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miércoles, 27 de junio de 2012

¿Por casualidad tendrías,guapa, Lo que queda del día?



   Lo que queda del día, la novela de Ishiguro, me trajo… hasta il mío figlio. Ya sabrás, lector, a estas harturas del blog, que soy el padre yo de un indolente mozallón… japonesófilo. Cuenta el rapaz diecisiete tacos recientes y vive para estar tumbado (tumbao, sería más apropiado decir) leyendo mangas, aparte de para terminarme este año Primero de Bachillerato y de restregarme por los morros un 8 final en el english del British Institute tras el que casi se me saltan las lágrimas. Digo casi, porque en indirecto homenaje al mayordomo Stevens, me abstuve. Sólo  salió de su tumbado cuando el Desastre de Fukushima, y tanto me conmovió esa estirada entonces, y el alarde insólito de ese noble corazón, que incluso aquí lo conté (ver post mío del 16-3-2011).
   El sumatorio de la afición por el tumbao de los mangas, más la súbita  conmiseración fukushima, más los ojitos de alguna amiga suya aficionada también al aura del país del Sol naciente,  hicieron del mío figlio un enardecido japonesófilo. Se puso dos tardes por semana a estudiar japonés con un profe. Le gusta, dice. Al menos entonces no está tumbao-con-los-mangas.
   
    Bueno, pues a cuenta de aquel alarde fukushimo, cuya onda tanto me animó a mí también, me acordé de la maravillosa película de James Ivory, con Anthony Hopkins y Emma Thomson en los estelares papeles. Quise en su momento leer la novela, pero, no me digas lector ahora cómo, se me pasó. Recordé, claro, que la había escrito un japonés y que alguien me había hablado muy bien de ella. Me dije, ¡zape!, ocasión que ni pintada en un manga para que el Padre, a la vez que “canaliza” el ocio de su vástago por altos y artísticos senderos, gánase la cercanía sentimental del hijo. Ya sabes, esa dependencia idiota de los padres modernos en sentirnos queridos por los hijos.
      Me dije luego, a ver cómo crisantemos encuentro yo ahora esa novela descatalogada. Me interné en el Intenné, buceé en el Liberlibros creo que se llama y… ¡Banzai! … allí que estaba Lo que queda del día, que era entonces para mí muchísimo y valiosísimo. De segunda mano, vale, pero a un precio irrisorio y a sólo unos quilómetros de casa. ¡El Destino Sintoísta me hacía la reverencia! ¡Ganaría la querencia de mi hijo, más el dulce nirvana que debe seguir a la misma!
     
    Me costó encontrarla, pues estaba en un callejón más que apartado, pero al fin me planté en la deliciosa tienducha de libros viejos. ¿Se me habría adelantado algún Padre necesitado también de filiales quereres? ¿No se produciría ahora al pedir allí Lo que queda del día uno de tantos errores del Intenné? ¿Se notaría quizás la tan poco oriental ansiedad que a mí en esos momentos se me desbordaba por el pecho, y me exigiría entonces la avispada dueña un millón de yenes por el librajo de marras? Procuré como pude disimular los temblores y le dije, “¿por casualidad tendrías, guapa, Lo que queda del día”? Entonces...

   


   Post/post: entonces continuará mañana, lector, que por lo que resta del día ya abusé yo bastante de tu atención. Gracias a Shikilla, a JOSÉ -gracias por leer desde Malta! post atrasados míos y por decírmelo-, a CSPeinado, a Fernando, a CHARO y ROY -no, no vi a la Oramas,cachis-, a Yolanda Valenzuela, por gastar algún Tiempo de sus vidas en este blog, que es tambien suyo, por bloggear ayer a mi lado. GRACIAS

2 comentarios:

Juan Carlos dijo...

Las librerias de viejo son restos a desaparecer, lamentablemente. Eso sí, en las que quedan (Cuesta de Moyano, San Ginés, ábaco y otras de aquí, Madrid) se pueden encontrar si se sabe rebuscar auténticas joyitas y algunas a muy buen precio. Que me lo digan a mí, je, je.
Por cierto, esta dirección está muy bien: http://www.iberlibro.com/
Salu2

CHARO dijo...

Estoy impaciente.¿Qué le contestó la guapa al bloguero?.
Me estoy riendo,ahora mismo,porque
se me ocurre una contestación graciosa,Jose,pero....no son horas.

-Por supuesto,queremos que nos quieran.Y los hijos,más aún.

Abrazo Josehiguro.