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domingo, 13 de febrero de 2011

Poessía cinco d´amore

    
     Romper las distancias
     Triturar el espacio quilométrico
     Trepar los muros y la hiedra alta de tu casa
     Franquear los postigos de regaliz tuyos
     Como un furtivo ya delante de tu sueño
     clamoroso.
     Deslizarme clandestino entre  tus sábanas,
     tibias lunas de holanda
     que entraron también anoche por la ventana
     para envolverse contigo.
     Acomodarme a tu lado sin rozarte.
     Bueno, hacerme un hueco inadvertido
     ofreciéndote el rocío de mi espalda, no creas.
     Ahí, contra el cáliz vibrante del sol que a tí te vela.
     Sentir así sin ansia el candente magma que te aviva
     y que en abandono desde atrás ahora me abraza.
     Revolverte apenas los cabellos en la sien
     Soplarle un poco a la lumbre de tu nuca
     Contemplarte sobre todo…
     Retozar adormilado  al compás
     del oleaje placentero de tu cuerpo.
     Repasarte con las yemas casi
     las costuras oblicuas del pijama
     blanco de pureza y pálpito.
     Acercarme a escucharte el tam-tam de tu corazón
     como un indio desnortado.
     Calibrar luego la palma de tu pie,
     una hoja de acanto entre mis manos que te inventas.
     Besar todo el aire que te circunda, eso sí
     No dejar ni una pulgada virgen de ese aura.
     Contarte quince chistes muy bajito
     Que te sonrías sin despertarte
     Que me brindes sonámbulas
     las  libres señas de tu contento.
    Que sólo te remuevas de dulce sueño
    Que te relamas sin conciencia
     de una alegría muy honda y no explicada.
     Adentrarme así en ti sin incordiarte
     Como si hubieras tú más que soñado
     en las inminencias palpitantes ya del nuevo día
     -esa lengua de fresa viva que te apunta ya a la frente-
     que otro mucho mejor que yo
     sobre las cuencas preciosas de tu oido
     sin darte tú del todo cuenta
     en mi mísero nombre, eso sí,   
     esta madrugada te ha dejado
     de amor,                                                           abres ya los ojos radiantes, niña mía, 
     reciente y perpetuo recado.
       
    
        

     

sábado, 12 de febrero de 2011

José Eugenio Arias, Sólo ante el peligro

    

    
     José Eugenio Arias y su familia, los dueños del asador Guadalmina, tuvieron hace años que hacer las maletas y con la cabeza gacha abandonar su tierra natal bajo la amenaza etarra. Se negaban a pagar la extorsión, el atraco de los matones que ellos llaman  “impuesto revolucionario”, uniendo en una misma tacada de progreso revolución y redistribución de ingresos, pues les encanta a ellos dictarnos el nombre de sus benéficas hazañas. Se ha visto y dicho tantas veces que parece cosa normal el tener que huir uno de su pueblo porque a los de las pistolas estorba. ¿Dónde estaban entonces la ley y el gobierno que a él y a los suyos les defendieran?
      
     José Eugenio Arias se opuso en público a la ley antitabaco. El Poder enfiló entonces toda la batería de sus cañoneras contra él. Le pusieron una multa de 145.000 euros. Le cerraron ayer el negocio. Se dice eso también pronto. ¿Cuántos de esos altos burócratas que han ordenado ejecutar el drástico cierre han sido capaces de emprender una aventura empresarial de la que vivían dieciséis familias? Seguro que en todas las herriko tabernas filoetarras se cumple escrupulosamente la ley, segurísimo. ¿La cristalería  que aquel asesino etarra puso en los bajos mismos del piso donde vivía la viuda del asesinado tenía también todos los papeles en regla? Claro, como no vemos a diario notorios espectáculos de paladinos incumplimientos de la ley, de odiosos espacios de impunidad. El penúltimo y más sonoro: el presidente de la Generalitat se niega a cumplir las sentencias del Tribunal Supremo sobre la inmersión lingüística. Pero es que el señor Mas, y los paraísos fiscales de su señor padre, son mucho más que el dueño de un asador, dónde va a parar. Insumisión, clama airada la Junta de Andalucía, y da un poco la risa. La Junta contra los insumisos, claro. ¿Y lo que aman la ley los okupas subvencionados, qué?  
     
     El que me echa un pulso lo pierde, dijo en los tiempos en que ocupaba el Poder D. Felipe González, como ahora de facto Pajín y Griñán al alimón. Si es usted sólo un mediocre hotelero solo, por supuesto. Le crujirán, muy justicieros y leguleyos ahora. Si detrás de Usted hay todo un grupo organizado, entonces, hablando se entiende la gente, hombre. Con los filoetarras se chalanea, a los sindicatos se les unta con lo de todos, a los de la Ceja se les chanchullea. A Botín, a la Banca ni se les sopla. De las subvenciones ilegales a empresas y oenegés amigas ni hablamos. Hay que escarmentar bien duro a ese mindundi. Con una mano se le rompe la crisma a un hombre solo, a la misma vez que con la otra se trajinan ERES y prejubilaciones falsas por un monto -que se sepa- de 700 millones de euros. ¡Y porque se ha ido de la lengua uno de los de la Junta juntísima que estaban en la pomada!  ¡Viva la ley y viva la Junta de Andalucía! , dan ganas de gritar.
    
     “O cierro o me llevan al calabozo”, dijo José Eugenio Arias, y decía verdad, que allí estaban los policías. ¡Cuántos sangrientos delitos previsibles se producen a diario precisamente porque no acude la policía! Dice Griñán, consejero de Trabajo en la Junta cuando los famosos ERES de la infamia que “las leyes hay que cumplirlas, nos gusten o no”. ¡Claro, señor Griñán!
     Esta mañana contaban en la radio que el otro día una señora por la calle increpó a un hombre que fumaba: ¡su humo me está molestando!, le espetó. ¡Señora, váyase a un bar! le contestó malencarado el fumador. Antes de que los cierren todos por cese del negocio, claro. Es seguro que de estar la izquierda en la oposición hubiera hecho de José Eugenio Arias todo un símbolo. La Izquierdorra (la izquierda de la cultura y la prosperidad) le habría proclamado -con masivas auto-inculpaciones, encierros de apoyo, artículos, documentales, canciones, pintadas, e-mails del pásalo- su más genuino héroe rebelde. Y los de la ETA, allá a lo lejos, habránse fumado un puro.

viernes, 11 de febrero de 2011

Rubalcaba, Zetapé y su ilustre follower

    
      “Usted va contra mí, por eso sus preguntas patéticas, para lucirse esta noche por las cadenas de EXTREMA DERECHA criticando a la policía, por eso lo hace usted, por eso lo hace usted (estruendosos aplausos en las bancadas socialistas)…sí, sí… a usted no le interesa la verdad… a ustedes, a usted, no les gusta lo que está pasando, que estamos ante el principio del fin de ETA, esta semana mejor que la anterior, y la que viene todavía mejor, y se lo recordaré una y otra vez en esta Cámara (“muy bieeen”, no puede reprimirse más la follower del Vicetodo, en medio de la catarata de aplausos).
     En estos términos rendía cuentas ayer en el Parlamento el Vicetodo ante las toscas inquisiciones del diputado popular sobre el escándalo del Faisán. Hasta ahora el heroico Rubalcaba choteábase del tosco, seguro él de que el Faisán no escaparía de dónde lo enjauló el no menos heroico Garzón. Llegó un juez nuevo, y sobre todo, de forma en verdad maravillosa cambió el criterio del fiscal sobre el asunto –como si la larga mano zetapeica, a través del Fiscal, buscara devolverle un espolonazo al Vicetodo en la soterrada lucha por el Poder, cada uno con sus mass media propios, que entrambos se traen- y al Vicetodo se le aguó la guasa. Las elecciones de mayo están a la vuelta de la esquina: Rubalcaba y Zp deben haber sellado ahora una frágil entente entre ellos para a la vez disparar toda la potencia de su fuego crispador y gabilondo contra  el PP. Qué viene el Doberman, capítulo 33.
    
     Veámoslo: Zp se asegura con Mas, pastizal mediante, las votaciones en el Parlamento. No necesitará ya aparecer unido –contra lo que decía ayer- al PP para aprobar el Pensionazo.  Por eso barrita ahora Zp: el PP nunca tiene ideas, se le han subido las encuestas a la cabeza. Lo del Vicetodo ayer no es lenguaje parlamentario; es el primer mitin de la campaña en la sede de la soberanía. Analicemos sus resortes rastreros. Uno: el control constitucional al gobierno por parte de la oposición convertido en simple y africano asunto personal (“usted va contra mí…”) Dos: radical satanización de los medios opositores (“lucirse en las cadenas de la EXTREMA DERECHA”) y curioso reparto de papeles el propuesto, si reparamos en que a la vez la prisaica Cadena Ser, valedora del rubalcabismo, depara honores estelares de respetabilísimo entrevistado al señor Rufino Etxeberría con su nuevo partido-trampa, grandísimo filoetarra representante de lo que para los socialistas es “la izquierda abertzale”. La realidad: este grandísimo filoetarra es el ilustre escritor de la tesis de la “socialización del terror”, siguiendo la cual la banda etarra comenzó a liquidar concejales populares a troche moche. Literatura para el tiro en la nuca, la suya, y ahí le tienen, en el candelabro de celebrities. Recapitulemos el mundo según Rubalcaba: Intereconomía, Veo TV, Libertad Digital, Popular Televisión son la EXTREMA DERECHA, los filoetarras son la IZQUIERDA ABERTZALE, con cómodo acceso deprisa deprisa a Prisa (recuérdese el entrevistón de este verano a Otegui), que les pone gratis et amore el principal altavoz del país.
  
     Y tres: criminalización extrema del adversario político (“a ustedes no les gusta el principio del fin de ETA”), para que se vaya Rajoy enterando de lo que se le viene encima, pues es casi inimaginable una afrenta mayor (que tanto recuerda a la del finado q.e.p.d. Polanco de Prisa cuando acusó al PP de “querer la guerra civil”), formulada además, -lo que abona la entente entre el Vice y el One- en muy parecidos términos a los esbozados por Zp antes de los asesinatos de la T4, “esta semana mejor que la anterior y la que viene todavía mejor”, sensacional revelación ésta que ha pasado inadvertida, pues esa crucial aseveración en el Parlamento (¡) pone al Vicetodo al pie de los caballos etarras, que con un atentadito ahora podrían liquidar políticamente a quien tanto de boquilla en los últimos tiempos ha condenado, salvo que Rubalcaba, que parece más espabilado para soltarse así que su “jefe”, esté bien seguro de poder sostenerlo, por conocer de muy buena mano la jugada siguiente, es decir, por estar bien al tanto del diálogo informal con los terroristas.
     Si sumamos entonces uno más dos más tres, cómo no exclamar, al compás de la transida follower de la bancada socialista, “moi bieeen, sr Faisán, pero que moi bieeen, plas, plas, plas”.

jueves, 10 de febrero de 2011

Zapatero y Mas, La penúltima sardana en Madrid

    

    
     Se lo avisé ayer mismo, frau Merkel –ah, si nos hicieran alguna vez caso a las hormiguitas blogueras-, que las mallas zetapeicas son traidoras en grado sumo. Así ha hecho su carrera el jayán que se las pone. Es usted sólo la penúltima de sus víctimas. La lista de sus traicionados casi alcanza a la de los desempleados bajo su égida. Si es que las mallas tiran siempre al monte. Son unas mallas pindongonas. ¿Ve, Ángela, cuánto han durado en el Viento las promesas zetapeicas de lealtad a sus políticas de estricta contención presupuestaria? Dos días, Merkel, entérese bien de cómo las gasta José Luis a la media vuelta. Mucho tango y mucha mantequilla con vos y en horas veinticuatro ya se la está pegando –nos la está pegando- con otro. Ahora, de tumbo en tumbo por la pista de baile, aférrase la Schneider de nuestro tango al flequillo kennediano de Mas, a su mandíbula cuadrada, por cierto, igualita a la de Brando en El Padrino.
      
     Y es que vino Artur Mas a Madrid con una propuesta irrechazable: o tragaba Zetapé mandanga y le daba pasta y plazos o le pondría sobre sus góticas sábanas la cabeza del burro muerto de Montilla maravilla, el increíble hombre menguante al que encima disfrazaron de Superman, tócate ahora los gabilondos. Al parecer, según confesó el conseller hijo de Pujol, el muy honorable ahora independentista, los del tripartito  dejaron sólo telarañas en las arcas públicas. Más: mintieron como bellacos a España entera, y al gobierno central en particular, al asegurar OFICIALMENTE un déficit que resultó en realidad, según los convergentes, de más del doble. Es decir, colocaron pingüemente a los suyos y dejaron ruina. En cualquier país que no fuera un oasis por ello se arrostraría cárcel. Les será difícil a los historiadores del futuro hallar un gobierno más nefasto que éste tripartito con independentistas trufado, uno de cuyos principales impulsores fue Zapatero. Por ello le juzgará la Historia. También los prebostes de la Ceja Nostra pidieron el voto para los comunistas catalanes en las últimas urnas, pero como son sus cuates los que “apañan” la Historia, siempre quedan ellos de heroicos benefactores de la Humanité. Y hasta de los márgenes, que diría big Sabina.
    
     A la vista de la finta, a Zetapé le quedó sólo aflojar la tela -¡de todos!- y que la mefítica charca catalana siguiera dándoselas de dorado oasis. Hoy me tapas tú a mí y mañana a la viceversa, mientras Rajoy seguía sin entender del todo ni la letra ni la música. ¡Leches!, el mismo baile les fue negado al chotis gallardonita y a la zarzuela de la huerta murciana, lo que obligó a Valcárcel a recortes y a los capitostes sindicales a desatar allí la violenta persecución contra ¡ese! gobierno autónomo, que hubo un consejero popular al que le llovieron hostias por youtú, -parecía también Marlon Brando en La ley del silencio, oh, Brando, omnipresente en nuestras vidas, ahí ya mismo para tí te lo pongo, Ángeles- hostias tal vez sobrantes de las que en su día repartiera la temprana crispación de Gabilondo.
   
     Es difícil hallar más dislates que los que en materia económica brinda de continuo la zetapeica y diarreica desgobernanza: le ocurrió igual con los ayuntamientos; al día siguiente tuvo que atribuir la pifia a un yerro en el BOE. Ayer las comunidades socialistas montaron el jare-krisna y el gobierno tuvo que autorizarles a todas más tarde los privilegios arrancados por Mas. Será quizás la gracia zetapeica a la negativa de Mas a aplicar las sentencias del Supremo sobre la inmersión lingüística, que se dice pronto eso sin darnos cuenta la barbaridad fuera de la ley que la misma encierra.
     Con lo fácil que tenía el bailongo Zetapé, tanto que decía él aborrecer a los ricos en su célebre Discurso del Viento, tanto que emprende ahora su gobierno sonada cruzada contra la economía sumergida, el soltarle a Mas algo así como… oye Mas, menos lobos, piano piano,  que si hemos de levantar las manos para aquesta cara sardana, antes tienes que explicarnos tú a todos la herencia de millonarios capitales evadidos por tu señor padre a paraísos fiscales, de los que eras tú beneficiario en parte siendo a la vez conseller de Hacienda, nada menos. Pero en ese caso hubiera tendido Zetapé que dejar la danza del Poder y convocar elecciones para perderlas. Y es que confía aún él en otra de esas vueltas que le da el tiempo a todo.
   
   Es la repanocha el prenda, Angela, te lo digo yo. Te lo decía ayer mismo. Es un pindongo. Que Rubalcaba tendrá, y bien merecida, la fama,  pero este figura es que carda la lana: a la media vuelta, ya lo ves, Angie, te la juega. No sigáis aplaudiéndole en Europa, no sigáis bailándole el agua. No. Angie, Angie, por favor, por favor, házle caso a la música de esta hormiguita.
  

miércoles, 9 de febrero de 2011

Zapatero y Merkel, ¿tango o tongo?

    
      Me decía el otro día César que estaba él deseando que una mujer alcanzara el Poder. Y en éstas llegó la Merkel. Venía con ganas la germana, sobre todo de pillarse por banda y cepillarle un poco las mallas negras del déficit a ya sabes tú quien. Se nos murió entre medias María Schneider desempolvando con su ocaso El último tango en París. Nos lo puso en bandeja, claro, a los escribanos amateur sin mucha imaginación: Ángela y su último tango en Madrid. Pongamos entonces a prueba ahora la procedencia del símil facilón.
     Primero y punto principal: para mí, con todos los respetos, Merkel es aquí Brando y Zapatero es la Schneider. Veámoslo. La peripecia biográfica de Angela es, como la atormentada vida de Marlon en la peli, todo menos sencilla: hija de un pastor protestante en una nación dividida por un muro soviético, nacida en el Oeste, aunque la mayor parte de su existencia vivida bajo la dictadura comunista de la parte oriental, en cuyas juventudes militó, doctora en física, hubo de abrirse paso entre la férrea desconfianza de los mamuts democristianos occidentales hasta llegar a ser la primera mujer canciller en la Historia de su país. Sus políticas llegaron a catalogarse de “fracasadas”, -Brando es también allí emblema del fracaso vital- ay, hasta por el mismo Zetapé, que tenía a Schroder como más afin partenaire entonces, a semejanza del radical novio cineasta que María gastaba en el film. Y es muy posible también que algo de la juvenil frivolidad chic y de ese Viento cursilongo que la Schneider pasea por París también impregnen los mismos aires zetapeicos, como la propia imagen de las mallas negras en Seúl vendría a reverberar. Cuando era Angela sólo una fracasada, a Zp le hacían hasta efímeras películas italianas dándole vivas a su mismo nombre en el título, tal era su auge entonces.
    
      Mas como en los violentos giros del tango, cambiáronse  las tornas: Merkel llegaba ahora a Madrid como un vendaval del deseo –tranvía marloniano again- derechita hacia Jose Luis, ansiosa por aplicarle disciplina germánica en las carnes a cambio de subvenirle sus caprichitos presupuestarios. Y éste, que eligió perderse ni un solo baile del Poder, habíase rendido ya, como si la sombra del fracaso hubiérasele ahora adosado a la piel y deseara abrazarse como fuera al oscuro magnetismo brandiano de la alemana.
     En el heterodoxo tango que se marcan en el film, Brando arrastra hasta la pista a la Schneider subida a las espaldas, montada a caballito encima de él. Ella quería y a la vez no quería, un poco como a Zapatero le pasa, que sabe de sobra él que trenzar su cuerpo con el de la estricta alemana, supone, ay, dejar como falsas tantas ideas y tantas promesas que por encima de su cabeza había jurado ante todos ni bajo tortura abandonar. Podría haber optado Zp, siendo fiel a sus ideas, por irse a su casa y ya está, pero debe ser la erótica del bailoteo del Poder muy potente bebedizo que a las mejores cabezas seduce, y las llamadas nocturnas de Angie tironeándole de las sisas doblegaron al cabo su voluntad. Se sacrificaría él por la patria –que antes aseguraba él que era la suya la libertad, tócate los vigalondos-, cual núbil ofrenda inmolada a la desatada lujuria de la Bestia de los mercados.
    
     Bailan y bailan Marlon y María su tango final, y por momentos lo hacen pasmosamente bien, porque Brando, inmenso, controla de primera ese deslizarse. Dijo Angie en paralelo que Zapatero, con sus pensionazos, con sus recortes, con sus marcha-atrás, “está haciendo bien los deberes”, vamos, que se acopla bien su triste figura a la suya, que le dice ella… ¡de rodillas y brazos en cruz cara a la pared! y Jose Luis cumple, (“España …-dice él, tal vez confundiendo su nombre con el de su país- demostrará que sabe ponerse en pie”) y la presión de la música terrorífica de los mercados, cierto es, por momentos cede. Y con qué fijación le miroteaba Merkel a Zetapé las suyas partes malladas. 
    
     No, no-seré-yo (gracias, again, Sabina) el que extienda el paralelismo ahora de la mantequilla por do más pecado había, que Brando le endiña a la Schneider para que se trague ésta todo su embolado programático, con la severa danza de ricino que Angela encasquetóle en Madrid a Zapatero. Eso se lo dejo a los capitostes liberados del sindicalismo patrio.
     Me decía también César que los hombres no sabemos hacer caídas de ojos como las chicas. No estoy seguro de ello. Hay que reconocerle a Zapatero que, el gris azulado de sus pupilas, su carita, enfocada desde un par de precisos ángulos, tiene un primer plano arrasador, que no pocos apoyos le ha regalado. Cuídese, pues,  frau Merkel, mire que el tango tiene infinitos e iracundos giros, y a pesar de la mantequilla, recuerde bien cómo termina la función de Bertolucci, ese pestiño insoporteibol, que dicen los que de esto saben.

martes, 8 de febrero de 2011

Merkel y Zapatero, el último tango en Madrid


    
     Ha muerto María Schneider, la prota de El último tango en París. La otra mañana en una tertulia radiofónica el gran comunicador sostenía, muy seguro de sí, que la peli era un peñazo insoportable. El resto abundaban, claro. Decían un par de bobadas desganadas –para mí que no la habían visto- sobre la escena de la mantequilla y tal. Una mujer de voz joven dijo que ni la había visto… ni pensaba verla, como si acabaran de mentarle un programa de la telebasura. Daba un poco de pena escucharles tan rudos en una radio tan principal. Arrastra ya unos cuantos trienios sobre sí –dura mantequilla del tiempo que va poco a poco empapándonos hasta vencernos la tostada de la espalda- para registrar la ley del péndulo cultural y a la vez el desprestigio creciente de cualquier obra culta y compleja que no se degluta inmediata, fugaz y evidentísimamente. Como si lo elemental sacara pecho encantado encima de conocerse. El bienestar de la incultura, diríamos parafraseando a Sigmund.
    
     Mira que le cargaban a uno aquellos tostones de arte y ensayo norte y centroeuropeos, atiborrados de  supuestos simbolismos tan crípticos que necesitaban de un tocho previo para convencerte de las profundísimas claves que los mismos desentrañaban. Era el discurso entonces dominante y como borregos balábamos de entusiasmo a la salida por “infumable” –exactamente eso se diría luego- que resultara el bodrio en cuestión. Ahora bien, una cosa es criticar la pedantería soporífera de muchos de ellos y otra es denigrar toda propuesta que exija del espectador un cierto esfuerzo de comprensión, que tensione para bien las entendederas. La degradación cultural que ha propiciado la televisión, buscando siempre las líneas de resistencia más fáciles –lo chusco, lo primario, el semen y la sangre que lady Gagá quiere ahora embotellar como perfume- en aras de la audiencia, ha ido progresivamente aniquilando los relatos de mayor enjundia y pervirtiendo los gustos y el criterio de las audiencias. El retroceso global parece difícilmente negable, y la boba aseveración a favor de la corriente y sin argumentos de la tertulia de que hablo me parece sólo un síntoma más.
       
     No tiene por qué gustar a todo el mundo El último tango en París. A mí mismo me parece una obra irregular, desequilibrada, aburrida a ratos, esotérica por momentos. Se la puede discutir, por supuesto; lo que no se puede, creo,  es despacharla de un bajonazo rastrero, como bajo el capricho de un mandarín campechano. Primero porque su autor, Bernardo Bertolucci, ¿qué importará que sea izquierdista?, gustará más o menos, tendrá mejores y peores películas, pero resulta indudable la riqueza y la elaboración de su producción fílmica. No estamos hablando de un piernas autrohúngaro del que nunca más se supo. Pero es que sobre todo, para mí, la historia que pone en pie en El último tango aúna momentos de extraordinaria brillantez, tanto desde el punto de vista formal como desde el de los contenidos que aborda. Yo creo que pocas veces se ha indagado con mayor expresividad artística en una historia de soledad y desamparo existenciales, del dolor y del tormento interior que a veces acogotan a las personas, de la irrupción en los mismos del rayo vivificante de la sexualidad, “no quiero saber tu nombre, no quiero saber tu pasado”, de la imposibilidad a la postre de la sola sexualidad, que arrastra a Brando al enamoramiento extremo y luego a la locura, en fin de la puesta en cuestión de lo que esencialmente nos constituye.
      
     María Schneider estaba ahí, -qué extraño y qué real al tiempo su personaje, esa joven snob, curiosa, superficial, carnal, caprichosa, atraida, atractiva, asustada, frívola- para darse de bruces con la Bestia, con un Brando inmenso, inmenso.  Se marcan ambos –sin apenas bailarlo encima-  casi al borde del precipicio pasional ya de su historia un tan singular como rebosante de magnetismo tango –no al azar elegido ese ritmo, emblema de la máxima fusión buscada y del desgarrador fracaso subsiguiente- que figura en  la Historia del cine. Todo lo contrario a mi juicio del tango que hánse bailado hace poco Zapatero y Merkel en Madrid, como mañana, a pesar del título que hoy puse –perdóname una vez más, lector mío, el fracaso de no casar yo bien título y contenido-, si la inspiración me sigue, trataré de argumentar.
         

lunes, 7 de febrero de 2011

A la atención de D. Emilio Botín (a la Garzónica maniera)


    
Estimado Sr:
     Verá, Señor Botín, no sé muy bien siquiera cómo encabezar esta carta, que sólo por un raro prodigio a su conocimiento habrá de llegar. Iba a poner “Querido Emilio”, siguiendo el elevado ejemplo que me mueve a escribirle, mas como uno poca cosa es y nada sabe usted de mí, resultaría ello de un atrevimiento incalculable y maleducado. Como le digo, es el exitoso modelo de la carta a su persona dirigida por el muy noble juez Garzón, sobresaliente paladín de la universal justicia –sabe usted mucho mejor que yo, D. Emilio, que ahora los acontecimientos acaban todos por cobrar una planetaria escala-, el que me impulsa a dirigirme a Usted, por mucho que lo mío, aun conteniendo para mí inmensa ilusión,  forzoso me es reconocerlo al tiempo, en mínima menudencia en realidad consista. Claro que a su vez, el que minúscula bagatela lo mío sea, no deja de animarme a intentarlo, por aquello de que quien pudo lo más, por fuerza ha de poder lo menos. Creo que me estoy un poco liando, Sr Botín, ya me disculpará sin duda Usted este nerviosismo de principiante.
    
     Decía el muy íntegro juez Garzón en su célebre carta, que no otra es la buena estrella que a mí, tan sólo un mero chiquilicuatre, en esto me guía, que “…como continuación de nuestra conversación de Navidades, te mando la propuesta… una propuesta bastante completa que someto a tu consideración”. Verá, Señor, acaso esta línea sea la que más me desanima  a exponerle mi asunto, que ninguna conversación con Usted las pasadas Navidades pude yo mantener, tan ocupada como su persona sin duda siempre ha de hallarse y tan lógicamente inaccesible para mí, apenas un modesto escribano. Además, el continuar una simple conversación con… toda una completa propuesta de financiación por escrito, es para mí  tan audaz salto en el vacío, una prueba tan de fuego, que no sé yo si alguna vez reuniré el arrojo necesario para afrontarla. Qué decir de esos “te” y “tu”, esas reveladoras muestras de una familiaridad tan cercana que sólo la íntima amistad puede procurar, y que uno ni de refilón hacia su persona alcanza. Aunque como se dice entre el buen pueblo llano, del que en su rostro –me perdonará, Señor, la osadía- vislumbres afloran, “total, con el no ya contamos, pues andiamo”.
    
     Hacía luego el recto juez Garzón en su misiva cumplido elogio del apoyo que “estáis dando” al centro Rey Juan Carlos de New York, que a él así parecía constarle. Creo, a mi parecer, que en esto Garzón, por quedarse corto y circunscrito, no es del todo justo. Es su mérito mucho mayor, Sr Botín y así todos, quiéranlo o no, y sin el más mínimo asomo de ironía se lo digo, Señor, lo han de admitir como indiscutible: el haber convertido, con su trabajo y su talento innegables e incansables, un simple banco provincial en una entidad multinacional pionera y crucial en el entramado financiero e institucional del desarrollado mundo en el que vivimos, es hazaña grandiosa al alcance de muy pocos y bien escogidos humanos. No hay sino que alegrarse, pues, de que los negocios le marchen tan bien.
     ¿Y qué diantres es lo suyo?, es posible que lleve Usted ya un rato entre dientes rumiándose. Discúlpeme, Señor. Bien sé lo precioso que es el tiempo para todos en la vida que ahora llevamos, que si a nadie gusta perder hoy el suyo en zarandajas, no digamos a las personas en verdad importantes, por tantos y tan distintos negocios a la vez reclamados. Acaso la celeridad sea un don que los cielos no quisieron concederme, como decía Cervantes de la poesía. Mucho le agradezco por tanto, Señor, el permitirme abusar de su sacrosanta paciencia.
    
     Verá: es el caso que soy yo, el que esta carta suscribe, autor de un ramillete de muy románticos relatos, de esos que acarician y reconfortan los más altos instintos en los más nobles corazones. Es también el caso que ese tomo de relatos, acaso por ser yo nadie, acaso por ser los mismos muy pésimos -no sé del todo a qué carta quedarme- tiene un muy desgraciado y aciago  destino, por no hallar editor alguno que ponerlos a la luz quiera, y por más que yo los mande aquí, allá y acullá, ni triste contestación siquiera de los mismos me llega. ¿Entiende ahora, Señor, el calado de mi amargura?
     Quizás pudiera usted, Señor, dada la proverbial liberalidad con que tiene a bien su persona  favorecer y fomentar las artes, al igual que en el asunto del gran togado que a mí me sirve de guía, -“te agradezco la financiación” decía él- hacer realidad mi sueño. Yo no puedo, como él, adjuntarle a mi carta el presupuesto, aunque a fe mía que una edición baratucha de mis relatos, por no mucho más allá de mil euritos ha de salir. Dice Garzón al final de su carta “quedo a la espera de tus noticias” y yo ni loco en algo así puedo confiar. Puedo en todo caso soñar –como bien sabe, Señor, de limpias ilusiones también se vive- que mi carta llegue a uno, que a su vez se la muestre a otro, y éste a otro, y así, como en los milagros que se cuentan en la Biblia, la misma a sus benéficos oídos llegue. 
    
    Se despidía Garzón de usted enviándole “un gran abrazo”. Y yo, al menos en esto, quiero, nada siendo, siendo nada, llegar más lejos que el principal magistrado. Le deseo yo muchos años, don Emilio, de venturosa y cumplida vida, otros tantos como mínimo a los que  ya sobre sí luce, y de tanta fortuna colmados. Afectuosamente suyo
José Antonio del Pozo



domingo, 6 de febrero de 2011

Con ellos


    Sí, yo estoy con ellos, con Irene Villa, con Teresa Jiménez Becerril, con todos. Con su memoria, con su dignidad, con su clamor de justicia. Aunque hubieran sido ayer sólo cuatro. Gracias.

sábado, 5 de febrero de 2011

Poessía cuatro

                   
     
     Canción para María  (la chica que obnubiló a Rajoy)  

     Y yo me llamo nadie, María
     y quisiera interrogarte
     pero que muy seriamente
     por la trama de esa mandorla que aloja
     la majestad de tus ojos carbón,
     tan formales que embelesan,
     por ese mandala que jalona
     tu frente de indómita luz indostaní,
     en la que inscribiría si tú me dejaras,
     sólo si tú me dejaras,
     el bindi mismo de Ranchipur,
     el almizcle de mi saliva roja ahí.
     Sí, quisiera yo indagarte  muy de cerca
     la mandolina que vibra
     tras el azafrán vivo de tus labios,
     tan sabios,
     el arquitrabe de tu pelo negro
     que apunta
     hacia la cimbra de un arco paquistaní
     que se pierde en la raya infinita
     de tu pelo venerable,
     y rastrear a un palmo tuyo
     el cariz tan nuevo que te circunda los pómulos
     el itinerario inapelable de tu nariz,
     la promesa y el secreto de tu cuello
     la órbita pudorosa de tus abalorios
     la divina proporción con que todo esto en ti estalla,
     hasta los bordes mismos de tu rostro
     de media luna y alhelí,
     ya lo sabes bien, María
     tengo yo, que me llamo nadie
     una pregunta para ti.
    


    

viernes, 4 de febrero de 2011

Rajoy se apunta a patinaje

    
     No seré yo, como diría el gran Sabina de Zp, el mindundi que vaya a crucificar con mis pobres medios –la limpia agua que mana de aquesta covacha apenas a lugar alguno alcanza-  a Mariano Rajoy, perseverante y experimentado líder de la oposición, a quien todos los hados apuntan como próximo presidente de la nación. Pero la escena resultó en sí memorable y bien divertida, y al cabo,  como decíanos ayer el holocáustico Vigalondo, acaso no nos vengan del todo mal unas gotas de humor que ensanchen de sano contento las horas amargas del naufragio zetapeico.
    
    Veamos: enhebró la fermosa moza de los bellos ojos serios sus tres yoes ante Rajoy en el VEO TV como tres síes que su rendido recato le daba en público al pretendiente… “yo me llamo María… yo voy a votar al PP… yo quería hacerle dos preguntas”. Inquirióle entonces sobre el grave asunto del empleo, que en nuestro país es dramático y es desempleo, juvenil. Ya se  habían visto, con sólo mirar de lejos a María, asomar sobre el severo rostro del pretendiente como unos extraños guiños, unas raras mímicas entre las cejas y los ojos, acaso faciales signos de turbación ante belleza tanta. Yo allí hubiera caido fulminado, que conste esto en el acta de mi acusación. Me da a mí María  tres síes como esos y Pedro J ha de sacarme del estudio en angarillas.
    
     Quiso don Mariano en algo disimular la súbita confusión que ya le azaraba y con profesional compostura algo garabateó sobre el papel, como distanciando un palmo de sí por un instante el calado de aquella hermosura. Si siempre la Belleza nos anonada y nos sume un instante en el total desconcierto a los que gastamos ínfulas de poetastros, qué no habría de ser entre aquellos que tienen alma y oficio de registradores de la Propiedad. Ah, claro, registrar impávido la impropia propiedad de unas facciones tan regaladas, cómo demonios puede facerse eso. Lo extraño es que Rajoy no prorrumpiera allí mismo en platónicos delirios.
     Terminó al cabo María su pregunta, pervivían aún en el aire los ecos musicales de tan pudoroso acento, y tenía Rajoy que contestar. Mas le notamos ya a las claras la boca seca, la mirada huidiza, el gesto perdido. Estaba noqueado. Le vimos resoplar un poco, airear la lengua para tragar saliva, remover en vano los papeles acercándoselos. Parecía no ver nada. “Vamos a ver… ehhh… el…ehhh”, balbuceó como pudo. Intervino al quite Pedro Jota, “…a ver si es capaz de responder en un minuto…”, como si el Tiempo transcurriera normal durante los deleites que la admiración de lo Sublime procura. Fue fabuloso, porque Rajoy levantó entonces los brazos en gesto de verdadera impotencia, como un hombre enteramente desarbolado y derrotado por una misteriosa fuerza.
       
     Y vino entonces lo impensable. Y fue que escuchamos a continuación la más humilde confesión que  podía imaginarse en la propia voz del atribulado protagonista, que en asombrosa y honestísima confidencia, revelándolo a la vez con la sorprendida asepsia que sólo puede darse en un registrador de la propiedad que hablara del poltergeist de un tercero: “Sí, es que, ehh… me… me ha pasado una cosa VERDADERAMENTE notable, que lo he escrito aquí y no entiendo mi letra”.
   
     Dime, lector, qué otra fuerza mayor que no sea la que dijo el Dante que movía las estrellas ha de causar cosa así, que lleve a persona tan cabal, como bajo el estrago de una poderosísima enajenación, a no reconocer ni los rasgos de su propia escritura. Me pareció entonces Rajoy, indefenso y vulnerable, más conmovedor Don Quijote que nunca, nublado en el juicio un instante por las dulcineas asechanzas. Era como si la niña que hace tiempo Rajoy nos presentara de golpe hubiérase hecho mujer.
     Sé de sobra que la anécdota dará pie a mil interpretaciones. A mí, como cuando las lágrimas moratinas, -ahí están, ahí están, viendo pasar el tiempo, míralas- la pureza inverosímil de la propia confesión instantánea me desarmó y movió mi humana admiración hacia la rara humanidad que descubrí yo entonces en Rajoy (que por lo demás, sobrepuesto enseguida del lance, principió a soltar su rollete de sacrificado empollón de oposiciones a la presidencia del gobierno en el capítulo correspondiente al empleo juvenil apartado tres y tal). 
    Y  nada, que voy a hacerle yo una canción a María de los ojos serios, antes que Sabina se me adelante, el muy.