, al menos, siquiera en las redes, un no es esto no es esto en boca de algún matao, ante este soberbio espectáculo de la desigualdad? Cero, cero monedero.

   
   Conclusión obrigada: dicen aborrecer a los Ricos, pero a los Ricos de su cuerda les veneran, incluso encantados les hacen aún más Ricos. ¿Y los niños con hambre? Calla, hombre, calla.





  
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)

viernes, 18 de enero de 2013

Les queda la palabra... hideputa


     
   Simbólicamente el propio Paco Ibáñez –por anotar sólo algunos ejemplos ilustrativos- hace muy poco en primera persona testimonió esta calculada hooliganización de la Casta Lista. Ahí es nada el mítico cantautor protesta, en impagable entrevista con El Periódico (5-11-12) resumiendo el Indepentendismo catalán como… “el deseo de los que están hartos de ser humillados”, espectacular do de pecho tras el que  proclama: “Aquí tienen un soldado para lo que quieran los catalanes, ¡me cago en Dios!”. Vamos, que el gran Paco Ibáñez, todo su arte aguardentoso, se militarizaba pero ya mismo. Vaya Palabra.
      
    Tras Paco Ibáñez, otro Artista no menor, Pablo Carbonell, cuyas aportaciones al Mundo de la Cultura sin duda las generaciones venideras al dedillo y de corrido estudiarán, en la Misión Hooligan le tomó el relevo. Atronó desde los altavoces del Twitter: “Wert es un… H de P “ … un hideputa diremos nosotros, aunque Carbonell, qué nivel, al completo el exabrupto  puso, que no son estos tiempos para andarse por las ramas del refinamiento. El Ministro de Cultura, una vez más, uno de los suyos, hubo de hacer como que no escuchaba la agüita carbonella.
        
    Y después de Carbonell, cómo no, Victor Manuel, uno de los Comandantes con mando en plaza de la Ceja Nostra, la misma que a placer mangoneó durante el zetapeísmo el negociado de la Cultura… y para algunos de ellos, de la prosperidad también. En histórica entrevista para EL PAÍS (19-12-12) el soberbio vate desgrana la clave del problema del independentismo catalán: en Madrid la gente “no se ha percatado de lo que verdaderamente está ocurriendo… en Madrid tenemos una prensa de derechas que no existe en Cataluña y que crea un caldo de cultivo del que tienes que abstraerte… Hay muchos francotiradores (anótese ya el abanico de criminales connotaciones de ametrallagentes a lo Milosevic por los tejados madrileños que despliega el vocablo elegido) que más que francotiradores son… (y es esencial esa reformulación que el cantautor prepara, y nítida prueba de lo que aquí sostenemos, pues, las connotaciones indirectas, esa cierta poesía del pensamiento, esos antiguos recursos estilísticos ya no valen, no operan sobre el juicio del lector, no son útiles… veamos adónde va a parar)… más que francotiradores... son hijos de puta (¡bingo! Esa es la exacta palabra que el Artista pronuncia, ¿azar? más bien necesidad?)… que pervierten la situación y crean pequeños enconos que al final se convierten en grandes enconos.” Hideputas, sí, le voilá la docta cosmovisión victormanuelina de la Cosa. ¿Dónde quedó aquel corazón tendido al sol… que más calienta?
      
   Y last but no least, tras la lección magistral del Comandante la repetición mecánica de los epígonos. A los pocos días las Juventudes Socialistas de Málaga, a cuenta de una diferencia política, tachaban por todo lo alto al alcalde de Málaga, a través del altavoz ubicuo del Twitter también, precisamente de… hideputa, sí, pero con todas las sílabas, que no vamos los jóvenes y jóvenas a quedarnos más atrás que nuestros mayores, acaso pensarían. Diríase entonces a la vista de los corrientes que, en efecto, a la Casta Lista como siempre, les queda la Palabra… la palabra hideputa ya sólo.

miércoles, 6 de julio de 2011

El Dioni debería presidir la SGAE


    
     Lo digo sobre todo porque, si Teddy B anda afónico, al menos el Dioni canta. Es un crack el tío. Ya en su momento el gran Sabina dedicóle memorable copla encomiástica. “¿Dónde-está-la-pasta?, clama el Dioni en su vibrante rock and roll, y también eso mismo se le puede reclamar al gran Judas de la Innombrable Sociedad General. Cuando en el plató de Tele 5 aquel día, en vivo y a traición le desnudaron del peluquín, y así en grado máximo delante de todos le vejaron, por muy que en el mefítico guión acaso estuviera comprendida la cosa, sintió uno piedad hacia él. Pues ahora, Dioni, anda, tronco, échale otra vez un par y preséntate para presidir la Innombrable. Tienes ya el lema niquelao: “¿Dónde-está-la-pasta?”. Arrasas, tío, te lo digo yo. Llévate en la candidatura contigo a Little Carmona y su sabor a canela en rama. 
     A la postre el Dioni sólo a un banco le robó. Sí, un banco se hace bien odioso en las conciencias cuando cobra cruel comisión hasta por las humanitarias transferencias de fondos para los pobres damnificados del terremoto en Haití. Por cierto, lo mismito que entonces pretendió la Innombrable sociedad, que,  de la mano rectora de Teddy B, quiso arramplarle el pellizco de su alcabala  a un festival benéfico para haitianos deudos, o al de aquel niño enfermo, o a tantos otros.
      
      Si el Dioni alcanzara la presidencia de la Innombrable, ya te digo, sin duda podría ésta recobrar una mejor imagen pública y, lo que es más importante, una naturaleza y una sustancia íntima más humanitaria y compasiva. “¿Dónde-está-la-pasta?”, eso, eso. Reza el espíritu fundacional de la muy honorable sociedad Innombrable, que es la suya una entidad, agárremonos que viene Judas… sin ánimo de lucro. Arándanos, si lo llega a tener. Ya veremos si, por muy coleguitas que sean, hasta al mismo ZP no le pasaron la factura por los arreglitos que el muy cuco le hizo al  Deuteronomio cuando lo de Obama y tal. Cree uno que, visto el pastón  en que se mueven los números de sus capitostes, la ausencia de lucro esa es  una leyenda urbana más, de mayor calado incluso que las trolas de los boleros del Dioni. Quizás debiera el gran Sabina también, por aquello de ser ecuánime cronista del asfalto, levantar ya bravos versos cantábiles a Teddy y  a su transilvánica estampa dedicados.
     
      Y es que a veces la Innombrable proyecta la imagen invertida de los románticos bandoleros, como si fuera a los pobres a quienes gustara de acogotar sin tregua para sólo su pingüe medro. Como esos delincuentes compulsivos que incapaces de reprimir su pulsión delinquen una y otra vez, y que tanto gustan a las televisiones, a todo lo que se mueve dispara la Innombrable. Hagámosle a la Innombrable su peculiar lista de Schindler: tristes peluquerías de barrio, equipos de baloncesto mediopensionistas que han de renunciar a su himno, baruchos de malvivir, tunas que han de pasar la pandereta para los chupasangres, centros de jubilatas, festivales de discapacitados, escolares funciones de instituto, tiendas y restaurantes de barrio a punto de echar el cierre, contra los anarquistas, contra las radios en dificultades, contra los consumidores sin distinción.  Hasta todos llega la larga mano de la Innombrable, que con armadura legal y batallón de picapleitos cuenta para sus atropellos. ¿Amagos de protestas? ¿Súplicas? “Que paguen y punto”, bramaba con crueldad avara Teddy B. Eso, que paguen, ¡y contra ellos la Guardia Civil!, azuzaban con saña Víctor Manuel y Ramoncín al alimón. Y queda terminantemente prohibido teclear en el google la palabra latrocinio, no vaya a ser que broten ahí de golpe, como en mágico espejito, espejito, el nombre de la rosa y el esplendor afilado de sus espinas empaladoras. 
     
      ¿No es por un casual, Mr ZP, explotar a quien con el sudor de su frente se afana cada día por llevar el jornal a su casa lo que la Innombrable hace? ¿Cómo entonces su acendrada sensibilidad social lo permitió y alentó? No tenían bastante, a lo que se ve, con sus opíparos sueldazos, con sus estratosféricas pensionazas. Por supuesto, el tendero de la esquina es un puro explotador facha. Ellos, los bienpensantes apandadores, son la limpia conciencia de la Humanidad en marcha.
     Así es que anda, Dioni, prenda, ponle un par a la cosa y postúlate tú a mandamás de la Innombrable. Llévate a Little Carmona de number two. Sólo a pleno pulmón habéis de preguntarle  a Teddy eso, “¿DÓNDE-ESTÁ-LA-PASTA?”. A ver si de una vez Bautista canta. Vamos, tío, no tenemos nada que perder, sólo nuestras cadenas. Que estoy viendo ya mismo a toda una marabunta de superidealistas Indignados, a cuyas limpias conciencias es que se les hace insoportable tanta rapiña, acampada ante el magno Palacio de la SGAE en pro de la gloriosa Spanish Revolution, of course. Que Teddy fue también él, en su momento, oh tiempos, un no menos furioso indignado. ¿Y ahora qué Teddy B?



lunes, 4 de julio de 2011

Zapatero y la Spanish Revolution

     



      Imaginémoslo por un instante: si Zapatero se hubiera negado hace un año a ejecutar los severos recortes sociales a que le urgían Merkel y Obama y, solo como la luna, sí,  pero también como una clamorosa luna llena de coherencia y de honestidad consigo mismo y con los sagrados principios que dice le inspiran –aquella ansia infinita de paz y el amejoramiento de la vida de los más humildes, tal como él mismo con nítida rotundidad los dejó enmarcados en el frontispicio del discurso de su inaugural investidura- hubiérase marchado entonces a casa, dejándole a Big Faisán para él solito los trastos todos del Poder, vista ahora la colosal marea levantada por la Spanish Revolution, qué o quién le hubiera impedido a Zetapé, pulgar extendido en ristre y guiños al Viento, capitalizar como todo un campeón del Pueblo las mieles de la inminente victoria. Las banderas republicanas –tan caras al imaginario zetapeico- que ondeaban el otro día por Neptuno a buen seguro flamearían  por él.
     No lo hizo y anda ahora el pobre como ausente, porque claro se ve como el agua que la modernización capitalista de la economía no es lo suyo, y que le siguen repicando por su interior, y cómo de persistentes, las campanadas que a él de verdad le conmueven, ese precipitado difuso de radicalismo naif e ignorancia rencorosa que a él  distinguen. Se dan, a mi modesto juicio, toda una serie de neblinosas concomitancias y de simbióticas relaciones especulares, como las de los célebres espejos deformantes del callejón del Gato que citara Valle-Inclán, entre la orientación básica de Zetapé en la política y muchas de las ensoñaciones anti-liberales más movilizadoras de la Spanish Revolution. ¿No sostuvo acaso el propio Presidente, en portentoso desdoblamiento a la vez que muy entrañable confesión, que de tener él veintipocos abriles habríamos de buscarlo entre las huestes de la Puerta del Sol? ¿Y no sería acaso su líder natural?
     
      Entre aquel hombre que reconocía sotto voce, pese a llevar en el Congreso casi veinte años ya, no tener ni papa de economía –ostras, se le ocurrió a Jordi Sevilla ponerle deberes para dos tardes y lo fulminó en un pis-pás-, que a propios y extraños aseguraba la noche misma de la Victoria que el Poder no le iba jamás a cambiar, que no  iba él a los ciudadanos a fallarles nunca, que se sentía, claro,  “rojo”, que “no puedes imaginar, Sonsoles, la de miles de españoles que podrían ser presidentes”, que juraba y juraba más tarde “que su gobierno no dejaría tirado ni a uno solo de los españoles que necesitase ayuda”, que a la mínima derramaba por do iba sonrojantes delirios seudopoéticos sobre el Viento, la Paz y el Amor, de un lado,  y el ramillete portasolero de imaginativas proclamas en esos cartelitos tan guays, entre apocalípticos y cursilongos,  o la colorista y utópica sarta de demagogias socio-económicas, encantadas encima de desconocer las leyes económicas y el desastre criminal de las economías planificadas, que alegremente lanzan al Viento muchos de los asamblearios portavoces de la Spanish Revolution, de otro, ¿no hay un similar aire de familia en común respirado? De alguna manera son muchos de los que comulgaron y crecieron con las alegres y pre-políticas idealizaciones populistas del primer Zetapé quienes, sin comprender quizás del todo, como el propio Presidente, lo que en realidad con la crisis ha sobrevenido, escenifican ahora por las plazas su propia decepción y estupor ante el descubrimiento de la ley de la gravedad. Esto explica también las continuas cucamonas “comprensivas” que los prebostes cooptados por Zapatero al Poder prodigan, en irreconocible estampa de relaciones Poder/Revolución,  hacia las masas indignadas.
     
      Sin duda resulta la Spanish Revolution original en sus trazas: no se encontrará en la Historia otra revolución como ésta, presa de un en apariencia inexplicable y al tiempo extraordinario recato, que menos se atreva a nombrar al gobernante del Poder contra el que se rebelan. Sí, a Esperanza Aguirre, de hija de la gran a coro se la festeja y frente a la sede de su gobierno se acampa, a Rita Barberá se le monta el número a las puertas de su casa y por escrito se le desea la muerte, al Parlamento catalán se le cerca, ¡hasta a un diputado ciego el perro se le quiere quitar!, mas al Presidente que al Desastre todo llevó… sólo unos monjiles pellizquitos los revolucionarios procuran, como si al padre putativo de todo ese fenomenal caudal idealista evitaran de forma inconsciente lastimar. Seguro, que de estar Rajoy en el machito, hubiera estado la Spanish Revolution atacada de un idéntico pudor. Más: al envolver la crítica en una formidable impugnación al Sistema entero que neutralice y obstruya la alternancia, está la revolución, insólitamente, contribuyendo a difuminar casi del todo la presidencial responsabilidad, siete años después de bellacos y antipatriotas epítetos presidenciales. ¿Por qué?
      
     Es como si, en asombroso espejismo, los ideólogos de la Spanish Revolution, los venerables ancianos Hessel y Sampedro, viniesen a ser, vivitos y coleando, recuperado de alguna forma así, el mismo abuelo que a Zetapé los franquistas fusilaron, selectiva memoria histórica ésta que no se recató Zetapé en revolver… ¡incluso ante la madre de Irene Villa!, queriendo ponerse así él galones también de víctima del terrorismo. Y digo espejismo, porque archisabido es que Zetapé tuvo dos abuelos, que el fusilado fue agente doble, y que, en el colmo de los colmos estocolmos, resúltase que Sampedro, exitoso escritor en el odioso capitalista Sistema, vaya por San Hessel,  participó en la guerra civil… del lado franquista.
     Así, como una nota semifusa más en la melodía de los altibajos de esta partitura compartida que nos suena, si entre los políticos singularizó a Zetapé entre sus cofrades un mímico aspaviento que enarcaba con la mano la propia ceja, otro mímico gesto de las manos, tomado del lenguaje de los sordomudos, ha caracterizado mediáticamente las asambleas revolucionarias, como si la Palabra, y con ella el logos, tan contraproducente en estos tiempos icónicos, más que otra cosa estorbase.
     
      Penúltima prueba del nueve de este especular y espectacular juego de equívocos y espejos rotos: a la Spanish Revolution le falta sólo, para ser en verdad inolvidable, una música, una canción quizás, que todos sus ardientes defensores sientan como propia. Cómo no va a tener prestigio y fulgor cegador entre las hispanas gentes la idea de la Revolución, si incluso los baladistas de éxito del Sistema, los Amarales digo, la cantan, extasiados ante su inaplazable urgencia. Imaginemos que el otro día en Neptuno, un grupito cualquiera de aquellos idealistas hubiera subido al estrado, con armónicas y guitarras en bandolera pertrechados. Que hubieran cantado y hecho cantar a las masas, entrelazadas las manos y los corazones de todos allí, una tonada que dijera algo así:

     Defender la Alegría
     como una trinchera,
     Defenderla del caos… y de las pesadillas,
     de la ajada miseria… y de los miserables,
     de las ausencias breves… y de las definitivas.
     Defender la Alegría
     como un atributo,
     defenderla del pasmo… y de las anestesias,
     de los pocos neutrales… y de los muchos neutrones,
     de los graves diagnósticos… y de las escopetas.
     Defender la Alegría
     como un estandarte,
     defenderla del rayo… y de la melancolía.
     Defender la Alegría.

     Dime, lector, ¿no habríase venido Neptuno entero abajo? ¿no hubiéranse sentido, a la vez confortados, emocionados, sacudidos y espoleados, todo eso al tiempo, aquellas miles de almas? ¿No recogerían esos versos, que remedan el Himno de la Alegría de Beethoven y de Schiller,  la medular esencia de la Spanish Revolution, el “que somos humanos” que a su manera enarbolara Little Carmona? ¿Cómo, después de algo asi, con abstractas consideraciones y con gélidas estadísticas enfrentarse a una fuerza semejante? Imposible de parar. Pues bien: esa es la letra exacta con que los afamados cantautores de la Ceja pidieron hace ahora tres años el voto para… ¡Zapatero!
     Y quizás entonces, para hacerle justicia poética al aún Presidente, muchos allí mismo acordarían partir e ir a acampar sus reales y sus tiendas… en el polvoriento aeropuerto non nato de Ciudad Real, símbolo máximo y más acabado del zetapeísmo a guardar para siempre, memoria inolvidable y cifra exacta de sus realizaciones: ruina y palabras que se lleva el Viento, padre éste, al decir de Zetapé, de todas las cosas de la Tierra.
     Y por cierto, que podrían más tarde levantarse allí, con la altura misma de aquellos hangares desangelados, sobre el asfalto de aquellas pistas del imprevisto aterrizaje de la desolación, reconvertido el aeropuerto al menos en rentable parque tematico, en la perdida Terra Mítica del Zetapeísmo, y elevarse allí, digo  soberbias estatuas de Sabina, de Serrat, de Victor Manuel, de Ana Belén, de Miguel Bosé, de Concha Velasco y demás cantores del Jardín de la Alegría Zetapeica, tan, tan revolucionaria siempre.

      
        
    
         

domingo, 10 de abril de 2011

El discreto encanto de la Progresía

    

     ¿Por qué a pesar de todos los pesares que suponen unas monstruosas cifras de desempleo e inflación y unas prácticas de gobierno no se sabe si más clamorosamente nefastas que corruptas cuenta siempre y en todo caso el Mester de Progresía hispano con un muy considerable y bien seguro suelo electoral que nunca, hagan los desmanes que hagan, les abandonará? Por muchas cosas, desde luego, pero una de ellas podría denominarse, a lo Popper, el atractivo emocional que por sí mismo despierta el “progresismo”.
     Se entiende de sobra que los individuos nacidos en situaciones de penosa desventaja material, en el contexto de las sociedades libres, que no “adoctrinan” a sus miembros, naturalmente aborrezcan el “sistema”. Es lógico que así sea. Lo que es ya más sorprendente es que una muy amplia capa de individuos objetivamente favorecidos por ese sistema despotriquen airados del mismo y conspiren para enterrarlo. En parte es porque desconocen –o fingen hacerlo- las virtualidades y el ensanchamiento de las oportunidades vitales que los sistemas de economía libre a medio plazo siempre propician, y en parte también porque esta “nueva clase”, usualmente ocupada en labores de burocracia o dependiente de las concesiones administrativas de la misma, hace precisamente de la gestión discursiva del difuso anticapitalismo que el mismo sistema produce –basado en su mayoría en empresarios, de un lado, y trabajadores por cuenta ajena, de otra-, la base última del mantenimiento de su pingüe situación. Entendámonos: el héroe de nuestro tiempo es un forrado de izquierdas; la Ceja, aquí, y los grandes actores yanquis en Hollywood, con nuestros entrañables Bardem y Pé de pontífices pacá-y-payá entrambos dorados mundos.
    
      De esta forma. si reflejó Buñuel en su célebre y a ratos latosa película de 1972, la repulsión/atracción que le merecía la hipócrita clase burguesa, en medio de aquella absurda cena que nunca llegaba a celebrarse, qué punta corrosiva no sacaría su genio  hoy a la famosa y real (y también Real) cena que, como en farsa que la propia Historia le hiciera ahora al Arte, en su noche reunió en Palacio al gran Joaquín Sabina con sus Altezas Reales Borbónicas, y que continuaría días después con un nuevo cenorrio  en casa del no menos grande Víctor Manuel  -triunfantes epítomes ambos cantautores protesta, como la misma Leticia Ortiz, de esa “nueva clase”-, evento y tenida que debieron resultar ambos no poco memorables y aun cuajados de artísticas posibilidades y hasta de peripecias estupefacientes y rijosas, realistas, surrealistas y de las otras.
    
      Pero también entre la amplísima banda de las clases medias –histórica creación y conquista de las economías basadas en la iniciativa individual- domina este difuso anticapitalismo en virtud del que, por mucho que gocen sus miembros de estándares de vida muelles y aun a veces opíparos, desgañitan los cielos con su sedicente izquierdismo. Se quedaba de joven uno literalmente de piedra muchas veces al conocer de cerca las posesiones de los progenitores de estos airados anticapitalistas: un día, siguiéndole embobado la estela a una de estas chicas furiosamente antisistema, descubrí que en casa de sus papis, en la que ella vivía, llamaban con una campanilla a la mujer que, como a San Carlos Marx, desempeñábales las tareas domésticas. Como quiera que estaba yo delante ese día, ¡sí que entonces púsose “roja” ella de veras!
     Y es en parte porque el discurso izquierdista está atiborrado de un conjunto de logomaquias (de truquitos fabricados con las palabras más bonitas) que, sin atender a la realidad de los hechos y al resultado concreto de la acción de gobierno que consiguen esas ideas, en apariencia superaltruistas, procuran siempre a quien las porta una maravillosa autodefinición. Ser socialista decía la otra tarde por la radio un centenario militante es… ponerse al servicio de la Humanidad. Acabáramos, que dan ganas casi ya mismo de salir corriendo y pedirle el carnet a Pedro Almodóvar.
    
     Es decir, declararse progresista regala buena conciencia. Estoy con los buenos, con la buena gente, con el Pueblo, qué carajo, con todos los Pueblos del mundo, con los humildes, con los humillados, con los ofendidos, con los puteados de la Vida, con los sin voz, con los de abajo. Soy ya uno de ellos: no importan ni mis actos ni mis poderes. Uno se dice de izquierdas, joder, y respira complacido. El titulito enmascara la realidad, disfraza el propio privilegio, otorga indulgencia. Absuelve. Uff, soy bueno. Buen rollito, un tío enrollao.
     “Y eso que yo soy un privilegiado, lo reconozco”, golpéanse así estos que  digo como principales fariseos el pecho. Y en esa prestidigitación de su miseria moral, en esa magia nominal, reside la clave toda de su eficacia fullera. Porque entonces ya no designan los privilegios las odiosas e injustas manifestaciones de la desigualdad social que es preciso arrancar por la fuerza. Al contrario, juegan ahora esas prebendas como llave mágica que sirve precisamente para al nombrarlos minimizarlos, para que ese elitismo cuele, para que desaparezca, para que su simple eco le transforme a uno en paria, en pobre, en explotado, para que oculte en definitiva su real condición de beneficiado de un sistema al que se dice odiar. Y  no sólo es fetiche que sirva para la buena Fama del presente, sino que,  como en las religiones salvíficas que tanto dicen ellos abominar, alcanza su maná hasta la Posteridad: siempre posando ellos de perennes rebeldes para la Historia (cuyos descendientes de clase, en lo que a su escritura se refiere, suelen administrar) en el campo indudable de los generosos, de los solidarios, de los grandes de corazón. Las conciencias más libres y justas y limpias de la época, le voilá.
    
     Dígase entonces usted de derechas, o de ideas liberales, y veráse ya mismo convertido a ojos de la mayoría en monstruo racista, clasista, egoísta, y la habitual lista de istas que el guión exige: instrumento de la Inhumanidad, vamos. La hegemonía en la expedición y el cultivo ideológicos de esas ideas-fuerza, que hacen omisión de la concreta verdad que hay detrás de los actos cada persona, no de la leyenda que a cada uno le precede, es la principal palanca que explica, creo, el seguro suelo electoral del que –si hasta aquí me has soportado, caro lector- al principio hablábamos y con el que la Izquierda siempre cuenta. 

        

martes, 7 de septiembre de 2010

Carta abierta a Joaquín Sabina

Mi muy afamado cantautor:
Hay que ver, señor mío, lo endiablado que resulta hoy en día querer ser el eterno Transgresor Mayor del Reino. No me extraña que abomine usted ahora de la Telebasura, esa pestilencia mugrienta que perfuma, como una noria locatis y beoda, los más privilegiados escenarios sociales del presente. Sube tanto y de forma tan chabacana la Telebasura el listón de la pretendida seducción del Mal, que los numeritos que deben ahora ejecutar los más “comprometidos y rebeldes artistas”, para seguir como sea colocando en el mercado sus productos, amenazan con despeñarles por ribetes tremebundísimos. Las cosas que vense obligados a propalar, mamma mía. Repare por un instante, señor mío, si las barbaridades que usted secreta en sus últimas entrevistas, acaso ya no sólo muevan sino a lástima.
Si un día el gran Umbral proclamó, sólo para quedarse con el personal, creo, que era su ilusión mayor el violar a una menor, ahora se arranca usted con la especie de que… -pista, que va el artista-... “estoy tratando de convencer a mis hijas de que el incesto es una cosa natural, que los animales lo hacen y no pasa nada”. Claro, señor Sabina, por qué no dedicarle entonces una cancioncita de las suyas a la mayor gloria de Josef Fritzl, el muy real transgresor y célebre “monstruo de Austria”, que secuestró y violó durante veinticuatro años a su hija Elisabeth.
Y eso de llamarle en público una palabrota irreproducible a la suya señora, señor mío, como si le regalara un requiebro inverso, sólo por “haberle prohibido el whiskie”, -que champán fresquito al Señor al parecer si le dejan libar- aunque chocante, tampoco resulta muy revolucionario, la verdad, y mucho menos el propio descubrimiento de “el viejo verde que siempre quise ser”. Ya, ya, si sabemos de sobra que todo lo dice de farol, que es en el fondo usted esposo y padre ejemplar. Lo único es que carga ya un poco tanta supina astracanada, tanta grotesca exageración, sólo por querer vendernos la moto de su penúltimo producto en venta. Eso sí, mucha coña marinera al por mayor, pero por nada del mundo se le olvida a su señoría el posar precisamente de muy serio y concienciado antisistema: su apoyo a ZP en realidad era… “imaginar otras opciones en lugar de hacer al pie de la letra lo que dicen los mercados”, claro, claro.
Ahora que, señor cantautor, como le digo una Co le digo la O: su fábula de Juglar en Palacio resulta apelotante, aunque quizás no por los motivos que usted propone. En el principio Leticia oía sus canciones, dice. Sin duda sabría de memoria ella aquella notable letra suya que reza eso tan bonito de que “las niñas ya no quieren ser princesas…”. Bueno, parece que a las niñas progres al menos si les mola eso de la Realeza. Quiso Leticia entonces introducir al Príncipe en los arcanos del mester de progresía y llamó a Sabina a Palacio: horrorosa estampa esa donde las haya, señor Sabina, el rey de los cantautores convertido en el cantautor de los (futuros) reyes. Hubo luego otra cena más, dice, en su casa esta vez, y allí cocinó Víctor Manuel. No consta si tararearía entonces Víctor M, sumido en la faena, esa antigua cancioncita que como un fantasma aciago le persigue. Qué ocasión perdida en todo caso para que hombres tan justos redimieran allí a la Humanidad entera. ¿Existe algún video de aquella dichosa tenida? ¿Trató quizás, señor cantautor, de convencer entonces a sus notables invitados de las peregrinas gracietas socio-sexuales que asaltan su burbujeante caletre?
Sabe uno de sobra que estas líneas ni por coña a su augusta mirada han de llegar, señor Sabina, y más ahora que su triunfal gira no para de girar, y que incluso en ese impensable supuesto, es lógico, que de nada hayan de valerle. No me resisto, con todo, a dejarle una ocurrencia: ¿quiere de verdad ser hoy transgresor? Hable con devoción entonces de su señor padre, el de la “secreta”, como dice usted. No vaya a adelantarse Garzón y, sin saber el jardín que pisa, por mor de la memoria histórica, empapele al autor de sus días.
Y nada, señor Sabina, que siga usted muchos años tan transgresoramente bien como sin duda merece y parece.