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jueves, 5 de abril de 2018

¡Ahhh, El resplandor en la Catedral!


   



  Uff, la tremebunda escena, a la vez real y Real, hiperreal pues, pareció adquirir por momentos en síntesis los contornos de una película de terror. Veamos: de fondo el escenario siempre intimidante y fantasmal que todo Palacio para sus moradores -no digamos ya si en el mismo advenedizos son- implica: ese aislamiento, esa agresiva claustrofobia que casi siempre sus inmensas galerías y protocolos desencadenan. Añádanle, como en un raro cuento gótico, que una joven progre se casa con el Rey, que se convierte ella así en Reina, es decir, que se embarca en una Vida diametralmente opuesta a la que su preparación y carácter le pedían. Más la cosa, clásica y universal entre personas y animales, de marcar territorio. En fin, érase el Domingo de Resurrección en la Catedral, y a la salida de la Santa misa, en presencia de mitrados, guardaespaldas y gentes monárquicas, comparecía la Familia Real. En estas que la Reina Emérita, presa de a saber qué prurito, con inusitada brusquedad engancha a las nietas por los hombros y pide foto. La Reina entonces, madre de las infantas, como espectral y ceñuda presencia, se cruza y se cruza adrede, para romperle a la Suegra el Cuadro. Que encima de pronto se acerca a la Princesa de Asturias, para con dedos repeinarla el peinadísimo pelo. La Emérita, que quiere apartarle esa mano. La Reina que no cede. Enfrentadas. Palabras como puñales entre ellas. Conversación en la Catedral, sí. Unos instantes grotescos sobrevienen ahora, en la soterrada pero palmaria pugna entrambas, durante los que la Reina Emérita, para driblar a lo Ronaldo la maligna silueta, arrastra consigo, primero hacia un lado y luego hacia el otro, a las infantitas por los flancos enganchadas, en busca aún de la foto perdida. Se bambolean, todos allí como títeres se bambolean. Pobres niñas, diríamos. Una apenas pestañea, pobre, sí. Pero, ante el vahído general, la otra, Princesa de Asturias ya, de forma inopinada y un poco a lo Carrie,  de un formidable manotazo aleja de sí el brazo de su Abuela, que, profesional,  insiste con disimulo en pasarle de nuevo el brazo por el cuello. ¡Vuelve a su vez la Niña en público, mientras la Madre hace nada, a repetirle el asco a su abuela Real! Rayos, truenos y centellas. Bueno, majo, para qué quieres más. Qué contenidísima altatensión, por Dios. Ni con el cuchillo de El resplandor podría cortarse tanta. Suerte que, como en los cuentos felices,  llega el Rey Soberano, el Padre también, a poner paz… Bueno,  a poner algo de paz en… el horror, el horror… Tras ellos, a un lado escorado, el legendario Rey Emérito, el motor de la Democracia, el Abuelo, que fue picador, yes, que observa impotente la tremenda escenita. Que tuvo después incluso terrible secuela, pues quiso luego en la explanada la Abuela, quizás para borrar la hiel derramada, besarle el pelo a la brusca Princesita, que, dulce esta vez, ni se movió… ¡Más allá que se llegó de nuevo la Madre… y pareció, oh, my God, pasándole la mano sobre la misma parte besada en la cabeza a su Hija, querer así disolver, centrifugar, anular ese beso. Anótese asimismo, signo de los Tiempos, el ocaso real y simbólico de la Figura Paterna en el quilombo. Y la moraleja: ¡Suerte, valiente Felipe VI, Rey de España! Que la vais por tantas cosas, Señor, creo yo, que soy nadie, a necesitar.  


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miércoles, 28 de febrero de 2018

Por qué la Reina Letizia debió ir al World Mobile y qué decirle allí a Ada Colau


   



   Sobresalió la estricta soledad del Rey en Barcelona durante la Feria de los móviles. ¿No pudo acudir Reina Leticia al evento, o es que, a propósito del golpismo separatista y su cacerolada inquina, es diferente su real pensar? De haber ido, interponiéndose y ahorrándole al Rey el desgaste simbólico, algo podría haberle dicho ella a la alcaldesa Ada, que, no contenta con el feo protocolario al Monarca, con la serie de morrudas malascaras que aquí y allá ante los focos le puso, incluso momento buscó para pretender abroncarle… ¡y correr encima a contárselo luego a la Prensa!
    Malo el que quisiera, totalitariamente, esta hada funesta interpretar a todos los catalanes, como si fueran estos, contra los inapelables datos electorales, de un Único Pensamiento, el Supremacista, pero… ¡reprochar Ada Colau empatía a alguien! ¿Habráse visto alguna vez más desenvuelto cinismo? Si alguien ha construido su carrera política montada sobre la ola de un lenguaje virulento y fanático, azuzador de masas, esa ha sido ella. ¡Si lo primero que ella antes de nada en el Poder Municipal  ordenó, entre las risitas de sus edecanes ante las cámaras, fue retirar y meter en una caja un busto del Rey de España! Lo segundo fue “colokar”, pero que bien colocado, en el Presupuesto público a su compañero sentimental. Pedir ella empatía… ¡que vino torcidamente a acusar al PP, a cuenta del Ébola, de provocar un EXTERMINIO ENCUBIERTO! Qué decir ya de la poco disimulada complacencia ante los batasunos.  En fin, Ada Colau… no haré más preguntas, Señoría.  


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domingo, 4 de enero de 2015

Escenografía fría del mensaje navideño de Felipe VI

     



   Si necesitó Antonio López veinte años y un día para rematar en algo a la vez minimalista y enfático, en algo abstruso y difuso, su soberbio Cuadro de los Reyes http://elblogdejoseantoniodelpozo.blogspot.com.es/2014/12/20-anos-despues-que-cuadro.html
, han bastado seis meses a Reyna Letizia (al decir de afamados e informados cronistas reales) para de su mano sobre todo pintarnos el confuso cuadro del Primer Discurso Navideño de Felipe VI.
      
   Veamos: como allí López, ha vaciado aquí Reina Letizia de toda pompa y circunstancia la Figura Real: nada de Oficial Despacho ni de noble mesa distanciadora, ni de histórico lienzo detrás; le voilá al Rey en cuartito de estar y frontal, cercano. Vale, sólo que nos resulta este un cuarto de estar frío -no en vano como se sabe es artificial, y se nota-, no hay calor ahí, ni de hogareña chimenea real, ni de humano y familiar roce. No deja de ser un mensaje oficial del Rey. 
   
   En parte percibimos también un ámbito inconcluso, no cerrado y poco acogedor por el doble cortinaje descorrido, que, si pretende sugerir accesibilidad, transmite asimismo cierta indefensión y vulnerabilidad. El sólo a medias reconocible árbol iluminado a lo lejos no adquiere espesor icónico de confortable fondo. Un sofá en tonos cálidos, sí, pero tan enorme y fantasmal, sin un mínimo objeto-prueba de vida familiar sobre él, que paradójicamente casi incrementa la misma sensación de vacío y frialdad. (Jejé, los lectores de mi libro seguro que entienden el respingo que pegué al ver el rojo sofá). Frialdad que en numerosos planos del Mensaje tornábase gelidez gore por la incomprensible presencia tras la cabeza del Rey del metálico picaporte que vemos, que parecía a veces presto a golpear la testa real y otras a servir de colgadero de la misma. 
    
   Si vaciada la Figura, vaciada también la Ocasión. Obsérvese que tratándose de un Mensaje Navideño del Rey en la misma Nochebuena, la representación simbólica de la misma, en furioso contraste con los Paternos Mensajes, aparece casi liquidada, relegada al rincón menos legible del cuadro y reducida a unas porcelanosas figuritas que más parecen simple recuerdo turístico que otra cosa. Podría, puestos ya a la innovación, haberse modificado el día del mensaje, quizás.
    
   E incomprensiblemente vaciado también el principal símbolo sobre el que descansa la representación Real de la nación: la bandera española. No tras el Rey, señalándole y enmarcándole, sino en los confines del marco de significaciones desplazada, postergada, arrinconada junto al “belén” y a la Foto del Pasado, haciendo lote semiótico con ellos. Impensable escamoteo de la bandera nacional en otro Presidente o Rey de cualquier otro país. ¿En ese olvido ha caído la majestuosa reivindicación que de España Felipe VI en su Discurso de Coronación, sólo seis meses atrás, hiciese? Anótese que, siendo en apariencia minimalista el cuadro, no menos de nueve objetos se interponen entre el Rey y la bandera española.
      
   ¿Y ese singular vaciado que observamos, con qué iconos a cambio rellenado? ¿Qué es lo más resaltado y lo más señalado por aparente mano invisible como lo más próximo sobre la Figura del Rey? Vemos no una, dos fotografías –una con el Rey a solas, otra con las infantas los dos- en las que aparece la Reyna Letizia, vale, …mas, a la derecha del Monarca, en la zona de mayor visibilidad natural del cuadro, en el punto de salida, es decir, del Futuro, del mismo, sobre la hermosa planta natural izado, en solitario ofreciéndose a la visión general… ¡un cuadro de la Reyna Letizia cuando niña!  El extraño retrato infantil de la Reina, entre idealizado y gótico, observa al Rey, y parece desde allí escudriñarlo todo.

     
   Ese impresionante cuadro dentro del cuadro cinematográficamente puede remitirnos tanto a La mujer del cuadro de Fritz Lang –historia de una obsesión- como a la hitchkockiana  Rebeca, pero habla bien a las claras, creo, del desplazamiento real y simbólico que en el meollo del Rey de España puede estarse confirmando. Y la buena gestualidad de Felipe VI diciendo el mensaje, no disipaba del todo el frío del cuadro resultante, no, y un poco nos llenaba de incertidumbre y preocupación.





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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)

sábado, 20 de diciembre de 2014

20 años después... qué Cuadro

    


   (Diciembre a cuestas ya, lector. Hum, huele a Navidad. Regalar a un amigo/a, regalarte, regalarme mi libro. ¿Agradeces el blog? ¿Lo valoras? ¿Merece una pequeña recompensa? Necesito vender algún ejemplar más de mi libro, que es además muy bueno -creo-, para seguir escribiendo. Pídemelo. Precio por correo ordinario: 10 euros. Precio por correo certificado: 15 euros)



   Veinte años para rematar un Cuadro de Reyes, de Familia Real en pie, nos parecen demasiados, -acaso sentados también ellos hubiéranlos llevado mejor- pues la propia mano del Tiempo, el cúmulo de gracias y desgracias que a esos modelos Reales pública y notoriamente les ha sobrevenido, y que todos más o menos conocemos a lo largo de esos años, pueblan el cuadro de invisibles turbulencias –una especie de raro poltergeist- que provocan que su visión en manera alguna nos pueda resultar “natural”.  
     
   Es por ello que al asomarnos al soberbio Cuadro (3x3,39 m) nos pasa como al niño de la película esa, que a veces vemos… a los Otros. Nos despistan un poco más las insólitas declaraciones del Artista, que a la pregunta de si se planteó incluir a los entonces maridos de las Infantas, a Doña Leticia y a los nietos de los Reyes, responde que “pregunté y me dijeron que no de una forma contundente, Pensaba incluirlos alrededor del cuadro” (ABC.es 2-12-14) Hubiera sido total, claro, sólo que en esa fecha ni eran maridos, ni había nietos ni Leticia que se sepan.
   
   Miramos también a los modelos veinte años ha, observamos su problemático presente y sin querer pensamos, claro, en El retrato de Dorian Grey, aquella notable indagación de Wilde en la que el retrato servía como recordatorio de la perversión moral de su modelo. Ocurre además que no nos parece este ni un cuadro sarcástico, en la onda de Goya,  ni panegírico, ni siquiera realista, a lo Velázquez para con la Royal Family, quedándose a un medio camino de todo, minimalista y a la vez enfático, que nos lo hace paradójicamente abstruso y difuso. Dice ahí también el Artista que “lo que más me gusta del cuadro es su tono moral, ético; la limpieza y la nobleza que emanan de él”.
       
   ¿Está seguro? ¿No nos parecen estas, excepto la de la Reina Sofía –resplandeciente, que se lleva ella de calle el Cuadro- unas figuras adustas, severas hasta casi ásperas? Don Juan Carlos liofilizado, retraído y algo ausente, en punto de fuga aunque a la vez en el centro, un centro desvaído y corinno, casi en agujero negro diríamos. Doña Cristina masacrada en el tren inferior y en la expresión boba, como si padeciera infección de urdangarinitis avant la lettre. Doña Elena, ceñuda y vinagre, casi altanera y hasta los mismísimos marichalares  de estar allí. ¿Y Don Felipe? Grandote, distanciado, rígido como un estandarte, inexpresivo e irreal, sideral, bañado en una palidez espectral, un Principito de opereta, casi.

   
   Ya digo, es el Tiempo, que a todos, a Reyes y Artistas también, nos trueca en sueño, sombra, polvo, nada… en nada de nada. 


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viernes, 24 de octubre de 2014

Si lo hizo todo un Rey de España, Rato...

   


   Qué menos entonces, siendo lo del Rey al lado de su zarabanda trincona distracción mucho menor, señor Rato, que compareciera usted ante los medios, y puesto que al parecer ha devuelto el íntegro que correspondía a la ambrosía suya derramada a cargo de las Tarjetas B, de verdad arrepentido, pronunciara usted también, a su manera si quiere, aquellas inspiradas palabras Reales que el otro día el graciosillo Piqué, el futbolero, con chufla se apropió sólo para camuflar su estúpida chulería:
     
      “Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir”.
    
   ¿No comprende, sr Rato, de no hacerlo, el daño incalculable que a las ideas que dice usted defender asesta? Denos más tarde su versión del ruinoso Desastre sin paliativos de Caja Madrid, de Bankia y del resto de Cajas, en el que todos, unos más y otros menos, están implicados y hasta pringados, que quien calla otorga, pero por de pronto, nítidamente avergonzado, pida a los ciudadanos perdón por lo que hizo y por lo que permitió.
   
   Aunque le sea imposible recuperar el prestigio que sin duda un día tuvo, aunque no pueda usted ya desempañar el cristal impoluto de su honestidad, aunque nada podrá volver a ser como antes, recupere al menos ese mínimo de dignidad que solía llamarse hombría: pida perdón. En algo nos sentiremos muchos aliviados.
     
   Si se lo vimos hacer a todo un Rey de España, Rato, ¿va a ser usted acaso menos que él? Tan imperial soberbia sólo está al alcance de Jordi Pujol, ciertamente, que incluso a quienes le censuran abronca y amenaza, y al que mucho menos encono la tropa de Indignados dedica, es verdad, pero…  y qué más nos da Pujol.





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viernes, 20 de junio de 2014

Fue un instante precioso

     



    Asistíamos a la escuetísima abdicación del Rey. Sin apenas palabras, con los mínimos gestos al desnudo, acaso por ellos cargados los mismos de una más concentrada emoción, como en las mejores películas del esencial cine mudo: el abrazo, cabeza con cabeza, entre padre e hijo, el beso sobre la mejilla de la madre, la fiel atención de la esposa, el candor de las niñas, la cesión de la silla principal. Entonces sucedió.
    
   Acudía la guapa princesita, Princesa ya, a cumplimentar a su abuelo,  al Rey gigante, el Rey cazaosos, el rey mataelefantes, el formidable monarca que también tumbó el monstruo del anterior Régimen, el que condujo a la nación hacia la convivencia pacífica y la libertad sin ira, el Rey que habiéndolo sido todo… en ese momento era poco más que un abuelo cesante. Y el Rey que ya no era Rey, averiado por el Tiempo y las operaciones, en presencia de aquella graciosa inocencia, de esa pureza rubia y candeal que le mostraba cariño, trastabilló, se tambaleó… acabó por caer contra la silla que tenía tras él. Lejos de alarmarse, de espantarse o de amedrentarse ante el desmoronamiento físico del Rey, quizás trasunto del anímico, ante la brusca intromisión de lo fatal e inesperado en el protocolo que allí les traía, en todo el difícil  momento, y con asombrosa naturalidad y aplomo, no dejó la Princesa la compañía del abuelo demediado, auxiliándolo incluso con, insólitos por sabios, gestos apaciguadores.
    
  La grácil desenvoltura de la princesita allí, esa alada soltura ante el Superhombre, un instante antes temible y de golpe viejo, torpón y atornillado por la enfermedad y la cesantía, ese fulminante contraste de edades y vidas recordaban, sí, aquellas luminosas y aurorales imágenes de Frankestein y la niña al lado del río, símbolo éste de la vida que no se detiene.   
    
   Y ese delicado e imprevisto momento a todos nos arrebató un poco, sin necesidad de ser monárquicos doctrinarios, y es porque entonces se abrieron paso en cuantos lo vieron sentimientos universales y grandiosos, en los que la mayoría de los humanos nos reconocemos, esos que el mejor cine ensalza y condensa como el gran arte que es.  


(Iba a añadir, lector, algún denuesto contra el economista separatista Martín i Sala que, siendo él Premio Rey Juan Carlos, afrentó a la princesita el otro día poniéndonosla –¡ya hay que tener sucia la imaginación!- como “la niña del exorcista”… pero para qué, si él solito en su grosería debe sentir ya, de ser persona, asco de sí mismo.)



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jueves, 19 de junio de 2014

Alguna idea para Felipe VI

     

   Verá, Majestad, podría Usted… podría traer por las orejas a su cuñado Urdangarín –entiéndame, hablo en términos simbólicos pero inequívocos, aunque de verlo realmente así, Urdanga de rodillas y trasorejado ante todos,  la propaganda por el hecho de que hablaban los anarquistas sería incontestable- y que devolviera hasta el último penique de lo afanado, más los intereses correspondientes, claro.
     
   Podría también Usted, Majestad, atender, con propósito y acciones nítidas y tajantes, la acuciante necesidad de ejemplarizar la imagen y el concepto popular de la Familia Real, tan empañada de errores y corrupciones en los últimos tiempos, por más que no liquiden el balance globalmente muy positivo de la etapa juancarlista, acaso entre los mejores años, entre los más prósperos y civilizados de la Historia de España.
      
   Debería asimismo Usted, Majestad, ante las difíciles situaciones económicas por las que atraviesan miles y miles de familias españolas, adoptar ejemplares y drásticas medidas de austeridad en el seno de la Casa Real que todos pudiéramos fidedignamente observar: reducir personal, reducir gasto, reducir presupuesto. La sociedad española necesita, Señor, como agua de mayo ejemplaridad y limpieza.  
       
   Podría asimismo, Señor, también en público tirar de las orejas a los principales partidos políticos del sistema constitucional en orden a hacerles ver la imperativa obligación de afrontar y sancionar, y con claridad separar de entre sus filas, a los responsables de los notorios casos de corrupción que a los mismos asolan. Podría Felipe VI convertirse en simbólica vanguardia ante la sociedad de la obligada lucha contra la corrupción.

      
   Y podría y debería, Señor, por último pero no menos importante, afirmar su indudable determinación a constituirse en garante esencial de la unidad de la nación española, ese Bien de orden moral y pragmático a la vez, tan gravísimamente amenazado ahora. Conseguiría con todo esto sin duda hacer útil la Corona a los ojos de la mayoría, que es lo esencial, y así esa mayoría la defendería. No dude en ningún momento que será el curso, en un sentido o en otro, de su actuación y de sus hechos, más que los principios abstractos, la que condicione la mayor o menos adhesión general a su persona.    




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martes, 3 de junio de 2014

¿Monarquía o República para España, AHORA ?


   Claro que el Rey de España, símbolo de la unidad y permanencia de la Nación española, debe sajar y atajar del todo cuanta sombra de corrupción pueda también a él y a su Casa alcanzarle. Y por supuesto que debe su actuación resultar ejemplar y útil a los ojos de los ciudadanos. Rex eris si recta facies, si non facies non eris, que decía el clásico que estudiábamos allá en el rancho grande. Que de no ser así, su suerte estará más que echada. Pero tampoco debe ocultársele a nadie, a ninguna persona avisada y responsable, que todo el que deteste el caos para su nación puede ignorar que el establecimiento de una República ahora, dada la cultura política en nuestro país dominante, dada la hondura y la gravedad de las querellas de todo tipo que a nuestra nación asolan, sólo podría ser el principio del dramático precipicio por el que a tumba abierta todos de hoz y coz nos arrojaríamos.
   
   Primero que quién.  Y luego que, pasados tres meses, los unos, los otros, Maroto y el de la moto, más el resto de los hunos, que diría Unamuno, lo habríamos convertido en un inútil pelele. Todos los diques institucionales de autocontención y de una mínima unión, los mínimos lugares de un precario punto de encuentro, estarían ya del todo arrumbados. Sería imposible después –cualquier observador imparcial y templado debería preverlo- volver a tapar esa caja de violencia, con todos los males como locos ya desatados. Que al menos también en este infeliz blog, en el que caben todo y nada, quede escrito.

Más aquestas notas, lector, a pie de post:

-la Abdicación no hace sino aumentar más y más el vértigo socialdemócrata de que ayer hablábamos. Parece evidente que la suerte de Felipe VI, de Leticia Ortiz, de la Monarquía se halla, una vez más, en manos de la decisión del PSOE.

-Es de ver, con lo que el Rey ha alabado siempre a las Fuerzas del Progreso, cómo muchos de ellos se lo pagan, los muy ingratos.

-Será importante, claro, dada la ascendencia que sobre el futuro Rey guarda, la personal actitud y decisión que doña Leticia Ortiz en estos momentos adopte.

-¡Si hasta el propio Carrillo, y con él todo el PCE, alabaron al Rey hasta la extenuación!

-Al mismísimo Señor de ERC no tuvo el Rey reparos en recibirle y soltarle aquello de... hablando se entiende la gente

-Cuánto no ensalzaría pública e insólitamente el Rey a ZP (Hermano Mayor espiritual de los Indignados) que éste vióse obligado a reconocer que es que don Juan Carlos era un rey... ¡muy republicano!

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LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS (Resumen de la obra en post del 27-1-2013 y 1-2-2013)
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lunes, 24 de marzo de 2014

En la muerte de Adolfo Suárez

     

   No siempre, pero a veces sólo la distancia del Tiempo nos da la verdadera perspectiva de las cosas y de la valía de las personas. Quizás por eso, para que más se aprecie y se aquilate su mérito excepcional, haya sido mejor que Adolfo Suárez fracasara con estrépito después de su prometeica tarea en la Historia de España. De haber obtenido algún éxito electoral posterior, por fuerza se habría enfangado entre los lodos de la sucia politicorra.  
   
   Fue un hombre extraordinario para un momento extraordinario. Lo fue tanto –y su enorme Figura, a despecho de las teorías colectivistas, reivindica la importancia decisiva del factor personal en la Historia-  que cualquier otro, sin su audacia, sin su determinación, sin su magnetismo,  no hubiera sido capaz de en tan poco tiempo -2 años- desmantelar un Régimen autoritario de 40 y establecer la base más sólidas para la convivencia pacífica entre todos: la Constitución de 1978.      
      
   Su momento grandioso, el que reveló su valor y su resolución heroicas fue, claro, durante el 23-F, cuando los puros actos, los suyos entonces, enfrentando a cuerpo limpio a los golpistas ametrallantes, y no la perpetua autopropaganda de benéficas esencias de la Humanidad con que otros siempre se aliñan, dictaron su incontestable lenguaje. Ahí, en los últimos instantes de su presidencia, encarnó como nadie Adolfo Suárez la Dignidad.
        
   Todo le fue peor después, absolutamente todo el mundo (su partido, la oposición, el Rey, los bancos, la prensa, en fin, el noble pueblo español), -incluso la propia Vida en su más íntima dimensión-  le dieron luego la espalda… y las puñaladas por la espalda, acaso secretamente envidiosos e incómodos todos en presencia de ese Héroe.  Nunca vióse hombre tan solo. Enhebró, desde la elaboración de la Constitución, tal ristra de fracasos, también por errores propios,  que resulta ahora casi incomprensible imaginar cómo pudo la ciudadanía auparle con sus votos en dos elecciones generales, las dos primeras de la democracia y las más decisivas.
   
   Quizás a la postre mejor así, ya digo. Es cierto: pocas veces una simple foto casual puede decirnos tanto, como el más sublime cuadro que encerrara y condensara en su misterio toda una formidable peripecia vital e histórica, que termina, como las pelis de Chaplin, como termina siempre la propia vida, con dos personas de espaldas, enlazadas por el abrazo, perdiéndose hacia el fondo, difuminándose entre la floresta y la hojarasca del horizonte.    

     
   Fue un hombre excepcional para un momento excepcional, movido sobre todo, creo, en aquellos años aurorales –bajo brutales ataques terroristas de la extrema derecha y de la extrema izquierda, en medio de otra pavorosa crisis económica, entre la desconfianza de todos los poderes- por un ciego y noble designio: conseguir para España la concordia y la libertad, la libertad sin ira.

lunes, 30 de septiembre de 2013

El Rey sigue ya la actualidad, ¿de verdad?

     


   Desde luego las portadas (algunas) las carga el Diablo, que a pesar de ser real Príncipe de las Tinieblas gasta a veces trazas de muy sardónico republicano. Dime tú si no, lector. Informaba el titular del diario de la oportuna visita del Presidente del gobierno a nuestro monarca, de la cadera operada muy convaleciente él. Daba cuenta a la prensa el Presidente de cómo le había encontrado:
    
   “El Rey está animado y sigue los temas de actualidad”.
  
   Vaya, don Juan Carlos entonado, estupendo, y enganchado ya y todo a la red informativa de la candente actualidad, fenomenal, decíase uno. Añadía el presidente que el Rey mucho le había preguntado al respecto. ¿Al respecto … de la actualidad, has dicho? Y es que justo debajo de la susodicha noticia, con simétrico espacio y cuerpo tipográficos, con su sola presencia salpicando, de sorna, de guasa, de chunga, de todo eso junto la anterior buena nueva, el titular palpitante de otra:
    
   “La Infanta desvió dinero alquilándose a sí misma el palacete de Pedralbes. Casi 31.000 euros”.

     
   Seguía luego ya esta noticia desarrollando en el interior los penosos antecedentes del caso que a Infanta infecta. El efecto conjunto de las solas dos noticias yuxtapuestas, sin que el periodista añadiera de su cosecha ni un solo calificativo, resultaba, claro hilarante y demoledor. Como si de nuevo aquel maldito elefante, con el afilado marfil de sus colmillos retorcidos y todo, de nuevo le persiguiese. Triste de sí, sí.  Ya digo, como si a veces las portadas las cargara el mismísimo Lucifer




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(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)

lunes, 4 de marzo de 2013

Ocurrió en el Fernando Buesa Arena


    
     
  Desplegaron sus banderas separatistas, vale. Extendieron sus proclamas filoetarras. Abroncaron e insultaron al Rey de España. Abroncaron e insultaron el himno español. Abroncaron e insultaron a los niños del Real Madrid en el momento de recoger la Copa, antes de empezar la final de los grandes. Esos niños allí acongojados, demudados ante toda aquella banda aullante. Ultrajaron sobre todo aquel recinto, la heroica memoria de quien le da nombre y sentido. Fernando Buesa, el líder parlamentario socialista, valiente defensor anti-nacionalista, fue literalmente despedazado por la maquinaria de picar carne etarra en el año 2000. Ese estadio fue elevado para perpetuar su ejemplo, para que no se olvidara jamás su vil asesinato. Ese sagrado espacio fue el que sobre todo profanaron aquella estampida de violentos patanes, a los que para nada ese nombre, ese sitio, contuvo. Fue como si en un recinto que llevara por nombre Martin Luther King, un hatajo de ku-klux-klanianos berrearan sus bárbaras proclamas. Fueron escalofriantes aquellos rebuznos precisamente allí.
    ¿Qué pensaría toda aquella patulea de cafres de Fernando Buesa? ¿Qué sentirían hacia él? Si eso se permitió allí, queda claro quiénes son los que van ganando la partida. 




LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS (Resumen de la obra en post del 27-1-2013 y 1-2-2013)
154 pgs, formato de 210x150 mm, cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)

viernes, 22 de febrero de 2013

¿Monarquía o República para España ahora?


    
   Claro que el Rey de España, símbolo de la unidad y permanencia de la Nación española, debe sajar y atajar del todo cuanta sombra de corrupción pueda también a él y a su Casa alcanzarle. Y por supuesto que debe su actuación resultar ejemplar y útil a los ojos de los ciudadanos. Rex eris si recta facies, si non facies non eris, que decía el clásico que estudiábamos allá en el rancho grande. Que de no ser así, su suerte estará más que echada. Pero tampoco debe ocultársele a nadie, a ninguna persona avisada y responsable, todo el que deteste el caos para su nación puede ignorar que el establecimiento de una República ahora, dada la cultura política en nuestro país dominante, dada la hondura y la gravedad de las querellas de todo tipo que a nuestra nación asolan, sólo podría ser el principio del dramático precipicio por el que a tumba abierta todos de hoz y coz nos arrojaríamos.
   
   Primero que quién.  Y luego que, pasados tres meses, los unos, los otros, Maroto y el de la moto, más el resto de los hunos, que diría Unamuno, lo habríamos convertido en un inútil pelele. Todos los diques institucionales de autocontención y de una mínima unión, los mínimos lugares de un precario punto de encuentro, estarían ya del todo arrumbados. Sería imposible después –cualquier observador imparcial y templado debería preverlo- volver a tapar esa caja de violencia, con todos los males como locos ya desatados. Que al menos también en este infeliz blog, en el que caben todo y nada, quede escrito.




LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS (Resumen de la obra en post del 27-1-2013 y 1-2-2013)
154 pgs, formato de 210x150 mm, cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)

jueves, 7 de junio de 2012

Absoluto Deseo del Rey Juan Carlos


    
    No sé, lo de las querindongas reales me parece fatal, y tantas regalías florecientes que vemos tan censurables, pero entonces, justo en esa situación, deseé que el Rey Juan Carlos por un instante fuera Monarca Absoluto, que recuperara las regias prerrogativas que hacían de sus antepasados Dueños y Señores de vida y hacienda de los súbditos, y que ordenara allí mismo dar a tamaño botarate cuanto castigo mereció su incalificable afrenta. Deshollarle allí mismo y colgar luego su melón de un balcón del Palacio Real, medirle el lomo a vergajos hasta desangrarlo, crujirle a base de bien en un potro los fémures, sí, uno de esos castigos medievales con creces se ganó el gringo cenutrio. Al cabo la silla eléctrica, que tanto recomiendan ellos, acaba demasiado pronto con la vida del reo, para dejar sólo ahí el galardón que a pulso el bobísimo gobernador de Florida en audiencia pública se ganó.
   Pues ¿no llega acaso el yanqui cenutrio y a boca de jarro, sin saludar ni dar muestra alguna de respeto a la figura de un monarca, va, y al mismo Rey de España, todo jaranero le espeta: “Quiero que me cuente. He montado en elefantes pero nunca he disparado a ninguno”, mentando así, nada más tenerle delante, la soga en casa del ahorcado, hurgándole en ese modo la herida más dolorosa y aún abierta en canal, añadiendo al vinagre de la burla el escándalo de la propia superioridad moral? ¡El gesto de demudado chasco que se le va formando en el rostro al Rey!
   
    ¿Acaso detiene el muro del cortés desdén al obtuso tocinero? ¡Ni por dedazo del Tío Sam! El zangolotino pingüino impulsa jacarandoso el vaivén de su columpio: “Ella sufrió la persecución de un elefante… Estábamos en un jeep, y los elefantes nos seguían…”, y la pingüina es que se dobla ya de la risa delante del Rey de España. “¿Sí?”, aún concede el Rey Juan Carlos, puede que para sus adentros cavilando… “y qué lástima que aquellos elefantes no os aplastaran entonces cien veces el cráneo, mamelucos”. “Le hubiera necesitado en el jeep conmigo”, se anima, con osadía increíble, a rematar la coña la señora gobernadora consorte. Pobre Rey Juan Carlos ahí, pensé de verdad al verlo, tener que sin pestañear, siendo Rey, soportar esta astracanada. Piénsalo lector, ¿acaso lo aguantarías, simple ciudadano, tú?
   Con habilidad sortea el Rey la grosería, saludando al embajador allí detrás presente. ¿Contendría esa finta el palmoteo del mentecato gobernador, le haría al menos recapacitar y un poco sosegarse? ¡Ni por la gloria de Abraham Lincoln!, que está el albino copito más lanzado que el general Custer cuando aquello. “¿Cómo se rompió la cadera, iba andando?” le inquiere. “Por la noche, levantándome de la cama”, confiesa casi en susurro avergonzado el Rey, a ver si  es que con eso se calla ya el mentecato. A la señora gobernadora entonces, al oir todo eso junto –noche-cama-elefantes que me perseguían-, embobada en esa trompa ahí levantada, se le escapa una risotada propia solo de una histérica. 
    
   ¿Callarse? Ni la Santa Inquisición arrancándole a lo vivo la lengua haría callar al bienhumorado majadero. “¿De verdad? Pero usted necesita una historia mejor, que estaba preparado para disparar algo y se cayó…”, y abre y reabre todo ampuloso los brazos en presencia del Rey, como si fuera él ahora el Emir, y el pobre rey de España la Scherezade de las mil y una noches que el señor gobernador de Florida ahí mismo expande.
   Suerte al cabo, Majestad, que el ínclito lerdo es miembro del Partido Republicano, pues, de haber sido demócrata, ya habrían encontrado las gentes del Progreso nuevo Héroe a quien alabar en artículos, películas, canciones, en su vasta propagandística, vamos. Oh, Majestad, cómo deseé que ahí mismo hubiera podido Usted enviar al zoquete éste, como poco, al penal de Guantánamo.
       
Post/post: gracias a Zorrete Robert -estupenda la anécdota del San Juan-, a Belkys Pulido, a Begoña Roldán, por hacer este blog ayer conmigo, por bloggear a mi lado, GRACIAS.